Por Iván Rodrigo Mendizábal
(Publicado originalmente en revista Amazing Stories, el 21 de septiembre de 2017)
Portada del libro “Mickey Mouse a gogó” de Paúl Puma.
La reciente publicación en Ecuador, en formato de libro de Mickey Mouse a gogó (Casa de la Cultura de Ecuador, núcleo Azuay, 2017), del escritor, poeta y crítico literario, Paúl Puma, libro además en edición bilingüe (español-inglés), me permite reseñar grosso modo el panorama del teatro de ciencia ficción del país.
El libro de Puma en realidad es una nueva presentación de dicha obra que anteriormente apareciera como parte de la Antología del teatro ecuatoriano de fin de siglo (Casa de la Cultura de Ecuador, 2003) editado por Lola Proaño Gómez. Por lo tanto, Mickey Mouse a gogó es una obra de teatro de ciencia ficción que inauguró el siglo XXI.
Previo a aquella hay un puñado de obras teatrales en Ecuador. Es claro reconocer que existe una cierta tradición del teatro en el país con obras más de tono social o político, acorde a los tiempos en los que aparecieron sus autores. La ciencia ficción no fue una preocupación de los cultores de teatro, salvo ciertas excepciones.
En este contexto, cabe mencionar inicialmente el radioteatro, “La guerra de los mundos”, una adaptación que hiciera Eduardo Alcaráz de la obra homónima que Orson Welles escribiera y protagonizara para la radio en Estados Unidos (1938), además este adaptando la novela original de H.G. Wells, War of the Worlds (1987). La versión ecuatoriana de la “Guerra de los mundos” fue puesta al aire por el dramaturgo, compositor y director de radio Quito, Leonardo Páez, el 12 de febrero de 1949.
Primera página de un periódico local de Ecuador donde se da la noticia de lo que derivó la transmisión de “La guerra de los mundos”, a cargo de Leonardo Páez, en Quito-Ecuador en 1949.
Siguiendo el mismo esquema de Welles, una falsa transmisión periodística de la invasión marciana, irrumpiendo un concierto esta vez radial, la obra de Páez a los pocos minutos de su emisión suscitó la atención de la población de Quito-Ecuador, en una noche fría, población que poco a poco fue congregándose alrededor de la emisora a la cual le creyeron, confundiendo la ficción con la realidad. Cuando la ciudad de Quito estaba conmovida, y cuando mucha gente comprobó que el programa era un radioteatro, turbas de ciudadanos terminaron incendiando la radio, hecho que causó al menos una decena de muertos. El libreto original del radioteatro se perdió entre las llamas; sin embargo, Páez, tras largos años en el autoexilio en Venezuela decidió escribir una novela, Los que siembran el viento (Arte, 1982), la que aparte de ser una especie de confesión, reprodujo partes del libreto perdido. Sobre esta novela y los hechos suscitados en ese entonces, me ocupé en dos artículos: “Lo fantástico de los marcianos en Quito”, publicado en la revista Rocinante #71 de 1ro. septiembre de 2014 y reproducido por Ciencia ficción en Ecuador el 10 de septiembre de 2014; así como, “El libreto (ficticio) de la invasión marciana a Quito”, publicado por la revista Cartón Piedra del diario El Telégrafo, el 16 de febrero de 2015, y reproducido por Ciencia ficción en Ecuador el 1ro. de marzo de 2015.
Fuera de dicha polémica adaptación y puesta al aire, se puede decir que el más remoto caso de teatro de ciencia ficción propiamente ecuatoriano es la obra del renombrado escritor y dramaturgo ecuatoriano, Demetrio Aguilera Malta, “No bastan los átomos” que inicialmente fue publicada entre las páginas de la Revista Casa de la Cultura Ecuatoriana, número 15, vol. VII en diciembre de 1954 y luego como pieza dentro un libro doble del mismo autor, No bastan los átomos / Dientes blancos (Casa de la Cultura de Ecuador, 1955).
Portada del libro “No bastan los átomos” (1955) de Demetrio Aguilera Malta.
