Vale que era una celebración sencilla y la tarta tenía que ser pequeñita, pero queríamos que el resultado estuviera a la altura de las circunstancias, así que tuvimos que valorar muchas opciones antes de decidirnos por el diseño definitivo.
Al ser pequeñita no daba lugar a hacerla de varios pisos, porque se iba a quedar ridícula, así que optamos por hacerla de un solo piso pero bastante alta.
Después fuimos montando la tarta, poniendo una capa de buttercream de chocolate blanco entre disco y disco, hasta que alcanzamos la altura deseada. Para que el corte fuera más espectacular, teñimos la buttercream de color lila, que destacaría con el color del bizcocho y quedaría precioso y muy fino.
Entonces comenzamos con la decoración:
Una vez seca la buttercream, colocamos la capa de fondant con mucho cuidadito. Los detalles los hicimos con el mismo color del relleno, un lila claro muy bonito y sofisticado.
Y para darle el toque especial que la ocasión exigía, lo decoramos con un spray comestible, que le dio un brillo nacarado precioso y muy elegante.
Por último, colocamos flores de diferentes tamaños por toda la parte superior de la tarta. Por un lateral situamos unas cuantas hacia abajo, como cayendo en forma de cascada.
A nosotras nos gusta que queden perfectas y sin flecos, así que después de pasar el cortador esperamos a que el fondant se haya endurecido un poco, y así los eliminamos fácilmente sin que las flores se espachurren.
¡¡Enhorabuena a los novios, y que tengáis una larga y feliz vida juntos!!