¿Te proteges o te lanzas?

Por Codigoxy



Seducir es algo agotador. Aunque sea una actividad realizada sin vocación. No hace falta querer convertirse en Mata Hari o en James Bond para entrar inocentemente en el juego de 'gustar' a otra persona. Forma parte de nuestra actividad natural y el resultado positivo nos produce tal subidón que merece la pena el esfuerzo invertido en ello. 

No siempre se trata de seducir a tu pareja-objetivo, a veces es sólo el interés por gustar y obtener aprobación externa. Pero dada la temática del blog yo voy a entrar 'a saco' en el tema que nos ocupa... la seducción por interés sexual o 'amoroso' (según lo queráis definir). Y como soy mujer, no me esforzaré por dar el toque políticamente correcto (lo siento, no es mi objetivo resultar neutral), sino que hablaré de cómo lo veo yo, desde mi punto de vista.

A partir de determinada edad todos estamos en el 'mercado' con cierto equipaje a cuestas. Es raro el que no ha padecido una decepción, un fracaso emocional e, incluso, un tortuoso fin de relación. Lo queramos o no, estas experiencias nos pesan mucho a la hora de iniciar una relación y seguir adelante con nuestra vida amorosa. Creemos que hemos superado cosas pero no nos damos cuenta del poso que deja la experiencia emocional previa. Y tenemos que apañarnos con ella a la hora de gustar y que nos gusten.

Lo peor de esta mochila emocional es que no siempre somos conscientes de ella. O no sabemos medir su peso. Creemos que todo está bien porque ha pasado tiempo desde la última vez que nos hicieron daño. Pero, aún sin darnos cuenta, solemos achacar este dolor en forma de inseguridad, prudencia o autoprotección. 

No sé si medimos más el impedir que nos hagan daño o el no hacerlo nosotros. Hay personas que seducen al contrario con un cuidado brutal por no 'hacerle daño'. Vamos, que a nada que detectes tanto cuidado por no ser 'encantador', terminas por querer decirle "oye, majo, no voy a caer rendida a tus pies solo por salir dos veces y que me sonrías con encanto, no eres tan irresistible". 

Estos perfiles a mí me crean mucho agotamiento. Está bien que el chico que te gusta no te haga concebir falsas esperanzas, y la comunicación es vital para entendenderse, así que las señales claras de cómo va el tema se agradecen, pero siempre y cuando las señales de 'no siento nada profundo por ti' no se conviertan en el menú básico de los encuentros, pues las primeras citas sirven para conocerse, ilusionarse y dejarse llevar por alguna emoción irracional, y tanta cautela, tanto mensaje de 'stop' termina por hacerte creer que es desproporcionado el esfuerzo que va a llevarte estar al lado de un seductor tan blindado.

Hablando con amigos, en alguna ocasión me han dicho aquello de 'yo soy así y la chica que esté conmigo tendrá que quererme como soy'. 

Sí, claro, encanto, pero tus secretos ocultos son eso... tesoros encerrados en el fondo del mar,  porque las maravillas de cada uno están guardaditas bajo llave en el rincón de nuestras intimidades y sólo con el roce y la comunicación podemos llegar a detectar semejante joya encerrada bajo llave. Pero si en la comunicación que llevamos a cabo cuando nos estamos conociendo no te esfuerzas un poco en dejarme ver qué ocultas en el trastero de tus capacidades, me temo que sólo tu madre va a saber que tiene un ser magnífico durmiendo bajo su techo, ya que yo no puedo seguir haciendo prospecciones de minero para saber si me merece la pena quedar contigo en otra ocasión.

Obviamente encontrar el punto medio es complicado, de ahí lo divertido de este juego. Nos tenemos que arriesgar e ir calibrando la manivela de la seducción para resultar atractivos pero no dar falsas esperanzas si no existen. Yo, no obstante, llegado el caso de tener que 'pasarme' de la raya siempre preferiré ser coherente con lo que estoy haciendo, y si me he metido en este lío de averiguar si este chico me gusta o no, o si yo le gusto a él, intentaré mostrarle mis encantos, intentaré ser agradable y maravillosa. Si el muchacho se confunde y piensa que lo tiene todo ganado conmigo sólo porque mis mensajes le resulten muy positivos o favorables... Ya habrá ocasión de explicarle las limitaciones de mis sentimientos. Pero me niego a perderme la ocasión de dar con mi príncipe azul sólo porque me dedico a encontrarlo mostrando mi 'yo' más reservado y ahorrador. Mis encantos existen para poderlos mostrar y compartir. Y quien los sepa valorar tendrá, antes, que conocerlos, así que no me voy a proteger en exceso de las malas interpretaciones. A fin y al cabo la capacidad del otro para apreciar esta muestra de cortesía será también un punto a su favor y un pasito más para que de verdad yo le convierta en mi hombre.

¿Cómo medís vosotros el alcance de vuestra seducción? ¿Os protegéis para evitar que os dañen?¿Preferís proteger al otro para que no se lleve falsas esperanzas? ¿Y cómo combináis esa prudencia con la espontaneidad y la sinrazón de un enamoramiento?
EDITADO:

Creo que para ser justa debo reconocer una hipótesis estupendamente expuesta en mi admirado 'Intersexciones', que me hace reír por lo obvio que es y lo mucho que a las mujeres nos cuesta, a veces, asumirlo: el tema de 'no le gustas'. Según este post tan bien escrito, si a un hombre le gusta una mujer, actúa. Es decir, que no actuar, dar largas, no implicarse o no arriesgarse puede no ser sólo muestras de que es un mal seductor sino que a lo mejor simplemente no le gustas lo suficiente.
Así que para que no me quede un post tan 'autocomplaciente' y ñoño, os dejo también abierta esta puerta al debate... ¿Y si él no nos seduce porque no le gustamos? ¿Cuántos intentos más vamos a llevar a cabo para que nos muestre sus encantos? Es probable que el pobre esté dándonos su versión más 'light' para que nos cansemos y nos vayamos sin ponerle en la difícil posición de explicarnos nada. Mmmmmmm. Buen tema entonces para seguir con el debate, que se complica y enreda....XD.