Pocas escenas hay tan claras en la vida de una pareja como el momento en que ambos se sentaron frente a frente, se miraron a los ojos y se dijeron con profunda decisión: "Olvídate de que voy a planchar" o "No pienso limpiar el baño". Ese pueril acuerdo, el que fijó las reglas de convivencia romántica entre dos, es el contrato que más veces se reescribirá en la vida de un hombre y una mujer. Las exigencias del trabajo remunerado, la llegada de los hijos y el cuidado del hogar son todos factores que pocos tuvieron a la vista a la hora de decidir compartir.
"Hoy yo hago todo", se queja Claudia, ingeniera informática, 40 años, casada, con hijos de 6 y 1 años de edad. "Cada mañana levanto a los niños, preparo las mochilas y sirvo el desayuno. También me preparo yo. ¿Y él? Él se afeita, se peina, mira la tele... con toda la calma del mundo, solo se preocupa de él".
El testimonio de Claudia es real. Pero está lejos de ser singular. Su nombre podría cambiarse por Catalina, Rosa, Carolina o María José.Su queja, con matices de menos o de más, es el himno matinal, vespertino y nocturno de muchas mujeres profesionales que en el ascenso de su carrera se dieron cuenta de que hace años en vez de simplemente decir "contigo pan y cebolla", debieron definir quién compraba el pan y quién picaba la cebolla y, más aún, debieron aclarar que ese acuerdo no implicaba necesariamente que el hombre proveía y la mujer cocinaba.
Compartir los quehaceres domésticos está lejos de ser solo una forma de contentar a la mujer. Mucho de eso hay, claro está. Pero más allá de la felicidad marital o incluso de respetar el derecho a la igualdad, hay una nueva e imperiosa razón para animar a los hombres a limpiar, lavar y cocinar.
En el último foro realizado por la OCDE en diciembre de 2012 hubo recomendaciones para que Chile pudiera acercarse a los promedios de desarrollo de los países de avanzada: poner al hombre a trabajar en casa. ¿Por qué? Porque es cierto que avanzamos en la inclusión de las mujeres en el mundo laboral, es claro que ellas muestran mejores resultados académicos que los varones y es gratificante que desde el Estado y las empresas hayan surgido iniciativas para fomentar la conciliación trabajo-familia. Pero todo esto que se ha hecho para que ellas avancen en el mundo público, quedará estancado si la igualdad de roles no se da en la privacidad del hogar. Sin ese apoyo, dicen los economistas, no se podrá avanzar en lograr mayor presencia de la mujer en el empleo, en su participación en los cargos directivos y en la reducción de la brecha salarial. Sin esa corresponsabilidad, dicen los sociólogos, la nueva generación de hombres y mujeres no podrá ser más feliz y realizada que la que los precedió.
"Las políticas públicas pueden ayudar. Pero está demostrado que el factor más importante en este punto es cambiar de actitud", dice Verlee Miranda, PhD en Economía que condujo el estudio comparativo "Cocinar, cuidar y voluntariado: trabajo no remunerado alrededor del mundo", realizado entre 26 países, para la OCDE. Desde la sede de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, en París, la especialista reconoce lo duro del cambio cultural: "En los países europeos hemos notado que aunque haya igualdad en la división de trabajos domésticos a la hora de casarse, es en el momento en que nace un niño cuando se produce un gran cambio y las mujeres son devueltas a su rol tradicional. Incluso en los países más avanzados, tener un niño puede ser una gran fuente de desigualdad".
Entonces, con la prestigiosa OCDE -faro del deber ser en materia del desarrollo- diciéndoles a los hombres en un lenguaje que bien entienden -el del éxito y la competitividad- que compartir los quehaceres en casa ya no es cosa de tener a la esposa feliz, sino que se trata de un tema país, ¿por qué ellos se resisten a alivianar el segundo turno de trabajo -en este caso no remunerado- que cumple en casa la mujer? ¿Hay razones superiores -culturales o estructurales- que les impiden colaborar?
La respuesta más evidente, en este tema, debe basarse -por tautológico que suene- en la evidencia internacional y no en una prejuiciada guerra de sexos. Aquí, cinco razones que pueden explicar la resistencia de los hombres para ser líderes también en la casa.
