"Menudo regalo un tipo como yo, que ni siquiera tiene el graduado escolar. Un tío que, antes de los cuarenta y cinco tacos nunca había leído un libro. Un pobre hombre incapaz de juntar tres palabras correctas sin decir un montón de tacos."
Todo cambia cuando conoce a Margueritte, una anciana culta, inteligente, sensible y poseedora de una gran pasión por los libros y por la lectura, una pasión que poco a poco transmitirá a Germain; y es que Margueritte trata a Germain con respeto, con cariño, haciéndole ver, poco a poco, que es un hombre capaz de hacer mucho más de lo que cree posible:
"Cuando estoy con ella nunca pienso en el vacío que falta por llenar en mi cabeza, sino únicamente en que me ha llenado el depósito. El mundo entero podría reírse de mí hasta el final de la eternidad y pensar que soy imbécil, me importaría un carajo: Margueritte era mi hada."
Un libro narrado en primera persona, amable y sencillo con dos protagonistas bien perfilados que cautivan, cada uno en su estilo, al lector. Porque la verdadera amistad no entiende de barreras de ningún tipo. Porque la felicidad está en las pequeñas cosas, como sentarse en el banco de un parque a charlar, hablar de libros u observar a las palomas.
Lo primero, y no será lo último, que leo de esta escritora francesa. Una historia cuya adaptación cinemátográfica todavía tengo pendiente ver, y espero no tardar mucho en hacerlo.
"Desde que me encontré con Margueritte, cultivo mi inteligencia. Me planteo preguntas sobre la vida e intento responderlas, reflexionando sin trampas. Pienso en la existencia. En lo que me fue dado en el punto de partida y en todo lo que después he tenido que descubrir por mí mismo."