La decisión de llevarlo a cabo tuvo su tiempo de maduración incluyendo reuniones con directivos - locales y canadienses, que debieron ¨soportar¨ mi rústico inglés -, entrevistas por Skype y hasta una visita a Jujuy.
El armado del evento llevó más de un mes y me generó una cuota interesante de adrenalina y ansiedad. Estaba inquieto y algo asustado. El resultado fue, como suele suceder, diferente a lo que esperaba pero muy superior a mis expectativas.
Durante tres días compartimos charlas, trabajos en conjunto, información y reflexiones. Hubo espacio para actividades al aire libre, hacer música juntos, disertaciones y hasta un curso de cocina y coctelería.
En el caso de Mina Pirquitas, el compromiso social con las comunidades que rodean a la mina, le agrega a los objetivos propios del trabajo, la vocación por ayudar y entender la fascinante y compleja urdimbre cultural de quienes trabajan en el complejo. Sabemos muy poco de la importancia y el impacto social que tienen estas empresas; desde enseñar a manejar para poder dar trabajo, hasta construir puestos sanitarios, escuelas, o poner en marcha campañas de prevención de todo tipo y proveer de médicos y vacunación forman parte del trabajo diario.
Estas particularidades hacen que sea difícil organizar encuentros en los que puedan participar todos los integrantes de los equipos de trabajo. Fueron los mismos participantes quienes detectaron la necesidad de reencontrarse, así le dimos forma a este evento.
La ¨llama¨ del ¨afecto grupal¨ se volvió a encender rápidamente y mi trabajo consistió en encauzar esa energía en los objetivos que tenía planteados. Fue, también una excelente oportunidad para que el grupo interactuara con el gerente general, conociéndose mutuamente y enriqueciendo la relación personal (la matriz de cualquier éxito).
En el marco de un hotel que brindó una estructura cómoda y con los objetivos en claro, compartimos el recorrido por la historia de la Mina desde sus inicios, hasta imaginar el futuro. Hablamos sobre los puntos difíciles y definimos ¨próximos pasos¨. Hubo tiempo para generar conversaciones personales entre todos los integrantes que, desde ya,
fueron el momento más enriquecedor y motivador por la calidad de los encuentros, sugerencias y emotividad.
La energía que sostiene y mueve al equipo fue promoviendo ideas y aportes.
Hicimos trabajos con música, nos prepararon tragos para abrir el apetito, cocinamos juntos en la escuela del Gato Dumas, trepamos por sogas y tirolesas - aguantando un frío de aquellos - y escuchamos las vivencias de referentes que nos hicieron crecer (en la foto pueden ver a ¨Los Leones¨ con Cachito Vigil, uno de los ¨platos fuertes¨ de estas jornadas).
Nos divertimos, hicimos pactos y compromisos, tomamos conciencia de la responsabilidad que viene con el rol y la sensación del trabajo bien hecho, emergió merecidamente.
También llegó el momento de la despedida. Hubo libros de regalo con su correspondiente dedicatoria...y más emociones.
Sólo me queda decir, GRACIAS!
Gracias por el placer de hacer mi trabajo.