Taurinismo minoritario

Publicado el 30 junio 2012 por Ruta42 @ruta42

Ilustración de Joseba Morales.

Dos hombres entran a la arena del circo, se miran el uno al otro de forma desafiante, empuñan sus armas con firmeza mientras cientos de romanos observan desde sus asientos. Solo uno saldrá con vida, pero es imposible asegurar quién de ellos será.

Los vítores resuenan, en las paredes rebotan los gritos y los aplausos mientras la muerte de un hombre está en juego, pero es solo eso y nada más, un juego para ver y divertirse, no importa nada más. Realmente da igual quién vive y quién muere, es el espectáculo lo que cuenta.

Uno avanza y golpea, su oponente lo esquiva y lanza al aire el filo de su espada. El arma impacta en el costado del contrario, la sangre empieza a brotar pero todavía queda lucha por delante, únicamente se ha derramado la primera gota. El público casi enloquece de euforia, sus voces se elevan todavía más, el olor de lo que está por venir acelera sus corazones.

Se miran de nuevo. El sudor resbala por su piel mientras esperan el movimiento del otro. No saben qué harán, solo que pase lo que pase la vida de uno se saldará con la del otro. La arena está llena de huellas, de marcas de sangre y partes de alma, de espíritus quebrados y de un ansia de libertad que ha quedado en el pasado.

El miedo domina la situación. Se lanzan de nuevo el uno contra el otro, las armas chocan y una cae al suelo. Su espada vuelve a surcar el aire pero no hay escudo, solo su mismo brazo se interpone entre su filo y la segura muerte. El dolor es tal que logra que se tambaleé, sus piernas fallan y está frente al que debería ser su adversario, pero no es tal ya que no hay una ofensa, solo son marionetas de una ovación.

El cuerpo yace inerte mientras el charco de sangre se extiende, pero ya está hecho y el público grita lleno de pasión.

Pero no ha sucedido así, no realmente y nunca lo hace. No entran dos personas y no es en un circo romano. Uno de ellos es un animal, perdido y asustado. No entiende qué pasa, no puede hacerlo, y lo único que siente es miedo, un miedo que se convertirá en furia para intentar salir con vida. No sabe que no podrá, desconoce que todo está orquestado para que su muerte sea inevitable.

No hay nada de valiente o de honorable en un combate que es totalmente desigual, en forzar algo que no debería suceder, una lucha por diversión y espectáculo. Pero si es cierto que el público mira y disfruta, que esperan esa ansiada primera sangre que lo único que demuestra es quién es realmente el animal y quién la víctima de un asesinato.

Igual de veraz es que una muerte marcará el fin y el paso al recuerdo, al olvido eterno y el abandono al aplauso.

Pero todo se permite y se perdona, así debe ser ya que es la fiesta nacional, una tradición de nuestro país y de nuestra cultura.

Doc Pastor

Hace tiempo inicié Ruta 42 (@ruta42 en Twitter), una gaceta para la que dedico la mayor parte de mis escritos y fotografías. También colaboro actualmente con el periódico AQUÍ en Valladolid y en la revista LaRAÑA de Sevilla. Cuando no estoy por aquí es que estoy jugando con mi perrito (se llama Loki).

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