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Ven. Te invito. A mi fiesta, a mi patio, a compartir mis sueños. Hagamos una fiesta. Decoremos el patio con guirnaldas de risas, con jarrones de flores, con carteles de miradas. Preparemos bebida y comida. Unos kilos de bocatas de buenos momentos, con pan recién hecho. Al lado, entremeses de mirada ibérica, de frente, por supuesto. Aunque no estaría de mas poner alguna rebanada de miradas a escondidas, que hay gustos para todos. Y algo dulce, por ejemplo, unos bombones rellenos de caricias, algunos de dedos en el pelo, y otros más de besos a la lluvia. Por supuesto, no puede faltar algo picante, quizás unos bocatines de ironia, algún que otro paté a las finas puyas, y un pellizco de humor negro para untar.
Y cantemos, bailemos. Disfrutemos del otro, del patio. Del despistado, del sonriente. Del amante, del vecino. Del que sólo mira, del atento, del que mira, del que escucha. Del vecino paciente, de la señorita linda, del atractivo feo. Del que cumple 18, del que llega a los 50. Del tendero, del cliente, del que calla, del que siente. De todo el patio, de sus rincones, de los que se apoyan, de los que pasean, de los que mantienen.
Te invito. Ven. En mi patio, en el tuyo.
Y gracias a todos por venir, y sobre todo, por estar.
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