Se deberá también porque es un país enorme y diverso. Porque cuentan con ese idioma tan particular que suena tan raro para los de occidente y que sin embargo lo encuentro hermoso, musical. Porque me gustaba imaginarme, al leer a sus autores decimononicos, aquellos palacios de amplios salones alfombrados, con lámparas de cristal colgando desde el cielo, sillones, sofás majestuosos y hermosos. Así como también por las casas de los campesinos, sus ropas abultadas, por el abrigo, las matruskas enormes, con sus pañuelos blancos o coloridos cubriendoles la cabeza, trabajando afanosamente la tierra, cosechando papas, mientras los esposos, los hombres algunos pensaban y creaban y otros empinaban el vodka como buenos cosacos.
Por todas esas razones y muchas más aún, es que llegué al cine de Victor Kossokovsky, del cual no tenía idea de su existencia. Analfabetamente me quedé en Tarkovsky o sino en El Arca Rusa de Aleksandr Sokúrov, así como también El Retorno de Andréi Zvygintsev. Todas cintas muy rusas y en común esa magia de los silencios, donde en manos de Sokúrov y Zvygintsev, a veces lo ocupa la música o sino escenas que te dejan entumida de emoción por el exceso de frialdad, crueldad, maldad y todo aquello de lo cual somos capaces, los humanos, de provocar. Así es como a ojos cerrados, cuando supe que en SANFIC 8 (Santiago Festival Internacional de Cine), venía un cineasta ruso contemporáneo, supe que tendría que estar ahí.
Y así fue como junto a mi sisterna Manucita, gozamos con LOSEV, que como nos contara nuestro querido amigo Fernando Valenzuela (a quien nos encontramos en la sala), la cinta, más bien documental, trata sobre la vida del filósofo ruso Aleksei Losev.
La cinta absolutamente sencilla, tanto es así que una mala copia de VHS traspasada a Digital fue lo que nos encontramos, en muy malas condiciones por supuesto (no todo es traspasable), en unos colores que no eran precisamente blanco y negro sino que más bien sepia y blanco. Y ahí estaba este viejito que a veces parecía el abuelito que todos tuvimos alguna vez, otras con una voz un poco pituda uno no sabía si se trataba de un caballero o una dama, siempre hablando de temas muy profundos, de como fue sentirse marxista y después simplemente entregarse a la revolución rusa y vivirla a la rusa como se debía. Leer a escondidas literatura altamente prohibida que para LOSEV era importantisimo estar en conocimiento. En intervalos el director va mezclando los últimos momentos de vida de éste señor con el día de su fallecimiento y la ceremonia que se le brinda, como toda la gente que lo quiso, mucha gente por cierto, se dan cita para verle por última vez. Él yace acostadito en un cajón de encajes blancos, se ve pequeñito, entre sus manos tiene una imagen religiosa y todos los que lo quieren despedir, le besan la frente, las manos y la imagen. Una ceremonia larga pero tan emotiva como hermosa. Así también sesiones en las que él recostado en su sillón y con su gatito negro mulliendo su pecho, habla de las verdades del mundo y sus infinidades de aristas.
Una historia que para la hora que dura, se hace nada, como que uno necesita y quiere saber más de este gran sabio ruso.
Tan atemporal que puede llegar a ser una cinta en la que no te dan indicios sobre la época vivida, eso suele ocurrir sobre todo en las películas rusas donde la sencillez en la forma de viviri, las casas edificios de departamentos sin ningún lujo, los muebles hermosos, antiguos pero muy sencillos, dan a pensar que puede ser desde mediados del siglo XIX, pleno siglo XX o quizás hasta el XXI, hasta que alguien prende la luz electrica o saca un teléfono que por supuesto no será uno celular, porque en la belleza de las cosas no ocurren esas banalidades.
Totalmente recomendada!!!
SINOPSIS:
Retrata el último año de la vida del gran filósofo ruso, Aleksei Losev.
CALIFICACION:
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FICHA TECNICA:
Titulo original: Losev, Rusia, 1989
Género: Documental
Director: Victor Kossakovsky
Duración: 60 minutosmi septima pasion