(AE)
Esta es la situación presente que se da entre el Sudán y el Sudán del Sur. La cosa hacía ya semanas que no aguantaba más. Como hemos ido informando puntualmente en este blog, la situación se
Por tanto, y como de los discursos encendidos se está pasando a las acciones más contundentes, la aviación sudanesa ha atacado ya algunas prospecciones petrolíferas de Bentiu, es decir dentro del territorio sursudanés y por tanto violando su espacio aéreo. Por otro lado, fuerzas sursudanesas han atacado por tierra la ciudad de Heglig, un enclave en territorio sudanés esencial en la estructura petrolífera de la zona.
Estas acciones militares se unen a la situación crítica que se vive en varias zonas en disputa que ya ha creado 400.000 desplazados internos. Si de Siria hay noticias puesto que hay toda una legión de periodistas desplegados y además tiene la atención de la Liga Árabe y de las Naciones Unidas, la tragedia que se está viviendo entre los dos Sudanes apenas parece merecer ni siquiera un breve comentario en un aparte diplomático. Sólo el 27 de Marzo, el Consejo de Seguridad de la ONU mostró preocupación por los acontecimientos y acciones militares a ambos lados de la frontera, pero también en los estados de Sur Kordofán y Nilo Azul, zonas donde la situación humanitaria se ha deteriorado sensiblemente en las últimas semanas.
Las Montañas Nuba están siendo atacadas no sólo por parte de aviones Antonov y helicópteros armados sino también con misiles chinos Weishi con 150 kg de explosivo y que tienen en su diana tanto objetivos militares como civiles. El ejército sudanés ha declarado abiertamente que no se siente obligado a respetar ningún acuerdo firmado con el Sur. Incluso llegan a afirmar que el SPLA (ejército sursudanés, antiguas fuerzas rebeldes) ha ocupado el Sur aprovechándose del Acuerdo de Paz de 2005 puesto que no pudieron nunca ganarlo por medios militares.
Una afirmación así procedente de los más altos mandos militares de Jartúm ha creado especulaciones acerca que dónde está ahora el verdadero poder en el país, si con el presidente Al-Bashir o con la cúpula militar. Parece como si hubiera un tácito silencio por parte del presidente, el cual podría verse forzado a dejar hablar al grupo que más presión está haciendo para que se vuelva a optar por una solución de fuerza. Un año después de la independencia del Sur, cierta parte de la clase militar considera que el acuerdo de paz no fue otra cosa que una ignominiosa entrega de un territorio que a todas luces pertenecía a un Sudán unido (aunque fuera a la fuerza). Los militares han forzado ya en este año algunas de las decisiones del presidente y casi lo han dejado en evidencia.
Por si fuera poco, para terminar de complicar el panorama tenemos la delicada situación que se vive en el estado sursudanés de Jonglei donde desde hace unos meses son ya crónicos los ataques entre etnias Lou Nuer y Murle por la posesión de ganado. Los dos grupos se están reorganizando para poder vengar pasadas acciones militares que han costado la vida de cientos de personas en diferentes ataques organizados. Tanto el Sudán como el Sur Sudán tienen que atender no sólo las acciones militares del otro bando (que están consumiento ingentes cantidades del respectivo presupuesto) sino también los problemas internos que en cada caso son muy graves y de gran envergadura.
En este ajedrez de intereses y de poder... como siempre quien peor lo lleva es la población civil, que en este caso ve cómo el régimen de Jartúm obstaculiza de la manera más descarada cualquier intervención humanitaria. Y no sólo eso, sino que además el gobierno sudanés organiza “corredores humanitarios” que no tienen otro fin que mover a la población a zonas donde puedan ser controlados más fácilmente y poder así desfenestrar a los representantes de la insurgencia sobre todo de etnia nuba. En el otro lado del Sur Sudán, comienzan cruzar ya la frontera con Uganda grupos de refugiados procedentes de varios estados sursudaneses donde la violencia ha hecho sus estragos en las últimas semanas. La presencia de refugiados en Uganda una vez más da la impresión de que el tiempo va para atrás y que nos remontamos a los años 80 o 90, donde la presencia de campos de refugiados a lo largo de la frontera era algo normal.
Esta es la situación a la cual se ha llegado en esta espiral de desencuentros cada vez más sonados entre los dos países. Casi se puede hablar de dos naciones que técnicamente están en guerra, aunque nadie haya firmado una declaración formal que permitiera romper las hostilidades de manera oficial. Un nuevo conflicto de baja intensidad pero de mortíferas consecuencias para quien lo tiene que vivir de cerca.