Teletipo a: José Ignacio Wert, ministro de educación de España

Por Rover @Rover022

Ministro Wert (Foto: Diario Crítico)


Denostado ministro Wert: cada vez que usted tiene una “brillante idea”, tiembla España. No le basta subir las tasas de matriculación en la universidad, fomentar la educación segregada, aumentar el ratio del alumnado por clase, recortar los recursos a la enseñanza pública y volver a recitar las oraciones del catecismo de la época franquista, entre otras genialidades. Ahora quiere meter mano en las competencias curriculares de las Comunidades Autónomas. Es curioso que el ministro más “suspendido” en la historia de España, quiera hacer suspender a los demás. ¿No se da cuenta que con estas mediadas puede haber alumnos que no lleguen a los límites que usted propone? Lógicamente, en la privada todo irá bien. Esto me recuerda a una época en la que di clase en una de esas fundaciones con ánimo de lucro, amparadas en ciertas universidades privadas extranjeras. Pues bien, al llegar a final del curso, recibí instrucciones –mejor dicho órdenes- de la dirección, las cuales me indicaban que los padres de los alumnos pagaban un dineral para que aprobaran, con lo cual, debía de aprobarlos a todos. Eso sí, no me indicaron las calificaciones. Alguno de los alumnos aprobó; la gran mayoría suspendió. A mí no se me renovó el contrato. Pero a lo que iba señor Wert, ¿Defenderá sus postulados ultra-conservadores su señora esposa en la televisión pública? ¿Volveremos a las escuelas con crucifijos y maestros de sotana y varas redentoras? ¿Serán de estudio obligado las loas al líder Rajoy como en mi época las loas al Caudillo de España por la gracia de Dios? Sería dantesco, aunque lo voy viendo posible. No espero contestación a las cuestiones, como tampoco espero que usted dimita y deje de tener sus “mamandurrias” como dice la vidente e intuitiva castiza presidenta de la Comunidad de Madrid. Lo que si espero es que los partidos de la oposición le paren sus deseos colonialistas típicos de “Una, Grande y Libre”, eslogan suyo de cabecera. ¡Cortos se han quedado los que le han bautizado como Tupper Wert!