Tenemos que hablar de Kevin, de Lionel Shriver

Publicado el 21 enero 2014 por Covadonga Mendoza @Cova_Mendoza


 Tenemos que hablar de Kevin
We need to talk about Kevin
Lionel Shriver
Traductor: Javier Calzada
Editorial Anagrama
607 páginas
Argumento:
Eva, una mujer profesional, con un matrimonio feliz, decide tener un hijo, pero este le sale torcido, y se convierte en todo un asesino de masas.
Comentario:
La novela, formalmente, pertenece al género epistolar. La protagonista, Eva, una mujer que trabaja escribiendo guías turísticas, escribe largas cartas a su marido Franklin contándole los avatares de su vida cotidiana, sobre todo los referidos a sus visitas al reformatorio donde está recluido Kevin, hijo de ambos, por culpa de un grave delito que se describe desde el inicio: un asesinato múltiple en el ámbito escolar. Aprovechando el tema, se nos cuentan anécdotas y episodios del pasado relacionados con la pareja y con el posterior nacimiento de Kevin, sus "hazañas" ya desde niño, y la postura de ambos progenitores, opuesta casi siempre al respecto, los sentimientos de Eva... La autora, aunque ya se sabe desde el inicio lo que ha pasado, dosifica muy inteligentemente la información, de forma que vamos conociendo cómo es Kevin desde que era un bebé, sus relaciones con las demás personas, etc, sin revelar un par de datos importantes cuyo descubrimiento se reserva para el final.
La prosa es rica, cargada de detalles, descriptiva, de excelente calidad, aunque quizás algo densa en ocasiones (no olvidemos que se trata de un libro de seiscientas páginas, y eso es por algo). Lo más destacado es la voz narradora, que se dirige en segunda persona a su marido, en un tono que vacila entre el humor negro y lo dramático. Esta ironía o sarcasmo encaja perfectamente en el retrato que nos hace la autora de Eva, una mujer de gran inteligencia y sinceridad, que desnuda su psicología sin tapujos, incluso en un tema no muy tratado en la literatura, considerado tabú o políticamente incorrecto, como es el de las relaciones maternofiliales no muy armoniosas. Ya solo por esta curiosidad merece le pena leerlo. Puede gustar o no pero indiferente no deja en absoluto.
Porque ya no se trata de un conflicto generacional o de discusiones madre-hijo sino de una severa brecha entre ambos, particularmente ambigua. Eva no se priva de describirnos con toda crueldad y casi jocosidad las maldades de Kevin y su nulo sentimiento de amor hacia él, dejándose insinuar que ha tenido el niño casi por presión social, porque es lo que se espera, lo normal, lo convencional, el ideal de la felicidad, etc. Lo que en otros libros o historias se ventila con grandes dosis de mitificación, como el parto, la maternidad, los bebés, etc, aquí es diseccionado sin piedad desde el punto de vista de una mujer que no puede querer a su hijo, y de un hijo que tampoco muestra nada de amor hacia su madre. Ella, además, ve toda su vida personal y profesional alterada y casi destruida.
Para colmo, Eva detecta que Kevin no es bueno, que "ya ha nacido así", y critica con dureza la opinión generalizada de que los actos malvados de los hijos son responsabilidad de la educación recibida, es decir, culpa de sus madres. La autora se despacha a gusto contra la visión edulcorada de las relaciones familires, y también contra el imaginario social que exige determinados comportamientos en las mujeres. Eva no tiene rubor en considerar horrible la experiencia del parto y la de aguantar a un niño que no para de llorar, entre otras cosas.
El uso del humor negro tiene un efecto de alivio entre tantas desgracias y hechos dramáticos, bastante duros, pero en algunas ocasiones la autora exagera tanto que logra producir una sensación de cierta irrealidad, o de chiste. Por ejemplo, las niñeras que escapan literalmente de Kevin porque no lo aguantan. Es cierto que me he reído en algunos episodios, como lo relacionado con el parto, pero no he podido evitar considerar poco creíbles algunas situaciones. Es extraño, por ejemplo, que un niño, un bebé, tenga una intención claramente orientada a hacer el mal o a fastidiar a su madre porque sí. Aunque, también es cierto, el hecho de que Eva narre la historia nos proporciona una visión muy sesgada y subjetiva, y desde luego, sus propias interpretaciones. Esto muestra la complejidad psicológica de la obra, que admite varias lecturas tanto sobre la madre como sobre el hijo, quien, al final, muestra, en el fondo, más admiración hacia Eva que hacia Franklin, que siempre estuvo de su parte.
Para no dejar ni un respiro ético al lector, el final resulta demoledor, nihilista y ambiguo, casi una contradicción con lo que la narradora ha ido desgranando a lo largo de las 600 páginas anteriores. Esto ya es una mera opinión mía, pero no he podido comprender al personaje y su decisión final, y supongo que será por no ser madre. Pero me ha sentado como una pedrada la desoladora conclusión, que solo he podido racionalizar apelando a que tal vez ella esté anulada psicológicamente por los hechos que ha vivido.
En resumen, una obra dura, extensa, muy bien escrita y estructurada, y con un mensaje moral controvertido, ambiguo y susceptible de lograr grandes amores y grandes odios. Una sacudida para la mente con un toque de humor negro.
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