Ya sea una competencia deportiva, o de destrezas físicas; o las expresiones artísticas más diversas; o la exposición de figuras victoriosas a ser vivadas por la multitud… el teatro es ese lugar abierto al público, con gradas en círculo, donde se escenifica aquello que para cada cultura es, y ha sido, trascendente. Para magnificar, sirve el teatro, y lo inventaron los griegos.
El Teatro de Epidauro, en Argólida, al Este del Peloponeso, en Grecia, es uno de los más antiguos que se puedan conocer, y estudiar. Fue construido allá por el siglo IV Antes de Cristo (AC). Allí e celebraban concursos en honor al Dios Asclepio, el que representa a la medicina.
Los visitantes suelen pararse en el centro del escenario, conformado por una base circular de 20 metros de diámetro, y hablar impostando o proyectando levemente la voz. Así, ponen a prueba la extraordinaria acústica natural del teatro, cuyas 34 primeras filas son originales, conservadas extraordinariamente desde las excavaciones realizadas en el siglo XIX.
También se ofrece, aunque parezca mentira, la posibilidad de realizar una excursión por Epidauro, generalmente saliendo de Atenas, y presenciar una obra de teatro clásico en vivo.
Es que este teatro representa la magnificencia de la civilización griega helenística, su arte y su cultura, al punto de que, por ejemplo, en 1938 allí se puso en escena la tragedia Electra, de Sófocles, con la sola iluminación crepuscular. Una verdadera oda al teatro griego más puro y genuino.