Teaser Monday: El Visitante de Vallemedio de Ester Pablos.

Publicado el 12 febrero 2019 por Entre Libros Y Tintas @EntreLibrosyTin
Hoy vengo a hablaros de una de las novelas en cuya lectura ando inmersa actualmente, es El Visitante de Vallemedio de la autora Ester Pablos, publicada por LxL Editorial dentro de su Sello UpBook, que publica novelas de género juvenil, fantasía, acción y aventuras
Es sin duda una novela ligera de leer y bastante ágil, recomendada para los amantes de las aventuras y la fantasía.
La novela la he conocido gracias a una Lectura Conjunta organizada por Pilar del Blog Mi tarde junto a un libro.
Sin mucha dilación, os dejo con el Teaser Monday de El Visitante de Vallemedio de Ester Pablos, una novela de la que en breve dispondréis de su reseña.
Espero que lo disfrutéis y ver vuestros comentarios 💕
Cada vez que asomaba la cabeza, otra ola la sumergía de nuevo. Sus músculos estaban cada vez más debilitados a causa del esfuerzo que suponía mantenerse a flote con aquel vendaval. Pronto, no podría salir a respirar y se hundiría sin remedio.
Ya no podía ver nada. El mar la había envuelto en un abrazo gélido y sus ojos solo captaban una oscuridad enfermiza y letal. Le dolía todo el cuerpo y sus pulmones ardían.
El miedo la atenazó y, de pronto, cayó en la cuenta de que no iba a ser tan fácil salir de aquella situación.
Entonces, una sombra pasó junto a ella tan veloz que ni siquiera pudo distinguir su silueta con claridad. No sabía si la falta de oxígeno estaba pasándole factura o si se trataba de alguna bestia marina dispuesta a devorarla. De cualquier manera, ya no podía aguantar más la respiración. Su boca se abrió por un acto reflejo y tragó agua. Pataleó desesperada, con el pecho a punto de estallar y la sangre martilleando sus oídos.
En aquel preciso instante, una figura oscura se materializó delante de ella una vez más. Algo la sujetó por la cintura y tiró de ella hacia la superficie como una flecha. La joven tenía la vista borrosa y no sabía quién o qué la estaba impulsando hacia arriba. Tampoco le importaba. Solo quería respirar de nuevo.
Cuando el viento acarició su rostro, tosió repetidas veces. Aspiró varias bocanadas de aire, aún con los ojos cerrados, y cuando por fin los abrió, se quedó petrificada. Casi tuvo la certeza de que su cara había adquirido una tonalidad azulada, y no había sido precisamente por la falta de oxígeno. Un rostro, si se podía llamar así, se alzaba a pocos centímetros del suyo. Unos ojos oscuros y hundidos sobre una superficie escamosa en la que no se distinguían ni orificios nasales ni boca le acababan de dar la bienvenida.
Nadya tragó saliva y su cuerpo se tensó. Casi podía notar las garras de la sirena clavadas en su abdomen. La fuerza de la corriente era palpable, pero aquella criatura tenía tanta potencia en la cola que no parecía afectarle en absoluto, de forma que permanecían casi estáticas en el mismo punto.
La sirena emitió un gorgoteo agudo, meneó la cabeza y pasó a sujetarla con una mano. Con la otra tocó el collar de hueso de dragón que colgaba de su cuello y lo observó con interés. Después hizo un gesto hacia el barco.
Nadya abrió los ojos como platos. ¿Le estaba ofreciendo un trato a cambio de salvarle la vida?
—¡Maldita sirena chantajista! ¡No voy a darte el colgante! ¡Lo necesito!
Como si la hubiera entendido, la ranura que tapaba su mandíbula se abrió y la sirena gruñó, de forma que le ofreció una imagen bastante gráfica de lo que podría ocurrir si se negaba. Sus fauces eran enormes, casi como las de un lobo. Seguramente, en su «cultura animal» estaba siendo muy educada, sobre todo cuando podía desgarrarle la garganta de un mordisco o dejar que se ahogara para cobrar su recompensa.
La criatura tiró de nuevo del colgante, esta vez con más insistencia, y señaló con su mano membranosa hacia la pinaza otra vez. Nadya maldijo para sus adentros. Se llevó una mano a la cadera, casi por instinto, y descubrió que aún tenía bien ceñido el cinturón de cuero donde guardaba la daga que le había regalado su madre.
La sirena era la única que podía ayudarla a subir al barco de nuevo, de forma que atacarla no era una opción. Quizá estuviera dispuesta a aceptar la daga en lugar del colgante. Era un milagro que no lo hubiera perdido. Solo podrían demostrarle a Tiberius que eran quienes decían ser gracias a él. Si lo perdían, era poco probable que aquel hombre se dignara a creerlos.
Nadya sacó la daga despacio para que la sirena no se asustara y le enseñó la empuñadura. La criatura le lanzó una mirada codiciosa y emitió otro gorgoteo. Nadya alargó el brazo.
—Te la daré si me subes al barco.
La criatura asintió y canturreó levemente. Acarició la daga con el dedo y sacó lo que parecía una bolsa fabricada con una red de pescador para que la introdujera dentro. Por lo que había podido distinguir, allí guardaba mechones de oro y cobre, piedrecitas de colores e infinidad de objetos brillantes. Quizá los había obtenido de barcos que habían
encallado o de viajeros descuidados. Pero Nadya no tuvo tiempo de pensar en nada más, ya que la sirena se colocó tras ella y la sujetó por la cintura antes de zambullirse de nuevo y lanzarse como una flecha hacia la pinaza.
Cuando estaban a punto de llegar, agitó la cola con fuerza y saltó como si fuera un delfín hacia la cubierta. Cayeron a plomo sobre los tablones renegridos del Malcasado, que seguía bamboleándose de un lado a otro, aunque con menos intensidad. Habían echado el ancla para que el barco no pudiera ser succionado por la tromba que quedaba.
La tormenta había amainado. Tres meteoromantes estaban tumbados en el suelo y Nadya vio a Daniel DeBanshee retorciéndose y sacudiéndose de un lado a otro, como si estuviera atrapado en su propia pesadilla. Había un grupo de hombres en torno a él que lo protegía de la tripulación del Malcasado y varios hombres heridos o muertos desperdigados por distintos puntos de la embarcación.
La sirena observó a Nadya una última vez antes de regresar al mar con otro potente salto. Antes de que desapareciera, la joven logró distinguir una franja rojiza en la cola. Se trataba de un tritón.
El Visitante de Vallemedio - Ester Pablos
Capitulo 12 - Pasados por Agua 
página 108