De hecho, No bastan los átomos vendría a ser la obra inaugural de la ciencia ficción en el contexto del teatro en Ecuador. Demetrio Aguilera Malta, su autor, es uno de los referentes de la literatura ecuatoriana, perteneciente al Grupo de Guayaquil, importante en la década de1930 por su visión crítica social en la literatura nacional, caracterizado por el realismo social en sus tramas. No bastan los átomos sigue en cierta medida la huella de The island of Dr. Moreau (1896) de H.G. Wells, aunque se hace eco de la sombra ominosa de la II Guerra Mundial y la detonación de la bomba atómica. El argumento gira alrededor de la espera de dos mujeres a un soldado, quien trae la ira, tras la guerra, con la finalidad de detener al Dictador quien quiere llevarse un arma nuclear que se fabricó en la isla-laboratorio, lugar donde se centra la acción. La obra tiene una carga enorme reflexiva sobre cómo el dominio de la técnica al servicio de la guerra y el ejercicio de la banalidad del mal son la faceta del ser humano que ha renunciado a un camino ético creyéndose superhombre. Sobre esta obra hice una breve aproximación en el artículo, “Un grito de horror” publicado en Ciencia ficción en Ecuador y reproducido por las revistas digitales, Revista Punto Tlön y Revista La Barra Espaciadora, a propósito de Hiroshima y Nagasaki.
Luego de esa obra inaugural hay que esperar al siglo XXI para que apareciese la obra de Paúl Puma, Mickey Mouse a gogó en 2003. De esta a la que me referiré con más amplitud en una próxima entrega, se puede decir que representa un mundo devastado en el 2100, en el que la convivencia con robots y androides, estos productos de una sofisticada clonación, llevan a una soledad y a la deshumanización; prima la máquina cibernética o su final y con ella la pregunta por el propio ser humano.
La importancia de esta obra es clave en la literatura contemporánea ecuatoriana porque Puma, desde el registro de la ciencia ficción, confronta el imaginario tecnológico como el horizonte de un mundo que se ha desarrollado, con lo que ha quedado de dicho mundo, los rastrojos semihumanos como reinventados por las propias tecnologías. Es decir, con tal propuesta Puma propone una vertiente filosófica existencial en el panorama del teatro ecuatoriano, fuera del realismo o del vanguardismo que puede caracterizarle. De hecho, podría ser una obra posvanguardista desde la cual interroga a la posmodernidad.
Más adelante, en 2008, cabe citar una obra corta que raya entre lo fantástico y la ciencia ficción, aunque más con el tono del primero: “El entremés del mote con chicharrón”, contenida en Un drama indígena y algo más (Mayor Books, 2008) de Ramiro Dávila Grijalva.
“El entremés del mote con chicharrón” por su título parece un drama costumbrista. Centra su argumento en una pareja que, por el tono de los diálogos, sobreviven con lo poco que pueden conseguir trabajando hasta deshoras. El personaje central un taxista, ya viejo, se resiste de levantarse de la cama para ir a trabajar a la calle y en su sueño es enfrentado por el “diablillo cibernético”, un demonio esta vez con apariencia de robot con cola y cuernos. Este le ofrece un dispositivo para poder cambiar su rutinaria vida y comandar la vida de los demás. Pero el sueño se interrumpe porque la esposa le insiste que debe ir a trabajar; de pronto nos enteramos que les robaron el taxi.
Tal argumento, en efecto, nos pone en el plano de la realidad desde una perspectiva fantástica, de un Ecuador con su vida social al día, con referencias a la politiquería, a una cierta formación social que, a pesar de alguna crisis, todavía come satisfaciendo sus gustos. La inclusión del diablillo cibernético es la alusión a las nuevas tecnologías que se insertan en la vida cotidiana. Tales tecnologías incitan, prometen, parecen mostrar los aires de cambio. Dávila Grijalva se decanta por las costumbres, por la cotidianidad casera como una especie de burla a los diablos de las tecnologías contemporáneas.
Fotografia de la representación con títeres de “La brava” de Yolanda Navas.
Finalmente, en el año 2010 aparece otra obra, escrita por Yolanda Navas, “La brava” para ser representada en un teatrino de títeres. Se trata de un viaje en el tiempo desde un futuro próximo, realizado por un traficante de armas, por indicaciones de un robot, para ver y contactar con los participantes del grito independentista de agosto de 1809 y su derivación en la sublevación de 1810. Se puede afirmar que la obra tiene un toque de humor, de intención formadora de conciencia sobre los actos heroicos hechos bajos con convicción, frente a los otros donde mercaderes y mercenarios intentan aprovechar la situación. El tema del robot vuelve a aparecer, además de la máquina del tiempo como medio para conectar otro tiempo y otra situación cultural.
En resumen, el panorama del teatro de ciencia ficción ecuatoriano tiene hasta la fecha cinco piezas que, pese a sus diferencias temáticas, estilos y propuestas, constituyen los ejemplos de propuestas que irrumpen señalando un sendero posible.
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