1 Falta de apego masculino
"Yo trabajo", decía el peludo cavernícola que en 2010 dio la partida a la campaña del Sernam por lograr la equidad de roles en el país. "Como gobierno hemos impulsado un posnatal de seis meses que puede ser compartido por el hombre, una norma laboral que permita la conciliación de trabajo y familia de madres y padres, y la reforma de la tuición compartida, dejando que el cuidado de los niños quede en la ley a cargo, igualmente, de las mamás y los papás. Eso está en sus últimos ajustes en comisión mixta y sin duda impactará en toda nuestra legislación familiar", resumía Carolina Schmidt, ex ministra del Sernam a horas de aceptar el mismo cargo en la crítica cartera de Educación.
Pero la ex secretaria de la mujer, también reconocía que pese a los avances realizados en su gestión, las cifras mostraban una clara resistencia cultural: solo un 0,6% de los hombres chilenos ha optado por compartir el posnatal con la mujer. "Hay cosas que puedes hacer con las leyes y hay cosas que efectivamente no puedes ponerlas por ley, como que el hombre comparta más las labores de casa, porque está dentro del ámbito de la privacidad", decía Schmidt.
Sin embargo, desde Europa, los países nórdicos enseñan que una solución para lograr esa mayor participación es hacer de la licencia posnatal de los hombres un derecho que, de ser ejercido, se agrega al período asegurado a la madre o, de no ser aprovechado, se pierde sin más. "Los estudios nos han demostrado que dando un derecho exclusivo a los padres, estos tienden a tomarlo, cambian su comportamiento, mejoran su lazo con el hijo y serán más abiertos a compartir el trabajo doméstico con posterioridad", cuenta Verlee
Miranda, de la OCDE, sobre la experiencia de países como Noruega, donde tomarse el postnatal masculino equivale a sumar un 20% del tiempo que se asegura a la mujer. En el caso de Suecia, el niño gana 13% del tiempo de primeros cuidados con el permiso parental.
"Esos países nos llevan 30 años de delantera en políticas de democratización de las relaciones de género", admite Francisco Aguayo, psicólogo investigador en paternidad, investigador en masculinidad y director de EME. "Necesitamos políticas más agresivas desde la institucionalidad. Porque lo que nosotros hemos registrado es que hay una creciente demanda de los hombres por más participación, entonces, son las instituciones las que van más retrasadas en materia de igualdad", asegura.
El registro al que Aguayo se refiere son los datos arrojados por la encuesta Images, realizada por su centro, sobre paternidad y tareas domésticas. En ella el 79,2% de los hombres encuestados dice que les gustaría trabajar menos si eso significa pasar más tiempo con los hijos, y el 61,7% argumenta que les dedican poco tiempo por motivos de trabajo.
Aun así, pese a esa bien intencionada declaración, la misma encuesta demuestra que no solo el cuidado de los niños lo ejerce la mujer cuando él es el que trabaja o cuando ambos trabajan. La misma medición demuestra que incluso cuando la que trabaja es solo la mujer, no son ellos los que mayoritariamente se hacen cargo de los niños.
2 Búsqueda de estatus
La contradicción entre el dicho y el hecho empeora cuando a los hombres se les pide sincerar su participación en las otras tareas domésticas, como lavar, limpiar y cocinar. Aunque sí reconocen una menor participación que en las labores asociadas al cuidado de los hijos, también parecen mentir: mientras el 8,5% de ellos declara ser el principal encargado de comprar los alimentos, las mujeres contestan que solo en el 3,6% de los casos esa responsabilidad es de ellos. Si los hombres declaran ser, en un 2,4%, los encargados de la limpieza de la casa, las mujeres responden que ellas los aprecian en ese rol un 1,2%. Del aseo del baño, ni hablar.
En realidad, el problema no es solo del chileno, sino que esta disparidad incluso se observa a nivel de los países de la OCDE: aunque la mujer sea la única que ejerce un trabajo remunerado en la pareja, el hombre no supera el tiempo que ella le dedica a las labores no remuneradas del hogar. En el promedio de los 26 países estudiados por la organización internacional, apenas logran empatar.
¿Por qué esa conducta masculina? Aguayo explica: "Desde la teoría se dice que hay ciertos roles que están asociados a cosas que hacen los hombres y otras, las mujeres". Y se complica: "Las tareas asociadas a las mujeres son vistas como de menor valor o prestigio, porque además se puede pagar a alguien ajeno a la familia para que las realice... Aunque bueno, el censo demostró que eso se da en el 10% de la población... Entonces, el hombre se compromete más en el cuidado de los niños, porque eso incluso les puede dar estatus y reconocimiento social".
A la hora de esta entrevista, Francisco Aguayo estaba en Corral, X Región, capacitando a los funcionarios de la red pública de salud para que aprendieran que cuando un padre llegaba solo junto a su hijo a un control de salud del niño, no había que preguntarle: "¿Dónde está la mamá?" y tampoco había que recomendarles "dígale a su señora". Es decir, el reconocimiento de un rol se puede lograr a través de la enseñanza.
