Tema 1. El “origen” de la filosofía

Por Zoosofia

Un par de presentaciones sobre los “filósofos presocráticos”. Lo que explicamos en clase coincide con la primera presentación, tenéis que tener claro todo lo que aparece en ella.  La segunda y la tercera son más completas, para quien quiera ampliar o aclarar algún concepto.   Echadles un vistazo y preguntadme si tenéis alguna duda.

Presocráticos 1

Presocráticos 2

Presocráticos 3

Podéis mirar en estas páginas para preparar el vocabulario o los autores.

También os dejo aquí los fragmentos de los presocráticos para que identifiquéis las ideas más importantes de cada uno.

LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS

Fragmentos

Tales de Mileto (624? – 548?)

… En cuanto al número y a la especie de tal principio, no dicen todos lo mismo, sino que Tales, el iniciador de tal filosofía, afirma que es el agua (por lo que también declaró que la tierra está sobre el agua); llegando, tal vez, a formar dicha opinión por ver que el elemento de todas las cosas es húmedo y que el calor mismo surge de la humedad y que de ella vive (el principio de todas las cosas es aquello de donde nacen); de ahí vino a formar esa opinión, y del hecho de que las semillas de todas las cosas tienen la naturaleza húmeda, y el agua es el principio natural de las cosas húmedas.   ARISTÓTELES, Metafísica A 3,983 b 6 (DK 11 A 12 )

Anaximandro (611? – 547?)

Anaximandro, hijo de Praxiades, discípulo y seguidor de Tales, dijo que el principio y elemento de las cosas era lo “apeiron”, siendo el primero que introdujo este término para designar el principio. Y llama tal no al agua ni a ningún otro de los llamados elementos, sino a otra naturaleza indeterminada, de la cual proceden todos los cielos y los mundos que hay en ellos.   SIMPLICIO, Física 24,13 (DK 12 A 9)

Anaxímenes (589? – 547?)

Anaxímenes, milesio, hijo de Eurístrato, compañero de Anaximandro, dice, como éste, que la naturaleza sustante es una e infinita, no indeterminada, como él, sino determinada, a la que llama aire, y que se diferencia en sustancias por rarefacción y condensación. Cuando se hace sutil se convierte en fuego, y cuando se condensa, en viento; después, en nubes; después, condensándose más, en agua, luego en tierra, después en piedras; y los demás seres se originan de esas sustancias. Hace también eterno al movimiento, por medio del cual se verifica el cambio.        TEOFRASTO, en SIMPLICIO, Física 24,26 (DK 13 A 5)

Pitágoras. (584/572? – 490?)

En tiempos de éstos (Leucipo y Demócrito), e incluso antes que ellos, los llamados pitagóricos, los primeros en cultivar las matemáticas, las hicieron progresar, y, nutridos en ellas, pensaron que sus principios eran los principios de todas las cosas. Y, puesto que los números se hallan, por naturaleza, entre esos principios, y en ellos les parecía contemplar muchas semejanzas con lo que es y lo que deviene, más que en el fuego, en la tierra y en el agua, siendo tal afección de los números la justicia, tal otra el alma y el entendimiento, otra, el tiempo oportuno, y de manera parecida todas las demás, y viendo, además, en los números las afecciones y las proporciones de las armonías, puesto que las demás cosas parecían asemejarse a los números en toda su naturaleza, y los números eran los primeros de toda la naturaleza, creyeron que los elementos de los números eran los elementos de todos los seres y que los cielos todos eran armonía y número.       (ARISTÓTELES, Metafísica A 5,985 b 23)

Heráclito de Éfeso (540? – 475?)

  • El mar es el agua más pura y la más corrompida, es potable y saludable para los peces; para los hombres, en cambio, es impotable y nociva.
  • Lo mismo es vida y muerte, velar y dormir, juventud y vejez; aquéllas cosas se transforman en éstas y éstas, a su vez, en aquéllas.
  • El camino arriba y el camino abajo, uno y el mismo.
  • La guerra es el padre de todas las cosas, y también el rey; y a unos los muestra como dioses, a otros como hombres; a unos hizo esclavos, a otros libres.
  • Reuniendo lo opuesto, y de cosas diferentes, la más bella armonía.
  • Penetramos en los mismos ríos y no penetramos, somos y no somos
  • No se puede entrar dos veces en el mismo río, ni tocar dos veces la misma sustancia mortal según su manera de ser; sino que por la intensidad y rapidez de su cambio, se dispersa y se recoge de nuevo, se acerca y se aleja.
  • Este mundo (el mismo de todos) no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida.
  • Por eso es necesario seguir lo común; pero, aunque el Logos es común, la mayoría vive como si tuviese inteligencia propia.
  • Después de haber oído, no a mí, sino al Logos, reconocer que todas las cosas son uno.

Parménides de Elea (515/510? – 435?)

