Antes, debo recordar que el trabajo de Charles Darwin se ha ido perfeccionando con el paso del tiempo. Hoy en día, en el ser humano, se consideran dos tipos de evolución: una, la que se produce en la especie, a lo largo de millones de años (evolución vertical); otra, la que se produce a lo largo de la vida de un individuo (evolución horizontal). La última (la que se produce durante la vida) es muy reciente, debido a que está sustentada en los últimos descubrimientos genéticos (epigenética), que ponen de manifiesto que el individuo tiene el poder de apagar o activar parte de su genética, a lo largo de su experiencia. Dicho eso, veámos porque la evolución no implica necesariamente el progreso absoluto.
En primer lugar, en un mundo globalizado, ya no importan tanto las circunstancias particulares. La revolución de los transportes y las comunicaciones han provocado que los aspectos incondicionados, libres de toda circunstancia, sean preponderantes. Actualmente, tenemos al alcance de la mano una radiografía de casi todos los pueblos del mundo, un análisis detallado de sus constumbres y de su manera de proceder. Y, como es natural, tendemos a compararnos continuamente con el mundo. Esto implica que tenemos un referente global con el que comparar un aspecto particular; es decir, podemos tomar un individuo cualquiera y ver el grado de adecuación con la humanidad.
Evolucionamos con respecto a nuestra experiencia, a nuestras circunstancias particulares; esto es, nos perfeccionamos con respecto a nuestro entorno. Ahora bien, ¿qué significado tiene en la evolución que el hombre tenga un concepto bien formado sobre sí mismo? Esto quiere decir que, aunque seamos pefectos relativamente a nuestro entorno, podemos tener una ligera idea si somos tan (o no tan) perfectos con respecto al ser humano. Dicho de otra forma: siempre evolucionamos atendiendo a nuestras condiciones, como descubrió Darwin; pero no siempre evolucionamos atendiendo a lo general. Por tanto, la involución, al menos en el hombre, es posible.
Así, es posible que, en un período concreto de nuestra historia o en un lugar específico de nuestra geografía, se generen unas condiciones tan negativas, que respecto a las cuales el individuo tenga que adaptarse, al mismo tiempo que involuciona a en términos absolutos. O, de lo contrario, será imperfecto en sus circunstancias, pero no tan imperfecto con respecto al mundo.
Veámos unos cuantos ejemplos. A nivel de evolución vertical (la que se produce en la especie), podemos imaginar que, un día, el oxígeno comienza a escasear, lo que implica que todo organismo vivo tenga que adaptarse y que la célula sea capaz de sobrevivir sin oxígeno, lo que implica que la vida compleja tenga que perecer en el intento. Adaptación a las condiciones, Selección Natural, progreso relativo, pero no absoluto; en una palabra: involución. A nivel de evolución horizontal (la que se produce durante la vida), imaginemos una persona cualquiera que decide ir a vivir a un país islamista. Ella, tiene que comenzar a adquirir costumbres islámicas para adaptarse e integrarse, tiene que perfeccionarse a las condiciones. Imaginemos la radicalidad de que también adquiere la costumbre coránica de matar a cualquier persona que no posea sus costumbres. Es evidente que se ha adaptado a las circunstancias, pero ésto no ha conducido inevitablemente al progreso, señor Darwin.
Esta es otra de las disyuntivas que se produce en la vida: “¿debo de adaptarme a tal circunstancia, aunque ello me reporte una involución de mi persona?”.
Como fenómeno para que penséis sobre esto, os diré que el cerebro está reduciéndose cada vez más en el homo sapiens actual. ¿Es esto una evolución o una involución? Agradezco vuestras reflexiones.