Son nativos digitales. No conocen otro mundo sin tecnología y va a ser muy difícil que atiendan a un profe tratando de ilustrar algo en una pizarra con una tiza.
Pero, ¡Alto!, ¡Un momento! ¿Quiere esto decir que las escuelas sin conexión a la Internet están condenadas a desaparecer?
Bueno, pues no. Por descontado. Pero habrá que hacer todos los esfuerzos para que los sistemas educativos estén tecnológicamente dotados de manera que se mantengan parejos con lo que sea la sociedad, de lo que pase en la calle o en las casas. Y que tales dotaciones sean uniformes en todo el sistema educativo y no limitadas a algunas escuelas de élite.
Pertenezco a una generación que por razones múltiples no sacó todo el provecho posible a los progresos tecnológicos de la época. La primera mitad del siglo XX conoció el desarrollo y expansión del automóvil, del teléfono, de la radio y del cine. La Segunda Guerra Mundial vio el desarrollo de esos inventos y su aplicación bélica. Sin embargo, en todo mi período escolar, inmediatamente después, no vimos que esas tecnologías llegasen a aplicarse ni someramente en la enseñanza. Los coches, el teléfono, la radio y el cine eras “cosas” de fuera de la escuela. Nunca nos enseñaron a conducir o a utilizar el teléfono con eficacia. La radio era para la propaganda o el fútbol y el cine un entretenimiento mayormente ocioso que te quitaba tiempo e interés para la lectura. Los enseñantes de la época ni pensaron en el valor pedagógico de tales inventos ni nos enseñaron a utilizarlos. Otra cosa hubiese sido si hubiésemos aprendido a conducir todos por igual en el cole. Seguro que ciertas disciplinas y condicionamientos hubiesen evitado miles de accidentes. Y seguro también que la producción radiofónica y cinematográfica si se hubiese enseñado en la escuela habría sido muchísimo más amplia y creativa. Los conocimientos adquiridos utilizando programas de radio o films y documentales comentados también hubiesen sido otros y mejores. Las tecnologías existían, pero no encontraron un lugar en la escuela.
En algún otro sitio decíamos que, al menos hasta hace poco, las cinco cosas que más falta hacen para la vida moderna: informática, inglés, conducir, comer y follar, resulta que no se enseñan en la escuela formal y hay que aprenderlo por ahí. Algún remedio se le puede estar poniendo al inglés, pero lo demás sigue igual.
Entendámonos: no se trata ahora de “enchufar” a los escolares a una tele con un programa del National Geographic. Ni cambiar los libros por la Wikipedia o la gimnasia o el deporte por la Wii.
Se trata de obtener valor pedagógico de todos y cada unos de los avances tecnológicos. En el cole hay que aprender a leer y a escribir. Pero eso incluye también aprender “texting” en el móvil sin faltas de ortografía. ¿O no? Y ¿no se puede aprender a filmar un “supercorto” con el vídeo que sea algo más que la borrachera del botellón del otro viernes o las tonterías delante de la webcam en el dormitorio?
Toca a los educadores hacerse con las riendas del conocimiento. A los padres exigirlo y colaborar. Y a los demás nos toca evaluar la eficacia y los efectos en la salud y el desarrollo de los niños.
X. Allué (Editor)