'Tateyama Beach'

Por Amoreno

El verano ya llegó y es temporada de playa. También en Japón.

No es esta la primera vez que voy a la playa en Japón. El verano pasado organicé con mis amigos de Tsukuba una excursión a la playa de Ooarai, una de las playas más famosas de la prefectura donde vivo, Ibaraki. Lamentablemente, la playa fue destruida durante el tsunami del 11 de Marzo y su cercanía a la central nuclear de Fukushima arrojaba serias dudas sobre si realmente disfrutaríamos de la experiencia como la última vez. Así que nos quitamos de problemas y el anterior fin de semana en lugar de ir hacia el norte nos fuimos al sur, a Tateyama, en el extremo de la península de Chiba.

Después de un año, muchos de mis amigos han ido como yo convalidando su licencia de conducir por el carnet japonés y nos sobran motivos para alquilar un coche y echarnos a la carretera. En esta ocasión nos apuntamos unas 20 personas a la excursión, así que alquilamos dos coches y utilizamos otros dos coches que unos amigos compraron de segunda mano.

El camino por la península de Chiba es bastante bonito desde el asiento del conductor. Viajando por la vía rápida de Tateyama Expressway nos encontramos paisajes preciosos, algunos incluso misteriosos como estas paredes de piedra construidas en lo alto de unas montañas. Supuse que se trataba del monte Nokogiri, en el que curiosamente habían estado mis amigos de Tokio hace poco. Qué casualidad. Tengo pendiente subir hasta allí arriba, cuentan que hay una estatua de Buda gigante.

La carretera que transcurre por ese tramo de Chiba pasa por numerosos túneles, uno se asombra cada vez que termina el túnel y aparece un paisaje verde de montaña.

Al cabo de 3 horas llegamos por fin a Tateyama. Me sorprendió gratamente encontrar un pueblo costero con tintes más mediterráneos que nipones.


La elección del destino no fue cosa del azar. Resulta que la Universidad de Tsukuba, donde estudio e investigo, dispone de varias instalaciones repartidas por todo el país a las que denomina centros de entrenamiento y que están a disposición de los estudiantes para realizar excursiones en grupo, actividades, seminarios, etc. Ser estudiante universitario en Japón tiene sus ventajas.

La Universidad de Tsukuba es una universidad pública japonesa, así que no nos esperábamos gran cosa. Cual fue nuestra sorpresa al descubrir una residencia situada en primera línea de playa.

Además de este centro de entrenamiento en Tateyama, cerca del mar, dispone de uno en Niigata, cerca de las montañas y de las pistas de esquí, y otro en Yamanashi, una ubicación pintoresca a los pies del monte Fuji. Lo mejor de todo es el precio para los estudiantes, poco más de ¥1000 la noche de estancia. Es una gran suerte.

La residencia de Tateyama se divide en secciones para chicos y para chicas. Dispone de todas las necesidades básicas y hasta un ofuro compartido.

No es un ryokan pero tiene pinta de residencia tradicional japonesa. Las habitaciones tienen suelo de tatami para compartir entre 10 personas con literas de futones. Lo encontramos todo bastante cómodo y por el precio no podíamos pedir más, la verdad.

Después de dejar el equipaje en la residencia y hacer el registro nos dirigimos a la playa. Qué ganas tenía. Las playas en Japón no es que sean una maravilla que digamos, la arena es negra y pegajosa, pero para mí es suficiente.

Esa tarde de sábado no había apenas gente, así que nos sentimos a nuestras anchas.

Hicimos lo que se suele hacer cuando uno va a la playa: tomar el sol, beber cervezas, jugar a las palas y a la pelota y pegarnos unos buenos baños. El agua no estaba demasiado fría y muy tranquila al no ser océano abierto.


Al final de la tarde nos quedamos a contemplar el atardecer sobre Kanagawa.

Ya por la noche, encendimos una barbacoa y preparamos carne a la parrilla. Más tarde estuvimos bebiendo cervezas a la luz de una hoguera en la playa. Como unos señores. Por un momento me olvidé completamente de que estábamos en Japón.

Al día siguiente, domingo, el grupo se dividió. Algunos se fueron a visitar el Castillo de Tateyama, que data del año 1580 aunque ha sido reconstruido.

Otros regresamos a la playa para seguir disfrutando del sol y del mar.

Al llegar a la playa, de nuevo hubo sorpresa al descubrir que se podía divisar el monte Fuji a lo lejos en el horizonte.

A pesar de que en verano la montaña suele estar siempre cubierta por nubes, ese día decidió asomarse tímidamente y nos regaló esta fantástica vista para el recuerdo.

Esa mañana estuvimos tomando el sol y disfrutando del baño en el mar. Vimos que había bastante gente practicando actividades acuáticas como el windsurf, las motos de agua, los barcos de remo, etc. Parece un buen lugar para pasar un fin de semana y desconectar, sin duda.

Por la tarde temprano iniciamos nuestro camino de regreso a Tsukuba haciendo casi el mismo recorrido a través de vías rápidas. Pagamos muchos peajes pero sin duda es mejor que circular por carreteras secundarias llenas de cruces con semáforos.

Llegamos hasta Tokio y de nuevo lo flipé conduciendo por carreteras elevadas. Cuando se trata de conducir por autopistas en Japón o por Tokio capital me encanta coger el coche. De los pocos viajes que he hecho en coche por Japón, Nikko y Kamakura, conducir hasta allí ha sido una buena parte de la experiencia.

La vista de Tokio desde la carretera elevada me pareció impresionante, sobre todo cuando llegamos a la altura de Tokio Sky Tree, la nueva torre de comunicaciones de Tokio que una vez sea inaugurada en 2012 se convertirá en la más alta del mundo.


Un broche perfecto para un fin de semana único en todo este tiempo que llevo en Japón.
El verano no ha hecho más que empezar así que habrá más ocasiones para ir a la playa. Quizás sean otros destinos, para seguir recorriendo el país. Por lo pronto, este pasado fin de semana hemos ido al parque acuático de Sanuma SunBeach (砂沼サンビーチ) en Ibaraki.

Nunca en mi vida he visto piscinas masificadas de gente como en Japón.