Un solo camino narrable queda: que es. Y sobre este camino hay signos abundantes: que, en tanto existe, es inengendrado e imperecedero; íntegro, único en su género, inmóvil y realizado plenamente; nunca fue ni será, puesto que es ahora, todo a la vez, uno, continuo. Pues ¿qué nacimiento le buscarías? ¿Cómo, de dónde habría crecido? De lo que no es, no te permito que lo digas ni pienses, pues no se puede decir ni pensar lo que no es. ¿Y qué necesidad lo habría impulsado a nacer antes o después, partiendo de la nada? Así, es forzoso que exista absolutamente o que no (exista). Jamás la fuerza de la fe concederá que de lo que es se genere algo fuera de él, a causa de lo cual ni nacer ni perecer le permite Dike (la Justicia), aflojándole las cadenas, sino que lo mantiene. Pero la decisión acerca de estas cosas reside en esto: es o no es. Ahora bien, está decidido, como lo exige la necesidad, dejar un camino impensable o innombrable (ya que no es un verdadero camino), y admitir el otro que existe y es verdadero. ¿Cómo podría ser después lo que ya es? ¿Cómo se generaría? Pues si se generó, no es, ni es si ha de ser en algún momento futuro. De tal modo el nacer ha quedado extinguido y el perecer resulta inaudito. Tampoco es divisible, ya que es un todo homogéneo, ni mayor en algún lado, lo que impediría su cohesión; ni algo menor, sino que todo está lleno de ser; por ello es un todo continuo, pues el ser se reúne con el ser.

Ahora bien, inmóvil en los límites de grandes ataduras, existe sin comienzo ni fin, puesto que el nacimiento y la destrucción se pierden a lo lejos, apartados por la fe verdadera. Lo mismo permanece en lo mismo, y descansa en sí mismo, y así permanece firme en su posición; pues la poderosa Necesidad lo mantiene en las ataduras del límite, que lo rodea en su torno. Por lo cual al ser no le es lícito ser inacabado, pues no carece de nada: si careciera de algo, carecería de todo. Lo que puede pensarse es lo mismo que aquello por lo cual existe el pensamiento. En efecto, fuera del ser –en el cual tiene consistencia lo dicho- no hallarás el pensar. Pues no hay ni habrá nada ajeno aparte de lo que es; ya que el Destino lo ha forzado a ser entero e inmóvil; por eso son todo nombres que los mortales han impuesto, convencidos de que eran verdaderos: nacer y perecer, ser y no ser, cambiar de lugar y mudar de color brillante. Pero puesto que hay un límite último, es perfecto en toda dirección, semejante a la masa de una esfera bien redonda, equidistante del centro en todas direcciones; pues es forzoso que no exista algo mayor ni algo menor aquí o allí. No hay, en efecto, no ser que le impida alcanzar la homogeneidad, ni ser que de algún modo sea aquí o allí mayor o menor, ya que es por completo inviolable; siendo igual a sí mismo desde todas partes, existe uniformemente dentro de sus límites. Y aquí pongo fin a mi relato fidedigno y a mi pensamiento en torno a la Verdad.

Empédocles.

Frg. 9.-

Cuando los elementos mezclados vienen a la luz del día bajo la forma de hombre, o de bestia salvaje, o de una planta, o de un pájaro, entonces decimos que hay nacimiento; cuando se separan, empleamos la palabra muerte dolorosa. Pero ese nombre no se justifica, aunque también yo siga al respecto la costumbre.

Frg. 22.-

Pues todos estos elementos: Sol, tierra, cielo y mar, están adaptados en sus diferentes partes para todo lo que anda por el mundo mortal. Y si todo lo que se muestra más propio de la mezcla se atrae recíprocamente, por la acción de la semejanza y del Amor, por el contrario lo que es enemigo de ella se mantiene a gran distancia; naturaleza, composición, formas que revisten, todo contribuye absolutamente a oponerse a la reunión, bajo el imperio del Odio que le ha dado nacimiento.

Anaxágoras.

Muestra que (Anaxágoras) no sólo debía decir que toda la mezcla era infinita en tamaño, sino también que cada homeomería contiene en sí a todas las cosas, de modo similar al todo, (de modo que las homeomerías) no sólo son infinitas sino infinitas veces infinitas. Y a esta concepción Anaxágoras arribó por estar convencido de que nada se genera del no-ser y de que todo se alimenta de lo que es semejane, por ver que todo se genera de todo, si no inmediatamente, al menos según turnos (del fuego, en efecto, se genera el aire, y del aire el agua, del agua la tierra, de la tierra la piedra y de la piedra nuevamente el fuego), y que, cuando se ingiere un mismo alimento, como el pan, se generan muchas cosas disímiles (carne, huesos, venas, nervios, cabellos, uñas, alas o cuernos si se da el caso, y lo semejante crece de lo semejante (o sea, en cada alimento ya están estas cosas -disímiles entre sí- como la cane, huesos, etc., y al ingerirlo nacen -o crecen- en los seres vivos carne, huesos, etc., o sea, cosas similares a aquellas)).

Atomistas.

Leucipo y su amigo Demócrito admiten por elementos lo lleno y lo vacío o, usando de sus mismas palabras, el ser y el no ser. Lo lleno, lo sólido, es el ser; lo vacío y lo raro es el no ser. Por esta razón, según ellos, el no ser existe lo mismo que el ser. En efecto, lo vacío existe lo mismo que el cuerpo; y desde el punto de vista de la materia éstas son las causas de los seres. Y así como los que admiten la unidad de la sustancia hacen producir todo lo demás mediante las modificaciones de esta sustancia, dando lo raro y lo denso por principios de estas modificaciones, en igual forma estos dos filósofos pretenden que las diferencias son las causas de todas las cosas. Estas diferencias son en su sistema tres: la forma, el orden, la posición. Las diferencias del ser sólo proceden según su lenguaje, de la configuración, de la coordinación, y de la situación. La configuración es la forma, y la coordinación es el orden, y la situación es la posición. Y así A difiere de N por la forma; A N de N A por el orden; y Z de N por la posición.