Tarta de limón y frambuesa o cómo terminar una sobremesa calurosa

Por Biscayenne
El otro día os conté que iba a estrenar el domingo mi tartera: yo no sé tener algo nuevo guardado en el armario. Menos mal que teníamos una ocasión especial que celebrar con una tarta de cumpleaños.
Como los calores cantábricos empiezan a apretar, tuve que pensar en algo rico y dulce que no fuese demasiado pesado como colofón de una comida pantagruélica. Entremeses variados, ensalada, fabes (oh sí, fabada con calor, así somos), dos primeros platos, tres segundos, más café, más copa, más... No os sorprendáis: en los genes maternos hay una enzima que es la de la "comida familiar a cascoporro". Y todos encantados.
De modo que me olvidé de chocolate, merengue y demás complementos hipercalóricos y opté por una tarta veraniega de limón y frambuesa.
Es una tarta con base de bizcocho y capas alternas de lemon curd y un mejunje que no sé si llamar buttercream de frambuesa, porque me puse a innovar demasiado y ya sabéis lo que pasa... ejem. Vamos que quedó un poco rara y ni remotamente parecida a lo que había pensado, pero de sabor muy bueno.
Todo el mundo quedó encantado así que esta receta ha pasado el test de la sobremesa dominical, nada menos. Para el bizcocho elegí uno que no es muy complicado y tiene un sabor que recuerde totalmente al bizcocho de nata tradicional, el de buttermilk (suero de mantequilla) de Tartacadabra.
Tarta de limón y frambuesa:
Dificultad, así de primeras:se va complicando la cosa. Probabilidad de complicaciones: si lo queréis hacer todo en una mañana, alta. Presentación:lucida. Sabor: fresco. Recetas de inspiración: Tartacadabra y yo misma

Ingredientes BIZCOCHO BUTTERMILK (para un molde de 20 cm y una altura resultante de unos 8cm):

125 gr. mantequilla en punto de pomada
200 gr. azúcar
3 huevos
250 gr. harina1 1/2 cucharadita de polvos de hornear (o sea, Royal)1/2 cucharadita de bicarbonato1/4 cucharadita de sal1 cucharadita de esencia de vainilla o vainilla fresca al gusto200 ml. buttermilk (más abajo explicación de cómo apañar un buttermilk sin buttermilk)


Preparación:

La mantequilla en punto de pomada es tal cual lo que dice su nombre: mantequilla que hemos sacado como mínimo una hora antes de la nevera para que se ablande y consiga una consistencia de pomada, que se hunde sin hacer presión al tocar con el dedo. Si cuando te pones a hacer la receta se te ha olvidado sacar la mantequilla, puedes cortar el trozo que necesites en trocitos pequeños y así se ablandará antes. Por experiencia propia os aviso de que no vale meterla un milisegundo al microondas, porque entonces se te derrite y sale un churro de tres pares de narices.

La mantequilla ablandada sin trampas la batimos en un bol junto con el azúcar hasta que se integren perfectamente y quede una crema esponjosa. Añadimos los huevos uno a uno, batiendo bien después de cada adición para que entre aire en la mezcla y nos quede el bizcocho bien esponjoso.
En un recipiente aparte juntamos la harina con los polvos de hornear, el bicarbonato y la sal. No hace falta tamizar la harina pero sí revolver todo con un batidor para que no queden grumos gruesos.
El buttermilk: la leyenda urbana dice que venden buttermilk en el Lidl, pero yo nunca lo he visto así que me limito a conseguir suero de mantequilla casero. Hay 2 opciones: la primera es batir a propósito la nata hasta que ocurre eso que normalmente hace que jures y perjures, o sea, que se te separe en una especie de mantequillorra grumosa y un líquido amarillento. Habitualmente esto lo tiras a la basura mientras te cagas en todo elegantemente te recriminas el despiste. Pues eso líquido de color blanco-amarillento, ligeramente menos espeso que la nata y de sabor levemente agrio, es el buttermilk.
Como el primer método de producción doméstica del buttermilk suele hacer involuntario, mejor probemos el segundo: mezclar la cantidad que necesitemos de leche con una cucharada de vinagre blanco o zumo de limón y dejarlo fuera de la nevera unos 10 o 15 minutos. No sé por qué pero a mí me sale siempre mejor con limón que con vinagre. Conseguiremos una especia de leche espesa.

