Comencemos analizando el concepto de libertad. Libertad es una palabra cuyo concepto primogénito encierra una energía especial, porque su procesamiento es tarea natural y exclusiva del centro emocional, pero muy astutamente los amos modificaron la octava de tal manera, que tomó el control de procesamiento el centro intelectual asociándola directamente con la democracia, usted es libre si vive en democracia, de lo contrario no lo es.
La libertad implica todo un conjunto de sentimientos que no refleja en absoluto a quien está asociada, usted no es libre de nada, toda decisión está normalizada por leyes hechas en realidad para dominarlo y que ni siquiera usted estuvo de acuerdo ni formo parte de su creación. Libre es ser dueño de sus actos en su totalidad, sin nada ni nadie que le diga cuando, donde, que y como hacerlo, solo usted y su consciencia son dueños de su libertad, sin representantes ante nadie, pero en su defecto la democracia se hizo cargo como representante de su libertad defendiéndola con la supuesta “justicia”, y aquí entramos en la segunda y aberrante mentira, la justicia, ¿que es ser justo?, acaso es justicia dejar que mueran niños por inanición, o tal vez justicia es estar encerrados en nuestras casas mientras los delincuentes hacen y deshacen a su antojo, o quizás justicia es tener que pagar por todo lo que uno tiene como si fuera alquilado, o justo es tener que comprar un pedazo de tierra para vivir, ¿quien es dueño de la tierra, los poderosos, los que disponen de dinero?, ¿acaso no nos pertenece a todos por haber nacido en ella?, ¿justicia es que la salud, la educación y la vivienda sea un derecho solo para los que tienen dinero? ¿justicia es que se permita lo que se permite y no se permita lo que se tiene que permitir?. La justicia es una gran mentira, una perversa ilusión que usan para dominarnos, la única justicia verdadera es la del amor, claro que no esta permitido ejercerlo, no sea cosa que seamos realmente justos con nosotros y con los demás. Pero por suerte tenemos a la religión, que cura nuestras heridas y alivia nuestro sufrimiento, la religión del Demiurgo de la tierra, la religión que nos cobijo en la inquisición, que nos protegió en las guerras, que nos alimento en la desgracia, que nos aclaró todas las dudas del alma, que nos dió amor y nunca nos amenazó con el castigo divino, que nos protegió del miedo a la muerte mostrándonos el infierno, la religión que enarbola la bandera del sufrimiento en la pasión de su representante, y lo muestra muerto y crucificado, en vez del amor y la vida con las enseñanzas del mismo, la religión que con su fortuna y sus bancos (Santander y otros) se ocupa de los necesitados, si, por suerte tenemos esa religión que respetan los políticos porque es su socia en justicia y libertad. Políticos que ejercen la política para someter, engañar, robar, dominar, defraudar, manipular, en representación de la “demo-nio-cracia” y en nombre de la ciudadanía, sus esclavos, perdón, quise decir empleadores, porque son nuestros empleados ¿no?, nosotros los elegimos, les pagamos sus descomunales sueldos, les damos sus ilimitados poderes, le engordamos su ego y su bolsillo, todo para que nos representen, defiendan, protejan, etc. Que ironía, el patrón le dió el poder al empleado y ahora ni siquiera se da cuenta de ello, porque el programa esta implantado, el monstruo de cuatro cabezas está en cada uno de nosotros, defendiendo su existencia con uñas y dientes para que nos siga devorando, poco a poco, disfrutando su exquisito banquete de unidades de carbono. Corderos de dios, corderos de los amos, corderos de sus representantes, corderos de nosotros, corderos de corderos.
Esta es la cruda realidad, sin vueltas ni análisis, sin justificaciones vacías, sin programas protectores, sin filtros que suavicen, solo la realidad subjetiva, la realidad general es otra cosa, porque con un solo movimiento la realidad subjetiva sería diferente y todos nosotros seríamos los amos y ellos los esclavos, pero eso tampoco sería justo, porque el cambio de roles no es la solución, justo sería mostrar todas las cartas para poder elegir la mejor para todos, y eso solo se logra con amor, esa extraña palabra que cuesta tanto entender y procesar correctamente, la que nos conecta con la fuente y nos hace realmente libres y justos.
Fuente: Detras de lo aparente