Queriendo rememorar un poco el éxito obtenido con Origen, Nolan se embarcó en esta aparatosa superproducción en la que los personajes, en vez de moverse por el mundo de los sueños, tienen la posibilidad de moverse hacia el pasado desde el presente. Este es un concepto que puede resultar sencillo a primera vista, pero en la película, quizá pecando de aparentar cierta complejidad intelectual, está muy lastrada por una narrativa confusa en la que el espectador tiene que concentrarse en demasiadas cosas al mismo tiempo para obtener una visión coherente de la trama. Como historia de espionaje Tenet funciona muy bien - ojalá veamos a Nolan alguna vez dirigiendo con total libertad una película de la franquicia Bond - pero en sus espectaculares escenas de acción son demasiadas las ocasiones en las que uno no sabe muy bien lo que está pasando, aunque a grandes rasgos pueda seguir la historia. Quizá un segundo visionado aclare muchas cosas, pero no es la función del cine hacer que la gente vaya más de una vez a ver una determinada película para tratar de entenderla y tampoco que sea necesario leer artículos o ver vídeos en internet para hacerlo. Tenet tiene sus puntos de interés y podría haber sido una gran obra - Origen era igualmente compleja, pero uno comprendía muy bien lo que sucedía en la pantalla - pero es justo apreciar su vocación de ser original y enseñar algo nuevo al espectador.