Telediarios del terror

Publicado el 18 abril 2012 por Francissco

Y alergias informativas.

De pronto -y en coincidencia con múltiples personas humanas-  descubro en mí una terrible alergia a seguir los telediarios, la prensa online y también la impresa, aquella con la que envuelves los bocatas de longaniza y cubres el suelo cuando pintas la casa.

Los analistas y ensayistas finolis lo llaman infoxicación, un palabro fácil de descifrar, pero también una patología que padecemos muchos últimamente. Los humanoides (nosotros, claro) llevamos un instinto grabado genéticamente (a ver como, sino) que nos forzaba antaño a otear el horizonte de contínuo,  en busca de posibles amenazas para nosotros o para el clan, palabra que suena cojonuda, por cierto: clan, clan. cla…

Pero donde antes tenía sentido, en aquella sabana africana primordial donde se te zampaban leones y hienas sin avisarte, hoy representa una condenación, queridos amigos. Venga datos, y venga…

Estamos condenados a la pasividad y ello tan solo se alivia (un poquito solo) mediante el recurso a las redes sociales, que te permiten remodelar de forma humorística la avalancha salvaje de novedades desagradables, casi todas en clave de prepotencia política.

En las tertulias con mis compañeros el nivel informativo ha subido, según constato. También lo ha hecho, no obstante y por desgracia, el nivel de histeria. Es algo sutil y a veces no tanto. Es una sensación de miedo y provisionalidad, de estar al borde de algún tipo de catástrofe como no habíamos conocido todavía en nuestra generación, expresión guapa de narices, ahora que advierto…

Todos estos miedos consisten en futuros intangibles (FI), todavía y por el momento. Los FI se han convertido en la forma más terrorífica de narración jamás inventada. Te los meten hasta en la sopa, se expanden con fuerza viral y los generan unas entidades invisibles y abstractas como nunca: los mercados, los putos mercados.

Que si los mercados siguen “desconfiando”, que si “recelan”, que si nos “cotizan a la baja”. Los mercados tienen una reactividad pasmosa, son omnipresentes y no necesitan justificación. No hay religión organizada que les chiste (estas valen tan solo para abroncar a gays y a aborteras) Pueden hundir países y ello se contempla como algo “normal” y lógico: si no has conseguido venderte y ser rentable no tienes derecho a la vida, so lechuguino.

Si es cierto que todo esto nació con el capitalismo, también lo es que ahora llega a su máxima expresión, con esa economía global donde el 90% ya no se basa en bienes y servicios sino en derivados financieros, que no son mas que apuntes contables en bases de datos.

Pero los mercados no son tan abstractos, como decía un economista que no logro recordar, pardiez. Son familias concretas y conocidas, con sus apellidos y residencias vacacionales. No son demasiados en número y ellos mismos se sorprenden de lo poco que circulan sus nombre reales. De esa impunidad especulativa para lo inmoral de la que gozan. Les conviene permanecer a escondidas, como tales “mercados”, pero también duermen, defecan y orinan como personas perecederas que son (queda feo decirlo pero es verdad)

Cuando pueda les pongo nombre, porque la prensa jamás lo hará.

[Extraído del libro "Hoy me levanté heroico y la pienso montar gorda, Pepa"]

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