Teatro: Transformaciones

Por Fuensanta

Foto de grupo tras realizar la acción "Estatuas siniestras"

Otras improvisaciones que realizamos estos últimos días han sido las relativas a transformación.

Las transformaciones permiten  desarrollar la imaginación, la conciencia corporal y el control de nuestras expresiones, practicar la imitación por observación atenta del objeto, la interiorización básica del personaje, y además ofrecer nuestra particular visión de un objeto cualquiera o de un ser animado.

El primer ejercicio nos lleva a un encadenamiento de transformaciones: de abajo hacia arriba, de arriba hacia abajo. Lo explicamos a continuación.

Primera parte. Comenzamos con ejercicios de respiración y relajación, y con un repaso del esquema corporal. El ejercicio comienza estando tumbados boca arriba; conviene realizar respiraciones abdominales profundas, inspirar por la nariz, retener unos segundos y espirar por la boca lentamente. Repetir entre cinco y diez veces. Realizar a continuación cinco ciclos de respiración completa (abdominal-torácica-clavicular). Relajar cada parte del cuerpo, sintiendo la circulación de la sangre y el calor cutáneo. Profundizar en las sensaciones de cada parte de nuestro cuerpo.

Segunda parte. Continuamos dando instrucciones con voz suave y relajada para que comiencen las transformaciones. Lo primero que proponemos es la transformación en árbol: tienen que crecer desde la tierra, extender sus raíces y sus ramas hacia el sol; luego vendrán las brisas y los vientos a agitarlos o a moverlos suavemente. Cuando llegue el viento helado, todos se secarán y quedarán escuálidos, momento que se aprovecha para continuar la transformación, ahora en un animal: un lobo. Se permiten algunos sonidos como gruñidos y algún aullido. Estamos abajo y tenemos que ir hacia arriba: de lobo se pueden convertir en águilas que salen del nido, crecen y vuelan por encima de todo, oteando la tierra desde su altura. Pero las águilas también tienen su fin, y caen al suelo para convertirse en gatos. De gatos se puede pasar a ser hada, por ejemplo, o duendes, seres alados que saltan por el espacio. Para terminar hay que convertirse en algo terrestre y pequeño, algo que corretee por el espacio: ratones o conejos. Naturalmente, para concluir el ejercicio como antes lo ideal será convertirnos en piedras, grandes piedras amontonadas que forman un montículo. Volvemos a respirar todos juntos y a relajarnos.

Hay que advertir a los participantes que lo importante no es que el ejercicio de imitación salga perfecto, sino realizar el proceso muy lentamente, buscando los movimientos de crecimiento del nuevo ser dentro de ellos y exteriorizándolos mediante su propio cuerpo. Conviene repetir este ejercicio de transformación en varias sesiones de modo que cada participante irá encontrando su propia expresión del animal, la planta o el ser imaginario: En cada sesión se puede introducir un elemento nuevo sin avisar de que se hará tal cosa; eso rompe la rutina. Otra cosa a tener en cuenta es que las transformaciones tienen que realizarse siempre hacia abajo y hacia arriba.