José Emilio Pacheco.
Tarde o temprano.
Poemas 1958-2009.
Tusquets. Barcelona, 2010.
Tusquets reúne en el volumen Tarde o temprano los catorce libros de poesía que ha publicado hasta ahora José Emilio Pacheco, que desde 1980 ha ido agrupando su poesía completa en ediciones sucesivas bajo ese título.
Treinta años después, esta esmerada edición recoge medio siglo de escritura de un poeta que ha ido creando un mundo propio en el que se equilibran ejemplarmente ética y estética. Un mundo en el que se concentra la melancolía elegiaca y las metáforas despliegan toda su potencia alegórica (Todo ante mí se vuelve alegoría) para mostrar la realidad bajo la luz de las palabras / que dicta en su fluir / el tiempo en vuelo a través de una poesía que Pacheco definió una vez memorable como la sombra de la memoria.
Entre los poemas del primero, Los elementos de la noche, y los últimos de La edad de las tinieblas, que apareció el año pasado, han transcurrido más de cincuenta años de labor constante y reescritura rigurosa del mexicano, que escribió este Manifiesto: Todos somos poetas/ de transición./ La poesía jamás/ se queda inmóvil.
Constante, rigurosa y muy coherente. Porque desde la huella simbolista y superrealista de Los elementos de la noche y El reposo del fuego, hay ya una presencia fundamental de temas y tonos que recorrerán su obra: el tiempo y la naturaleza, la ciudad y la fugacidad, el temple elegiaco y el impulso alegórico en unos poemas cercanos y nocturnos que huyen de la abstracción y combinan la conciencia y el lamento, la mirada solidaria y la reflexión sobre la historia. También en esos libros iniciales apunta ya un rasgo que persistirá en su poesía posterior: la tendencia a construir poemas circulares como el que cierra El reposo del fuego: Es hoguera el poema/y no perdura (...) Hoja al viento/tristísima/la hoguera.
Delimitado así su mundo poético, José Emilio Pacheco lo fue perfilando en cada uno de sus libros posteriores, que aportaban nuevos matices, tonalidades variadas y enfoques estilísticos diversos: la ironía aguda de los aforismos críticos y desesperanzados en No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), un libro en el que aparecen algunos de sus textos más comprometidos y famosos (Un marine, Che o Alta traición) y donde la alegoría toma la forma de las fábulas de animales (Discurso sobre los cangrejos o Biología del halcón).
Con ese libro Pacheco iniciaba un ciclo poético que se prolongaría en Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976) y Desde entonces (1980), en unos poemas que tienden a la brevedad y a la exactitud, a la desnudez y a la doble contención del verso corto y el poema breve. En esa segunda etapa aparecen también poemas largos, de tono conversacional, en los que el poeta se proyecta en otro personaje (Fray Antonio de Guevara o el padre Las Casas) o fábulas alegóricas como la Fisiología de la babosa o Los ojos de los peces.
Habla común tituló Pacheco significativamente una de las secciones de Islas a la deriva. Y esa es otra de sus claves poéticas, la capacidad para construir con esa materia coloquial textos de alto voltaje literario, crítico y emocional.
En la ininterrumpida evolución a que somete su obra, José Emilio Pacheco inicia con Los trabajos del mar (1982) un tercer ciclo que se prolonga hasta La arena errante (1999). En los libros que escribe en esa época, años ochenta y noventa, su poesía se convierte en crónica, en reflejo del teatro lamentable y grotesco de la historia. La larga serie de espléndidos poemas que tituló Ley de extranjería y que formaban parte de El silencio de la luna son un inmejorable ejemplo de la mejor poesía de Pacheco. Son una constante lección de geometría, de equilibrio entre lo aforístico, lo alegórico y narratividad.
En ese mismo libro hay poemas emblemáticos como El rey David, Cirios, El ave Fénix o los textos alegóricos que integran la sección Circo de noche. Son manifestaciones de una poesía cada vez más moral en la que Pacheco habla tras la máscara de los personajes y construye fábulas que explican el mundo a través de los animales, en una ejemplar conjunción de historia, naturaleza y poesía.
Siglo pasado (2000) llevaba como subtítulo Desenlace y era no sólo la despedida de un siglo. Hay en sus poemas una clara tendencia a la recapitulación literaria con unos poemas breves y tan agudos como siempre en Pacheco, pero más introspectivos, más sombríos y resignados, aunque no hayan perdido su voluntad testimonial y su resistencia ética. Se cerraba con esta Despedida:
Fracasé. Fue mi culpa. Lo reconozco.
Pero en manera alguna perdón o indulgencia:
Eso me pasa por intentar lo imposible.
Esa despedida no fue definitiva. Recientemente han aparecido Como la lluvia, con poemas escritos entre 2001 y 2008. Poemas que desde su título y a lo largo de sus cinco secciones (cinco libros en realidad) aluden a la fragilidad resistente de la poesía y a la persistencia de la palabra frente a la devastación del tiempo:
Salí de las tinieblas,
Voy a ellas.
Todo es nunca por siempre en nuestra vida.
Publicados también el año pasado, los cincuenta poemas en prosa de La edad de las tinieblas resumen los temas y las actitudes éticas de la poesía de José Emilio Pacheco a través de unos textos en los que confluyen la lírica y la narrativa, la elegía y a veces la celebración, la crítica y la piedad, para hacer un diagnóstico moral de la época contemporánea. No es una casualidad que el texto que cierra el libro -La plegaria del alba – termine con este párrafo:
Ayer no resucita. Lo que haya atrás no cuenta. Lo que vivimos ya no está. El amanecer nos entrega la primera hora y el primer ahora de otra vida. Lo único de verdad nuestro es el día que comienza.
Santos Domínguez