No hay que inventar nada nuevo, lo único que tenemos que hacer es imitar a Islandia. Ellos no han rescatado a los bancos, los han dejado ir a la quiebra y han metido en la cárcel a los banqueros y responsables de la crisis. Nos llevan algo de ventaja, pero nunca es tarde; recordemos que la revolución que provocaron en 2008 fué acallada por los medios de comunicación, y siguen batallando para que la corrupción no esté presente en su país, a diferencia de España, Grecia e Italia que han instalado en las poltronas ministeriales a directos responsables, los tecnócratas que ahora gobiernan en nuestros paises trabajaban antes en compañías que han provocado el desastre, como Lehman Brothers, o Goldman Sachs. Islandia ha comenzado a escribir su propio futuro y no depende de lo que se decida en lejanos despachos de Bruselas o Alemania sino que depende de las propias decisiones internas. Las responsabilidades en Islandia han caido en quienes tienen que caer, en políticos y hombres de finanzas, mientras que aquí se ceban en la población adormilada. Los medios -al servicio del sistema neoliberal mundial- han restado importancia al fenómeno Islandés, pero es una realidad. Ese país que ha empezado por llevar a la cárcel a los responsables, ha redactado una nueva constitución acorde con los tiempos y circunstancias (en España es urgente el cambio de constitución), hecha por los ciudadanos y para los ciudadanos, no para los poderosos, ni para monarcas ni magos de las finanzas. La gran diferencia entre Islandia y España, no es el gobierno, ni la deuda, ni la prima de riesgo, ni la crisis, ni los bancos, ni la Merckel, ni Europa, todo esto lo comparten, la gran diferencia es la gente, unos ciudadanos que se sienten dueños de su tierra y de su historia y se comprometen con ella, no se quedan en casa viendo la tele sino que salen a la calle a reclamar lo que es suyo. Han aportado a Europa una receta que funciona, pero aquí faltan los cocineros para que la preparen.