Telefónica, esa empresa antaño pública que acaba de hacer público su record de beneficios en el año de la crisis, también ha anunciado que va a echar a la puta calle al 20 por ciento de la plantilla en España y que el resto va a ver reducido sus derechos de negociación colectiva al desvincular la actualización de salarios al incremento del IPC.
Las furibundas reacciones no se han hecho esperar. O tal vez si. Porque nuestro insigne ministro de trabajo (sic), antaño técnico a tiempo completo en un sindicato, ha declarado que “no le parece un buen momento“. Así, como dando a entender que hay otros buenos para despedir a seis mil trabajadores, pero que ahora, en medio de unas elecciones, digo crisis, esto no ayuda.
Pero si las declaraciones del ministro de trabajo han sido duras, las de los sindicatos han sido extremadamente durísimas, despachadas con un escueto… “tendremos que negociar” que ha hecho partirse la mandíbula de preocupación a los directivos de la empresa de telecomunicaciones.
Es el capitalismo, tonto. El capitalismo. Allí donde se alarga la edad de jubilación de forma universal, ya están algunos planteando prejubilaciones desde los 48 años, siempre que estén bien untadas. Lo de menos es quien acabe pagando ese dislate.
Es el capitalismo, tonto. El capitalismo. Ese que hace que los sindicatos de clase de la señorita pepis se avengan a negociar recortes de derechos oponiendo como resistencia alguna nota de prensa.
Es el capitalismo, tonto. El capitalismo. Que ha hecho que nos parezca bien que una empresa con beneficio de escándalo plantee miles de despidos, porque las empresas no tienen ninguna responsabilidad social. Están simple y llanamente para ganar dinero.
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