A todos los empresarios y directivos les gustan colaboradores dispuestos y comprometidos con su trabajo, de eso no hay lugar a dudas, el problema viene cuando por compromiso una parte entiende una cosa y la otra, otra diferente.
La cultura de toda empresa se va creando a partir de la experiencia, de los errores aprendidos y de los éxitos conseguidos, o al menos así debía ser, entendiendo por cultura el conjunto y orden de valores que la empresa tiene frente a su entorno y dentro de si misma. Esta cultura de la empresa viene patrocinada sobretodo por los accionistas y dueños de la empresa, puesto que son ellos que en interpretan los éxitos y fracasos, moldeando así la forma de ser y actuar de la empresa frente a las circunstancias.
El problema viene cuando los dueños y directivos han interpretado errores y fracasos de una forma superficial con sus prejuicios y sesgos creando así una cultura deficiente. Es trabajo de los dueños de la empresa hacer un ejercicio de autoconocimiento consciente analizando esas experiencias de tal forma que puedan llevarlos a hacer interpretaciones más objetivas de la realidad.
Ahora bien y partiendo de lo anterior antes de que el empresario delibere de si un empleado es comprometido o no, primeramente tiene que preguntarse si ha hecho un ejercicio de auto-conocimiento consciente de sus experiencias a la luz de la misión y objetivos a largo plazo de la empresa, los cuales son la planeación estratégica. Es decir, sin la planeación estratégica de la empresa es más que imposible determinar si un empelado es bueno o no, de hecho sin esta, tampoco es posible hacer un autoconocimiento consciente de sus experiencias.
Como conclusión el empresario y directivo no debe tomar el compromiso de sus colaboradores como un concepto pre concebido desde afuera, sino que este debe nacer desde la estrategia y cultura de la empresa, de tal forma que se puedan hacer juicios justos y sobretodo de valor para la misión de la empresa.