A poca distancia de la Ciudad de México se encuentran las ruinas más visitadas del país, que un día fueron una floreciente ciudad, una de las más importantes de Mesoamérica: Teotihuacan.
Su nombre significa, en idioma náhuatl, “el lugar donde fueron hechos los dioses”. Dice la leyenda que en este lugar el Sol y la Luna se elevaron hacia el cielo, dando origen a los dioses y al mundo. La importancia religiosa del lugar se refleja en la gran cantidad de pirámides, siendo una de las ciudades mesoamericanas con mayor número de ellas.
Los orígenes de Teotihuacan se pierden en las brumas del tiempo. Se estima que fue fundada entre los siglos I aC y I dC, aunque se desconoce quienes fueron sus primeros habitantes y cual era el nombre original de la ciudad; las hipótesis más recientes sugieren que fue una ciudad multicultural y generadora de una cultura propia, que hizo sentir su influencia en una vasta área del Golfo de México. Incluso antes de la llegada de los europeos, los pueblos que la repoblaron (toltecas y mexicas, principalmente) llevaron a cabo lo que podríamos llamar excavaciones arqueológicas.
El eje principal de la ciudad lo constituye la Calzada de los Muertos, de unos dos kilómetros, a lo largo de la cual se edificaron los edificios más importantes: la Pirámide del Sol, la de la Luna y la de la Serpiente Emplumada, el templo del dios supremo Quetzalcóatl, el Palacio de los Jaguares y la Casa del Sacerdote; además de otras muchas construcciones menores (principalmente pirámides de menor envergadura).