El oído tampoco se puede quejar. Una música que te enternece , entristece y serena de una forma mágica.Te deja, o por lo menos a mí me dejó, sentada sin poder moverme escuchando hasta el final , como hechizada, y os aseguro que me sentía flotar. Lo que decía: borracha.Y el tren...el sonido del tren.
El tacto.Sí, el tacto. Y no es que me pusiera a tocar la tele como una boba, no. Casi puedes tocar la tela de los vestidos, sentir la presión del corsé, el roce de la estructura del cancán. Sientes el frío de la nieve, el vaho; la caricia de la brisa sobre las mieses o las flores. Y los besos...
La sociedad hipócrita y frívola de la ciudad rusa de finales del siglo XIX en contra posición a la campesina, sencilla y más auténtica.La familia. La posición de la mujer frente a la del hombre.La diferencia de clases. Los cambios que comienzan.Todo queda reflejado en esta espléndida película.
No me extraña que, al levantarme esta mañana, todavía estuviera bajo el influjo de Anna Karenina, y haya visto mi casa envuelta en una luz especial.
(Aunque también era muy temprano)