Tauriel: la hija del Bosque Negro frente a los puristas de Tolkien

Publicado el 18 enero 2015 por Sonia Herrera Sánchez @sonia_herrera_s

Ya hablé en este blog anteriormente de mis afectos desordenados hacia la obra de J. R. R. Tolkien y me reafirmo agarrándome a aquella frase tan manoseada de Blaise Pascal: “Le cœur a ses raisons que la raison ne connaît point”. Yo soy más de creer que ambas cosas deben ir relacionadas y, aunque en este caso la emoción gana por goleada a la razón, he encontrado nuevos motivos para mantener la esperanza incluso tras un acercamiento feminista al mundo de la Tierra Media.

Como decía hace poco María Castejón en una entrevista para 500 días de cine con ella, se puede hacer un análisis feminista de cualquier film y El Hobbit no está exento de tal análisis.

Si bien es cierto que ninguna de las seis películas de la saga (incluyendo los tres films de El señor de los anillos) pasarían el test de Bechdel ni por asomo y que la brecha de género en la famosa obra de Tolkien es tan grande como el propio Abismo de Helm -de los 33 personajes activos que aparecen en El Hobbit, aproximadamente, solamente 2 son mujeres- también lo es que la inclusión del personaje de Tauriel en las dos últimas entregas de la saga hace tambalear los cimientos patriarcales de la obra.

He trabajado con anterioridad sobre adaptaciones cinematográficas de obras literarias [ver artículo “Los puentes de Madison: una mirada de género” (Fotocinema)] y la polémica siempre rodea el mismo punto: ¿son legítimas las licencias autoriales en una adaptación cinematográfica de una obra literaria cuando estas pueden aportar valores más igualitarios que los de la obra original?

Los puristas de Tolkien, que atacaron sin piedad esta invención de Peter Jackson y Fran Walsh, dirían que no. Yo, por el contrario, la aplaudo y les doy las gracias por su creación de un personaje femenino relevante dentro de la trama, de una líder independiente y comprometida, de una guerrera con arrestos, fuerte, poderosa y emocional a la vez. Les doy las gracias por ella y por el bonito triángulo amoroso (hetero, porque a tanto no ha llegado el riesgo…) que nos brindan entre Legolas, Tauriel y Kili y la preciosa relación “interracial” entre Tauriel y este último (elfa y enano, respectivamente) que gana peso en la última película de la trilogía, porque todo ello muestra que “adaptar” no significa “transponer” sino “reescribir”, proyectar desde una lente distinta, reconfigurar…

Si queremos deshacernos del imaginario sexista que ha invadido históricamente nuestro acervo cultural, será justo y necesario que nos tomemos esas licencias o seguiremos haciendo gala de un estúpido gatopardismo porque no cambia nada (aunque lo creamos) y todo sigue igual si el cine y la cultura en general siguen otorgando el protagonismo hegemónico a los hombres y continúan reproduciendo los mismos estereotipos sexistas que imperaban en 1937, año en el que El Hobbit fue publicado en el Reino Unido.

¿O es que acaso las mujeres que hemos leído a Tolkien y nos hemos imbuido de su magia y de la cosmogonía que imaginó no podemos aspirar a identificarnos con personajes femeninos sustanciales cuya aportación a la acción vaya más allá de ser un elemento decorativo o del arquetipo novia-esposa-madre? ¿Acaso no es posible actualizar la historia e ir más allá de lo escrito?

Sobre esta misma cuestión se interrogaba Margarita Carretero ya en 1998 en su artículo “¿Las chicas son guerreras?: recepción femenina de The Lord of the Rings”, mucho antes de que Jackson llevara la obra de Tolkien a la gran pantalla con algunas variaciones…:

“¿qué pasa con las mujeres? Es cierto que hay muchísimas interesadas en la obra de Tolkien pero, en cuanto a las que aparecen en The Lord of the Rings ¿existe la misma variedad en comparación con los personajes masculinos? ¿Hay un equivalente femenino de Sam con el que la lectora pueda identificarse más fácilmente a nivel inconsciente, una figura protectora femenina del calibre de Gandalf y un homólogo femenino de Aragorn que se muestre como ideal al que aspirar? La respuesta es afirmativa sólo en el segundo de los casos (Galadriel) y lo es parcialmente en el tercero (Éowyn). (…) considero que el motivo principal por el que The Lord of the Rings parece atraer con menor intensidad al público femenino lo constituye principalmente la escasez de personajes femeninos con los que la lectora pueda identificarse”.

Sin duda, la presencia femenina (y las ausencias) en el género fantástico -literario y cinematográfico- de las últimas tres décadas requiere, a mi juicio, un análisis pormenorizado. Es necesario revisar las obras, reinventarlas y proponer nuevos caminos de creación desde una perspectiva feminista porque la magia, las aventuras y los viajes iniciáticos no pueden seguir siendo patrimonio exclusivo de los varones. Y es que más allá de la bruja malvada e impía, de las hadas saltarinas y de la princesa virginal y translúcida (ya sea ésta elfa o mortal), existe toda una gama de personajes que hasta ahora nos han sido vetados. Va siendo hora de reinventar el género, de apropiarnos de dichos personajes y crear dentro de ese mundo fantástico nuevos seres femeninos, queer, trans, heteros, lésbicos… ¿por qué no? Puestos a imaginar, creemos mundos más justos y diversos, mundos -como decía el Subcomandante Marcos- donde quepan muchos mundos.