Al buttermilk obtenido con este chachi-método le añadimos la vainilla, en esencia u obtenida de la vaina, como gustéis. 
En este momento tenemos que poner a precalentar el horno a 160 grados, y echar los ingredientes secos y el buttermilk a la mezcla primera de mantequilla + huevos +azúcar, alternando las dos cosas y empezando y acabando con la harina. 
La masa la echaremos en el molde previamente engrasado/enharinado y la dejaremos en el horno unos 50 minutos, aunque a partir de la media hora ya podéis pinchar el bizcocho con una brocheta o palillo para ver si sale limpio, el tiempo total dependerá de vuestro horno.
El bizcocho hay que dejarlo unos 10 minutos dentro del molde y después dejarlo sobre una rejilla para que se enfríe.
Así sin más está buenísimo, pero si queréis hacer la tarta aguantad la tentación y dejarlo tranquilo durante unas horas o hasta el día siguiente. Yo las tartas suelo hacerlas en dos días a fin de no agobiarme: primero una tarde el bizcocho y la crema, y a la mañana siguiente lo preparo todo para el ensamblaje final.
Cuando el bizcocho esté frío, hay que cortar las capas con un cuchillo del pan o una lira. Para que la tarta sea estable, es recomendable hacer las capas de relleno la mitad de gruesas que las de bizcocho. Dependiendo de la altura que os haya alcanzado éste podréis hacer más o menos capas, yo en este caso corté tres círculos de unos 2 cm. de espesor.
Para que las capas queden luego bien alineadas, el truco del almendruco es clavar en el diámetro una brocheta larga que asome por cada lado. Os ayudará a levantar las bases de bizcocho y también a poner después cada una en su sitio.
Para que la tarta quede más jugosa, es mejor bañarla con un almíbar antes de poner el relleno. 
Almíbar:Ingredientes:

100 gr. azúcar100 ml. agualicor, aromas o zumo de limón al gusto.


Preparación:Calentar el agua junto con el azúcar en un cazo al fuego, hasta que el azúcar se disuelva. Agregar zumo de limón, un licor o un aromatizante al gusto y dejar que la mezcla espese ligeramente. Dejar enfriar antes de esparcirlo sobre el bizcocho.
El almíbar hay que echarlo dejando el perímetro del bizcocho seco, así no se mojarán los bordes y será más fácil cubrir la parte exterior de la tarta con crema.
Ahora llega el momento de rellenar la tarta con lo que queráis: desde simple nata montada, hasta fruta, mermeladas, etc... En este caso yo utilicé crema de limón o lemon curd (próximamente en vuestras pantallas) mezclada con nata en 2 capas, y una central con mermelada de frambuesa y buttercream.
Encima del bizcocho esparcí también mermelada de frambuesa (si está muy espesa, rebajarla con una cucharadita de agua y emulsionar) y sobre ella, y por toda la parte exterior, mi mezcla chunga de buttercream con sabor de frambuesa.
Y os preguntaréis que cómo estaba hecha el dichoso mejunje y por qué no pongo la receta. Pues sinceramente, porque es mejorable. No me gusta el buttercream puro: mi goloso paladar encuentra que la mera mezcla de mantequilla y azúcar glas sabe exactamente a eso, a grasa láctea dulce. Por eso me pongo a echar distintos ingredientes que rebajen la mantequillosidad de la buttercream. En este caso, usé mantequilla en pomada, azúcar glas, mascarpone, nata, frambuesas y una pizca de colorante rosa.
El problema creo que fue que el líquido de las frambuesas no se mezcló bien con el resto, y no quedó una crema homogénea, pura y virginal, sino más bien grumosa. Batí y batí pero la consistencia no mejoró: eso sí, tenía un sabor buenísimo. 
Así que no pude hacer florituras con la manga pastelera, me conformé con extenderla bien con la espátula y disfrutar de la imperfeccción.