Coca, borracheras, fiestas y chicas ocupan buena parte de sus páginas. Los protagonistas escapan de la policía, cruzan el río, disparan armas, pero se dan tiempo para conquistar a la chica y ser parte de esas parejas que "se toman ebrias de alcohol y de ansias, plenos de fuego con el que encandilan carne y alma las tórridas noches del Marañón" (p. 94). Así, todo sucede en un ambiente un poco de informalidad, como la labor de uno de los personajes, el cura, que celebra misa con cañazo porque el vino se lo tomó (y termina disparando a algunos de sus fieles).
Para nosotros, habitantes de ciudades, acostumbrados a estar encerrados en el cemento y la polución, leer este libros nos ayuda a liberarnos y apreciar la magnificencia de la selva, escuchar sus mil sonidos, respirar el aire puro y sentir los árboles y los montes que se rinden ante el Marañón. Como Oswaldo (el único personaje citadino) somos extranjeros en un lugar distinto y vamos acostumbrándonos, Oswaldo paso a paso, nosotros página a página, a las costumbres, paisajes y ambientes de la región, subiendo los cerros, cruzando los ríos. Esta idea de la transculturación por el paso del tiempo, casi sin sentirlo, es un poco al estilo de La montaña mágica.
Sobre la trama, como que la historia no queda muy clara, se nos presentan un poco en tropel una sucesión de estampas o hechos que dan color a una región y nos hacen entenderla mejor. No en vano el texto era originalmente un cuento y el autor le aumentó paginas para entrar a un concurso. Una obra muy relax, muy tranqui, Como Viejas historias de Castilla La Vieja de Miguel Delibes sin la presencia de la sublevante injusticia presente en sus novelas posteriores. Por eso, finalmente, la idea que transmite es de optimismo, de vivir la vida: "La vida es buena. Comamos, bebamos, bailemos y amemos simple y rudamente. Es la vida esplendorosamente buena".
Otro ejemplo: "¡Qué euforia la de su cuerpo elástico entre las limpias sábanas, allá frente al mar, en una casita linda! (...) Ethel tiene los senos redondos y el talle flexible. Se dará a él en una entrega rendida y plena, civilizadamente, no como a esas cholas, que hay que domar como a fieras". Alguien debería hacer un estudio o algo así sobre la sexualidad en Ciro Alegría porque en otras de sus novelas, como Los perros hambrientos o El mundo es ancho y ajeno, a pesar de las múltiples desgracias, siempre salen chicas bien despachadas.
Y aunque dicen que esta novela fue el origen de la enemistad de su autor con su amigo Luis Alberto Sánchez, es un libro que, no sé si valdrá la pérdida de un amigo, pero sí que vale la pena leer.