Una de las guerras que tenemos todos los años con Bicho, nuestro hijo TEA, es el cambio de armario.
No me refiero al acto en si de sacar toda la ropa de la temporada pasada y meter la de la nueva temporada. Me refiero a pasar de ponerse ropa de abrigo (mangas largas, pantalones largos) a ponerse ropa de verano (mangas cortas, pantalones cortos, sandalias).
Como sabéis, uno de los rasgos más comunes del TEA es la inflexibilidad. Las personas con este trastorno se caracterizan por ser demasiado inflexibles, lo que les impide adaptarse de manera adecuada a los cambios que se generan en el día a día. La ropa es uno de estos cambios; en muchas ocasiones, suelen tener problemas para ponerse ropa nueva que nunca se han puesto, o para cambiar de ropa larga a corta o viceversa.
Mi hijo muestra este rasgo, y cada vez más acentuado, a medida que pasan los años.
Durante el mes de abril estuvimos preparando el terreno, anticipándole a Bicho que pronto haría calor y pasaríamos a las camisetas de manga corta. En mayo hicimos efectivo este cambio y fue más o menos aceptable. El paso de pantalones largos a pantalones cortos fue un poco más complicado, pero con mucha paciencia y buena letra, también se consiguió.
No obstante, ahora estamos con el tema de las zapatillas… y ahí veo cada nubarrón que estoy a punto de perder la esperanza. Solo quiere sus zapatillas deportivas, no quiere ni escuchar hablar de otros zapatos, y mucho menos sandalias.
Estamos a final de junio, el calor empieza a ahogar y creo que mi hijo estaría más cómodo si se despojara de sus calcetines y zapatillas y usara unos zapatos más fresquitos, como por ejemplo, sandalias. Los primeros veranos lo conseguí. El verano pasado ya no pasó por el aro, a pesar de la anticipación, de involucrarle en el proceso de compra y adquirir las sandalias que él quiso… Se quedaron nuevas, ni una sola puesta. Me dolió en el alma cuando me deshice de ellas, porque no se habían usado más de 10 minutos.
Hoy me debato entre intentarlo de nuevo o desistir. Llevo dos semanas preguntándole a mi hijo si quiere unas sandalias, me dice que sí, que se las pondrá todos los días, pero eso ya me lo dijo el año pasado… La cuestión es que hoy es el día más ideal para ir a por ellas, y no quiero que vuelva a pasar lo del año pasado. Al fin y al cabo, sé que debe ir con lo que más a gusto se encuentre, y que no pasa nada si se pasa todo el verano con unas zapatillas cerradas, pero también me gusta mirar por su bienestar y sé que pasa calor con las zapatillas de deporte, porque cuando se las quito tiene los pies llenos de sudor.
Se que no soy la única madre a la que le cuesta horrores estos temas con su hijo; que muchas más familias pelean lo mismo que estoy peleando yo…
En serio, nunca pensé que el acto de ponerle unas sandalias a un niño fuera tan complicado… y peleas como estas me agotan emocionalmente.
Y vosotr@s, ¿Qué haríais en mi situación? ¿Arriesgarme a comprarle las sandalias, o dejarle que vaya con zapato cerrado todo el verano? Contadme en comentarios, ¡OS LEO!