Iglesia y Estado deben permanecer separados: la Iglesia encima, el Estado debajo. La religión no debe descender a gobernar (teocracia) pero debe ser el fundamento último del sistema político (teoarquía). Si se concede, contra Maquiavelo, que hay fines políticos superiores a la conservación de la república y, contra Hobbes, que hay fines superiores a la paz social, se llega fácilmente a esta conclusión. Del mismo modo que admitimos que los derechos humanos preceden a los derechos nacionales, las matemáticas a la física y la lógica a la gramática, debemos conceder que el poder espiritual precede al temporal, porque se dirige a un fin más perfecto y más duradero que éste, que debe subordinársele. Tal fin es la felicidad del hombre.