Tatuaje perfilado

Por Peineta

En esta vida hay cosas que te quedan grabadas a fuego, tu primer amor, tu primer beso, tu boda, tu primer plantón, tu primer coche, la muerte de tus abuelos, y  a mí en esa lista interminable me gusta poner  mi primer parto (no pierdo la esperanza de tener un segundo). Y digo para mí, porque me acuerdo como todo el mundo me repetía “Ay mujer, ahora lo ves así, pero en unos años se te ha olvidado todo”. Pues no señores, como bien dijo mi ginecóloga en mi última revisión de bajos, parquet y bóvedas superiores “generalmente la gente se olvida, pero es cierto que tú lo tienes muy grabado y lo recuerdas a la perfección”, sí querida lo tengo tatuada a fuego. Pero  ni corta ni perezosa pensé :nena tienes un blog, donde haces miles de terapias explicando los pormenores de tu vida, pues si pretendes intentar volver a ser madre, lo primero es cerrar un capítulo, así que todo el humor peinetero que puedas escupe por ese teclado todo lo que tu cerebro recuerda. Y aquí estoy dispuesta a ello, además así cumplo el deseo de una seguidora, que me lo ha comentado más de una vez por mail.

El monillo vino al mundo una fría (pero fría de cojones),  noche de diciembre, era martes . Lo que se dice avisar que venía lo hizo un día antes, un lunes y eso que el viernes según el médico estaba más verde que una lima. Yo soy de un dramático que acojona, si a eso le sumáis que mi resistencia al dolor es ínfima, haceros una idea de cómo lo viví todo. Eso sí a previsora no me gana ni el tato, las maletas estaban más que preparadas, así que mientras iba por el pasillo de mi casa cual bola rodante encima de la pelota de pilates, por eso de calmar las contracciones, me acordé del poco manejo culinario del gorila. Así que me encerré literalmente en la cocina, hice dos ollas de lentejas, un litro de crema de calabaza, estofado de pavo y arroz con verduras, por supuesto congele todo. Mientras esto sucedía cada hora me agarraba a la nespresso y echaba un grito de guerra en cada contracción. El gorila lleva el tema a su manera, creo que salió a hacer footing dos veces y respondía al aitona al móvil “hombre mucho no puedo decirte, está encerrada en la cocina, con música flamenca a tope y de tanto en tanto oigo un alarido, ya sabes en su línea”, por supuesto nadie más lo sabía, si eres primeriza no avises ni al tato, hazme caso sino la cosa toma unas dimensiones que puedes asustarte. Por arte de magia de 7 de la tarde a 11 de la noche paro la cosa. Cuando regresaron las malditas contracciones decidí llamar a mi amiga la gine, yo confío mucho en las batas blancas y decidimos ir al hospital por eso de asegurarnos que estamos de parto, sabiendo que nos devolverían a  casa. Eso sí hasta las 12.30 no nos fuimos, que echaban el último capítulo de “El internado” y no me había chupado yo toda la seria para quedarme sin el final, no soy nadie yo, vamos!. Pá verme, en el sofá con la pelota en el filo para ir haciendo idas y venidas cual bola de fuego por delante de la tele y en cada contracción que venía estrujamiento al brazo del gorila y si protestaba “ calla que no me entero de quien es el malo leñe”. Termino la serie de marras y nos fuimos para el hospital, os he dicho ya que hacía una rasca de coj… . En el hospital bien, hasta que los cables se movieron no me di cuenta y la residente soltó  “uy el feto está sufriendo quizás te tengamos que hacer cesárea” pegué un bote que ni Almudena Cid en las olimpiadas. Ya sabes cesárea kakakaka, biberón kakakaka (los mil estigmas de las maternidad). El gorila salvo aquello explicando el movimiento cableril, así que para asegurarse me tuvieron dos horitas más en observación y después, a la bonica a tu casa a  gritar  y pasar las contracciones que te queda para rato.

Mi santo esposo (ah no leñe que aún no ha claudicado), dejémoslo en el padre de la criatura, alias el gorila, empezó a roncar al mismo tiempo que mis contracciones. Yo empecé por rasgar las cortinas de la habitación, menos mal que eran del Ikea y no me dio pena, la barra de sujeción la llegué a doblar levemente (imagínense la intensidad de las pu… contracciones). Luego me fui al salón y…. mierda tengo estores (esto pal segundo niño lo tengo que cambiar) porque claro fueron 5 cortinas que no puede rasgar y aliviar mi dolor. Total que me agarré a la bola y grité, lloré, probé mil posturas del sofá para intentar descansar, hasta que me volví  a ver cuál Calimero paseando por el pasillo llevando la pelota en las cabeza y tirando con fuerza ( relaja más que sentada encima, háganme caso). Creo que fui a lloriquear al gorila unas cinco veces, en tres ni se enteró y en las últimas me decía “mira tu amiga la gine, viene mañana temprano a la pelu de abajo, que suba que te mire y ya decidimos vale…” llega  a decir cariño en la parte final de la frase y lo ahogo con la almohada allí mismo.

A las ocho y media de la mañana, me puse en jarras delante de la cama vestida con mierda chándal negro ( lo único que te entra en ese estado) una cara blanca como de haber estado en cinco afters, una coleta mal hecha y unos labios que ni la Angelina Jolie, completé mi look “ Street style parto” con mi bolsa en una mano la del niño en la otra y con unos cuantos decibelios solté: ya te estas levantado, ya te estas vistiendo, ya estas sacando el coche y ya nos estamos yendo.

De casa al garaje tuve que parar cada 5 min y doblarme cual conejo para soportar las pu….contracciones.

Si os parece lo del hospital os lo cuento en la siguiente, que por hoy el perfil del tatuaje ya queda listo, dejamos que se seque y ya otro día lo rellenamos y le pones el color, os parece?? (prometo no demorarme)

*Este post ha nacido por necesidad terapéutica, pero también porque hace escasos días que he sido tia postiza de un precioso niño que ha nacido en Viena y creo que me ha hecho pensar que las cosas pueden ser diferentes. Este post va por Jaio y el siguiente por Moni, entiéndanlo son dos partos que voy a vivir casi en directo