Te echas de menos

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

Echas de menos conocerte más, perdonarte más esas mil pequeñas cosas que querías ser y que no eres y no importan, aplaudirte más incluso cuando te equivocas... Echas de menos caminar a tu lado y serte fiel cuando las cosas se ponen complicadas y el mundo te critica. Echas de menos haber sido capaz de decir que no cuando decir sí se te hacía cuesta arriba, pero no te sentiste con ánimo ni de hacer oír tu voz.

Echas de menos ese lugar, aunque puede que nunca hayas estado en él, en el que no tienes que competir con nadie para encontrar tu sitio, ni demostrar nada. Echas de menos, tenerte cerca, saberte cerca, confiar en ti, reconocerte y valorarte... Crees que echas de menos que te digan lo mucho que haces y lo que vales, que valoren tu trabajo y los pequeños detalles que lo definen en el día a día. Tu forma de ser, tus logros académicos, tu experiencia laboral, lo buena persona que intentas ser, lo mucho que ayudas a otras personas... Todo eso que crees que necesitas que alguien lo vea y lo note aunque a veces parece que ese alguien no existe o está muy despistado.

Crees que necesitas que lo vean y lo sepan, que lo tengan en cuenta al mirarte, que conste en tu expediente, que cuando te miren no vean sólo lo que eres sino lo que haces, lo mucho que te esfuerzas, lo mucho que has conseguido a base de pequeños pasos...

Crees que necesitas que te reconozcan y te encuentren, que te elijan y te pongan una nota muy alta hasta la próxima encrucijada, hasta la próxima prueba, hasta que tengas que volver batirte en duelo contigo mismo por demostrar que vales, que mereces, que puedes, que estás ahí siempre... 24 horas, 365 días, día y noche, sin descanso, sin permiso, sin bajar la guardia, sólo con algún instante para respirar profundo y recalcular la ruta, sólo con alguna tarde para poder pesar y medir, repasar resultados y continuar insistiendo, mientras notas el cansancio de alguien de no para, que no se da tregua, que siempre necesita demostrarle al mundo que hace todo lo posible para merecer, para ser digno, para sacarse de encima esa culpa inmensa y pesada por no sentirse suficiente, por no ser perfecta, por no tener ganas a veces de seguir, por no poder más...

Crees que necesitas que te miren y te vean, pero en realidad, necesitas mirarte y comprenderte. Bajar el listón y darte descanso. Crees que necesitas ser mejor pero en realidad necesitas permitirte fallar y caer, reconocer errores y abrazarlos para ver qué pasa, qué te dice la vida, qué puedes aprender y qué debes soltar y ahora estás agarrando a ello sin darte cuenta.

Crees que necesitas que te valoren pero en realidad necesitas darte valor tú. Descubrir que no eres un resultado, una meta, un sueño... Por hermoso y excitante que parezca... Que no eres la persona que duerme a tu lado ni la versión edulcorada y sumisa que finges ser a veces para que no se vaya, porque temes quedarte a solas contigo y hacerte preguntas, hacerte promesas y notar ese vacío enorme que tapas con ella y que cuando estás muy cansado no consigues disimular.

Crees que necesitas quedar bien con el mundo, con el jefe, con tus amigos, con todas las personas que se cruzan contigo cada día, pero no es cierto, necesitas quedar bien contigo. Sin mentiras, sin disimulos, mirarte a los ojos y decirte qué quieres, qué detestas, qué necesitas de verdad, qué no soportas... Y dejarte llevar por lo que eres. Sin esperar coronar la cima desde la que se te permita ser tú, porque si finges en el camino para llegar, cuando llegues arriba tendrás que seguir fingiendo... Porque no te definen tus metas, sino tus ganas, la paz que llevas contigo a cada paso, la imagen que tú tienes de ti mismo.

Crees que necesitas una vida perfecta para amarte y aceptarte pero en realidad esto va al revés, necesitas amarte y aceptarte para tener una vida de verdad... Una vida imperfecta pero real, una vida que atiende a tus necesidades y que no está diseñada para morir sino para vivir, que no se encamina a demostrar ni buscar resultados sino que se vive sin más expectativa que ser vivida...

Crees que echas de menos que te piropeen, que te abracen, que te busquen, que te amen (y todo eso es genial y necesario) pero en realidad te echas de menos a ti, sintiendo a cada instante lo maravilloso que eres, notando cuánto mereces esa paz que buscas, aceptando absolutamente lo que sientes, lo que deseas, lo que eres.

Crees que echas de menos el reconocimiento ajeno, pero en realidad echas de menos reconocerte tú.

Te echas de menos a ti siendo tú y encontrándote contigo. Sin intermediarios, sin pensamientos basura que te pidan que seas otra cosa, sin nadie que merodee alrededor dictando otras normas, sin mirar de reojo al mundo esperando satisfacerlo...

A veces, cuando te engañas con otras versiones de ti que no son verdad, te echas de menos a ti mismo...

Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2023/02/13/te-echas-de-menos/