Desde sus comienzos, la Internet ha ido evolucionando hasta convertirse en una herramienta útil no sólo para publicar las decisiones que toman los países desarrollados y difundir el contenido de los debates que se desarrollan en los parlamentos del mundo, sino también para promover campañas electorales e incluso alcanzar victorias políticas, como fue la de Barack Obama.
No obstante, existen otros gobernantes poco interesados en la democratización, entre ellos dictadores y juntas militares, que se aprovechan del poder de esta tecnología para infundir el miedo en la población, imponer restricciones de acceso a páginas web que discrepen con las ideas del oficialismo, impedir la divulgación pública de información, infiltrarse en los sistemas informáticos, interceptar conversaciones y acceder ilegalmente a documentos.
El hecho es que, dependiendo del propósito e interés político que tengan los gobernantes de cada país, la Internet puede volverse tanto una bendición como una maldición para la democracia y obviamente para sus ciudadanos. Lo cierto es que las democracias avanzadas, los estados en transición o regímenes autoritarios manipulan el uso de la red a su conveniencia. De allí que el Internet es considerado un instrumento sumamente poderoso.
Si bien los países prósperos han tenido que reforzar su seguridad nacional y volverse más severos en el cumplimiento de las leyes por la libertad que ofrece Internet, el haberle dado bienvenida a esta innovación les ha permitido fortalecer sus democracias y economías. En el caso de sociedades oprimidas por gobiernos totalitarios, el uso de esta tecnología digital está completamente limitado y controlado por el Estado.
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