3 La mala educación
Estudios hay de sobra para concluir que el aprendizaje de los roles de género se da a temprana edad. Y, paradójicamente, uno de los factores que incide en que la distribución sea cada día más equitativa entre hombre y mujer, es la separación familiar. "En el cambio social que se nos muestra cada día hay más hogares monoparentales, donde los hombres que viven solos comienzan a cocinarse, a hacerse la cama o bien a hacer funciones que no vieron a sus padres hacer", apunta Carolina Schmidt. "Claramente las nuevas generaciones vienen con modelos de mayor equidad", agrega Francisco Aguayo, y apunta:
-Está demostrado que los niños que han crecido con la presencia de cuidado paterno tienden a desarrollar conductas positivas en su adultez, como respeto, no violencia, y menos conductas de riesgo en general.
De ahí, también, dicen los expertos, los bajos índices de delincuencia en los países con alta equidad de género. Pero esa beneficiosa realidad todavía está lejos de ser la local. "Aquí todavía es un fenómeno más discursivo que práctico", admite Aguayo.
4 Barreras laborales
Cuando se busca una explicación para entender por qué el cambio social que ahora comienza a darse en la crianza, y que parece frenarse a ratos, los expertos llegan al ámbito laboral: "Hoy hay mucha flexibilidad para que las mujeres concilien trabajo y familia, pero para los hombres, no", dice el experto en masculinidad Francisco Aguayo.
Con él coincide, desde la vereda de ComunidadMujer su directora ejecutiva, Alejandra Sepúlveda:"Las mujeres pueden pedir permiso para llevar a sus hijos al médico, pero cuando quiere hacerlo el hombre no tiene el mismo grado de comprensión. Y ahí empiezan no solo las bromas de 'macabeo' sino que las evaluaciones en torno a su falta de compromiso".
Para Sepúlveda, claramente, es desde las firmas multinacionales, aquellas empresas basadas en países con mayores índices de desarrollo y, por ende, de equidad, desde donde llegará el cambio en la cultura empresarial: "Ellos ponen cuotas de participación femenina en cargos directivos a sus filiales regionales, y así impulsan medidas que indirectamente refuerzan la presencia masculina en el hogar".
5 El dominio de la mujer
Desde la perspectiva de la mujer, para Alejandra Sepúlveda hay una respuesta para la baja participación masculina en el hogar que resuena como esa música en el aire a la que no se le pone demasiada atención: "Si tú como mujer no ayudas a modelar los nuevos roles, permitiendo que el hombre participe más, difícilmente te vas a dejar de sobrecargar".
Dejar de criticarlo porque no hace las tareas de la casa como ella las haría, es un inicio. Aceptar que no se puede ser la madre, esposa y empleada perfecta, es la meta final.
"Pero es totalmente injusto adjudicarle solo a la mujer toda la responsabilidad del cambio", defiende Alejandra Sepúlveda, desde ComunidadMujer. "Podemos cambiar de actitud, empoderarnos, salir al mercado laboral, no autodescartarnos de un mejor empleo solo porque tenemos hijos, exigir igualdad salarial...", enumera y se interrumpe justo cuando su teléfono comienza a sonar. Corta sin contestar la llamada y retoma su reflexión:"También tenemos que aprender a renunciar. Tal vez no vamos a ser las mamás que están físicamente todo el día con los hijos, pero sí vamos a ser mamás que les damos un mejor modelo de equidad".
El teléfono vuelve a sonar. Ahora decide contestar:
-Aló, mi amor, estoy en una entrevista (...) ¿Cómo? Pero si es jueves. ¿Me tocaba a mí? (...) Bueno, diles que me voy a demorar unos 20 minutos en llegar a buscarlos.
Cuelga y se disculpa por la interrupción: "Para muestra, un botón".
"Es en el momento en que nace un niño cuando se produce un gran cambio y las mujeres son devueltas a su rol tradicional. Incluso en los países más avanzados"
Sólo un 0,6% de los hombres chilenos ha compartido el posnatal. "Hay cosas que puedes hacer con las leyes y hay cosas que efectivamente no puedes", dice carolina schmidt.
Mientras el 8,5% de ellos declara ser el principal encargado de comprar los alimentos, las mujeres contestan que sólo en el 3,6% de los casos esa responsabilidad es de ellos.
Fuente: Revista YA/Observatorio de Género y Equidad