La gordita y yo llevamos casi 15 meses de feliz lactancia materna. Estamos tan contentas, y pensamos seguir así hasta que nos dé la gana. Cualquiera le quita su tetita de su alma, y cualquiera me quita a mí esos ratitos con ella, todo sea dicho!
Afortunadamente ha sido un camino sencillo de andar, en el que las cosas han ido sucediendo sin sobresaltos ni problemas. Exceptuando un porrazo, y un mordisco cafre que me tuvo un par de días con una cataplasma de arcilla, nunca hemos tenido ningún contratiempo. Hasta ayer.
A última hora noté un pecho más lleno que de costumbre. No había pasado mucho rato desde que la gordita había merendado y me extrañó notarlo tan inflamado.
Al acostarla le ofrecí ese pecho para descongestionarlo, pero por mucho que ella mamaba no se vaciaba. Algo no marchaba como debería.
Siguiendo las indicaciones que en su día me dio la matrona, cogí un cuenco con agua caliente, eché unas gotitas de esencia de lavanda, mojé una toalla y me fui aplicando calor húmedo a la vez que masajeaba la zona, a fin de hacer fluir la leche y ayudar a que la obstrucción se disolviera. Empezaba a doler y mucho. Me extraje algo de leche, pero salía apenas un hilillo y la teta tenía un aspecto algo extraño: vacía por arriba pero inmensa en la parte inferior y el lateral cerca de la axila. Además, la zona estaba enrojecida y caliente.
A las 4 de la mañana, entre el dolor, la sensación de fiebre y la de vueltas que le estaba dando al tema, me levanté. Si era como yo pensaba una obstrucción de algún conducto, ¿por qué no funcionaba el calor? ¿por qué la niña no me vaciaba el pecho? Ajá, lo tengo! Me miré y allí estaba, una perla de leche en el pezón. Efectivamente existía un atasco, pero el tapón estaba justo en la salida!
Con agua caliente y una toalla fui frotando con mucho cuidado para reblandecer la ampollita. En cuanto se abrió, comenzó a salir toda la leche acumulada durante tantas horas y la mejoría fue casi inmediata.
Además, ya he hablado con mi asesora de lactancia para saber qué hacer a partir de ahora. Parece que la perlita es superficial pero quiero estar preparada en caso de que vaya a más.
Y pensareis que para qué cuento yo esto y que qué os importa si tengo o no la teta pocha. Muy sencillo, para demostrar que la información es poder, y que, de no haber tenido toda la información, el apoyo y el asesoramiento que me han brindado tanto mi matrona, como el grupo de lactancia, mi grupo de postparto, y mis lecturas varias (gracias prima M. por regalarme ese libro) , probablemente, me habría pasado la noche en urgencias o habría tirado la toalla y forzado un destete repentino.
Cada día hay más recursos actualizados, gratuitos en su mayoría y al alcance de cualquiera con inquietudes. Si te lees hasta el envoltorio de los chicles, ¿por qué no hacer lo mismo e interesarte por lo que va a ser tu herramienta de trabajo?.
Seguro que investigas para sacarle el juguillo a las funciones de tu teléfono, pues haz lo mismo con tus tetas, que además, no has tenido que gastar un duro en ellas (o sí, pero eso no es asunto mío) y tienen más prestaciones que tu smartphone.
Y no es que para dar de mamar nos tengamos que poner a estudiar, sino que somos tan modernos, tan avanzados, tan civilizados, que a veces olvidamos nuestros instintos y no vienen mal unas clasecitas extraescolares y un poco de apoyo.
Además, la información te da capacidad de decisión, para que nadie te obligue a nada ni decida por tí. La última palabra la tienes tú, con independencia de lo que te cuente tu amiga o tu vecina del quinto.
La información te da confianza en lo que realmente puedes hacer y lo que no, y destierra mitos y temores.
Mantenerte informada es tan fácil o difícil como tú quieras.
Por mi parte, está claro que no lo sé todo, pero desde luego, nada me va a impedir dejar de aprender.
Tengo tetas, luego me informo.