Nació la cosa en mentes que viven en cuerpos que viven en países mejores que el nuestro. En todo. Pero sobre todo económicamente y con un entramado audiovisual desarrollado y competente, y que sobre todo, mira por la calidad desde la empatía con el telespectador.
Pero como no íbamos a ser menos por ésta vieja piel de toro, nos inflamos de orgullo sin importar cómo anduviera la cosa y acometimos la idea sin pestañear, porque ser europeos es envidiar a los de arriba y dar codazos hasta que la foto tenga un pedazo nuestro, y a eso no nos gana nadie, así que decidimos que aquello de la TDT podría ser guay.
La idea de la televisión digital terrestre se gestó en España durante muchos años, pero tomó forma legal en el gobierno de Aznar (en 1999) y tal como la conocemos hoy en día en la última legislatura de Zapatero (2010). Había una gran ambición y esperanza, como en casi todo lo que se hace. Pero somos así, muy de cuidar el lanzamiento del cohete pero poco de controlar su vuelo. Creo que se pensó en quinientos canales generalistas de calidad, con una holgada producción propia y emisión de producciones extranjeras y a más de uno se le pusieron los ojos como escotillas de barco. Ingresos publicitarios y por fin, un entramado audiovisual competente y de calidad.
Hoy uno mira la TDT (un aparatito que hace que nuestra televisión tenga como treinta o cuarenta canales más que hace unos años) y se encuentra con las generalistas que han ido naciendo poco a poco y sus hermanas pequeñas, que hacen lo que han hecho toda la vida los hermanos pequeños: ponerse la ropa usada de sus hermanos mayores: podemos llegar a ver el mismo episodio de la misma serie al menos tres veces por semana (como poco) o maratones ininterrumpidas de la misma ficción en la misma cadena, sin contar las reposiciones de cine. Están también los canales temáticos que se las prometían muy felices y que antaño tuvieron una calidad superlativa (Discovery) que hoy están habitados por factorías fabricando todo tipo de cosas triviales, o mecánicos arreglando coches antiguos que antes se morían en algún trastero. Salen clones donde casi las veinticuatro horas del día hay tipos intentando convencernos de que comprar espadas antiguas, armaduras y carteles oxidados de tiendas que ya no existen para venderlo todo después, es rentable, y hay jefes cabreados porque se meten en el pellejo de sus trabajadores y ven que la cosa es peor de lo que pensaban. Hay canales que son realitys de la vida de Bob Esponja, de Phineas, de Ferb... Todo sea por acostumbrar a la cantera al mundo televisivo que les espera cuando cumplan unos años más.
Hay canales donde hay cine las veinticuatro horas del día y se agradece, tanto como que no repongan la misma cinta dos o tres veces por semana. Hay canales donde hay gente vendiendo trastos inservibles y lo que dicen no concuerda con el movimiento de sus bocas. Y los hay en HD y en formato tradicicional, pero si tienes una televisión que trabaja en un 4:3 (un cuadrado, vamos) te da lo mismo, porque solo verás medio marcador de un Real Madrid - Schalke, o media Laura recogiendo pruebas en su último caso.
Hay muchos canales, muchísimos. Desde hace poco hay también una decisión judicial, que ha llegado tarde, pero ha llegado. Por fin. Es una pena que no se legisle sobre la mentira y la falta de profesionalidad. Sobre el abuso y ambición.
Brindo por la Televisión Digital Celeste, por los que la hacen, que viven en su cielo de bloques publicitarios, de ambición por el papel moneda. Brindo por sus vertederos de empatía. Brindo por sus hijos pequeños que se ponen la ropa usada de sus hermanos mayores. Brindo por los profesionales que lo son solo cuando les falta la nómina. Brindo por la justicia, que si lenta, llega siempre y aunque no por el camino que uno quisiera, acaba encontrando al culpable, sino en pleno delito, jactándose de que lo cometió. Salud.