Es lunes, son las 9 de la noche, hoy ha sido un día agotador en el trabajo. No has podido acabar el informe que tienes que entregar sin falta la semana que viene, no has podido hacer limpieza de tu bandeja de entrada… Al llegar a casa, los niños se han portado muy mal, estaban de muy mal humor… ¡Solo quieres irte a dormir ya!
Es lunes, son las 9 de la noche, te estás preparando para ir al gimnasio, los niños ya duermen, habéis jugado toda la tarde muy tranquilos. En el trabajo has dado los últimos retoques al informe que tienes que entregar la semana que viene y has puesto orden a tu bandeja de entrada.
Te apetece mucho ir a la clase de zumba de hoy.
¿Cuál crees que es la clave para que la primera situación se convierta en la segunda? ¿Una mejor gestión del tiempo? O más bien… ¿Una mejor gestión de la energía?
Según los autores americanos Jim Loehr y Tonny Schwartz (The power of full engagement), cómo gestionamos nuestra energía (no nuestro tiempo), es la clave para mantener un “alto rendimiento” y llevar una vida sana, feliz y equilibrada.
Postulan que hay 4 niveles distinto de energía, que forman una pirámide: la física, la emocional, la mental y la espiritual. En la base de la pirámide encontramos la energía física y en la cúspide la espiritual.
La energía física, nos hace resistentes y permite la recuperación emocional y mental. Para conseguir maximizar nuestra energía física, debemos tener y mantener nuestro cuerpo en las mejores condiciones. Esto se consigue con una alimentación saludable, realizando ejercicio físico de manera regular, teniendo una buena rutina de sueño, manteniendo un peso sano y cuidando de nuestra salud física.
La energía emocional, afecta la calidad de nuestra energía, crea el clima interno para llegar a nuestro máximo potencial. Gestionar bien nuestra energía emocional nos hace sentirnos felices, serenos, estimulados y confiados. Tener una actitud positiva, hacer cosas para nosotr@s y mantener unas relaciones personales saludables es la base para conseguirlo.
En el siguiente nivel, se encuentra la energía mental, que focaliza la energía física y emocional en lo que estamos haciendo. Para mejorar nuestra energía mental, desconectar cada 90-120 minutos, practicar el mindfulness (estar presentes), organizarnos y priorizar y meditar son claves.
Finalmente, el energía espiritual, es nuestra fuente de motivación, determinación y resistencia. Saber bien qué es lo que queremos, tener claro nuestro propósito y nuestros valores y actuar acorde a ello nos hace estar satisfechos con nuestra vida y nos proporciona esta energía espiritual.
Según estos autores, establecer rituales que promueven la oscilación entre el gasto de energía y la recuperación es el modo de conseguir la máxima energía en todos los niveles.
Y tu, ¿cómo gestionas tu energía?