La gente va a la feria para subir a la montaña rusa. Les encanta. Gritan y se divierten. A mí no me hace gracia porque temo a las alturas.
El miedo verdadero no es igual que esa sensación que nos produce una buena película de horror. No lo buscamos y no lo disfrutamos. Pero está ahí y es gratis.
El mes del terror ha inspirado esta entrada.
El mes en que algunas madres disfrazan a sus hijos para que corran por ahí pidiendo dulces, los jóvenes se disfrazan para ir a una fiesta y emborracharse. Yo espero las películas de miedo y ojalá este año no me decepcionen tanto como el pasado. Es un juego. Es el miedo falso que tanto disfrutamos.¡Ah!, pero no voy al cine a ver una película de estreno, porque de mi casa al cine hay una buena distancia. Si tomara el autobús, sobre todo tan tarde, tendría que poner el dinero de la entrada a buen resguardo y tratar de no pensar que el fulano del asiento de enfrente se ve muy sospechoso. No querría pensar en ello. No es gracioso asustarte cuando podrían hacerte daño.
Y, ¿cuántas madres le negarán a sus pequeños el gusto de correr solos entre extraños en mitad de la noche? ¿Las más responsables? ¿Las estrictas? ¿Las miedosas? ¿Las que viven en ciudades grandes? ¿Las que ven las noticias? ¿Todas? No es divertido esperar en casa a que tu retoño vuelva o sea la portada de mañana.
Unos cambiamos el canal cuando empieza el noticiero. Otros compran un arma a la cual puedan aferrarse cada vez que oyen como un desconocido asesinó a una familia inocente dejando encendida la televisión, aún con el programa favorito del pequeño de la casa.
El miedo no nos gusta. O lo evitamos o intentamos vencerlo, pero nadie quiere vivir con esa sensación a cuestas. Así que, ¿por qué celebramos el miedo? ¿Por qué puedo pasar horas cambiando canales en busca de una buena película de horror? ¿Por qué Stephen King, por qué Poe? ¿Y las montañas rusas y casas del terror?
Bien, la pregunta es sólo una, aunque tenga mil caras, y ahora les invito a compartir con nosotros las mejores respuestas.