Teotihuacán : la ciudad de los dioses

Publicado el 26 junio 2016 por Redespress60

Basta una hora para pasar de la capital mexicana y su intenso tránsito a una pequeña calle adoquinada, bordeada por algunos restaurantes y protegida de los duros rayos del sol por algunos árboles magros. Estamos en Teotihuacán y sus famosas pirámides ya se dejan entrever detrás de las cercas de tunas cargadas de frutos y las ‘tienditas’ de recuerdos. El contraste es fuerte. Estamos a menos de 40 kilómetros del Zócalo, la plaza más céntrica de la ciudad, pero el entorno y hasta la noción de tiempo cambiaron drásticamente…

Hace dos mil años el viaje hubiese entregado sensaciones opuestas: “En aquellos tiempos Teotihuacán era una gran ciudad, una de las mayores del mundo, piensan los historiadores. Mientras que México -o mejor dicho Tenochtitlán- todavía no existía y en su lugar sólo había algunas islitas sobre el lago Texcoco donde vivían apenas algunas familias”.  La Calzada de los Muertos, la gran avenida central, era seguramente muy transitada y estaba bordeada de imponentes construcciones en policromía. Era el teatro de rituales religiosos y de las grandes manifestaciones de esta cultura que desapareció hace mucho sin dejar explicaciones para la posteridad. De la misma manera que nos intriga hoy, llamó también la atención de los aztecas.

Fueron ellos quienes le dieron este nombre al sitio: Teotihuacán es un vocablo nahuatl que se podría traducir como la “Ciudad de los Dioses”. Cuando recién estaban empezando a construir su propio asentamiento sobre chinampas (en el origen fueron islitas artificiales hechas de caña y tierra sobre las cuales cultivaban maíz) la urbe abandonada era todavía majestuosa e imponente. Pensaron que había sido construida por divinidades que luego la abandonaron por alguna razón desconocida. Hoy no se sabe mucho más sobre quienes eran ni por qué se fueron sus habitantes, que sólo estuvieron durante los primeros siglos de nuestra era.

Se barajan varias hipótesis

La más plausible es la falta de agua o algún cambio climático que hizo insoportable la vida en el lugar. Para construir las pirámides y los grandes edificios se necesitó mucha madera y se talaron los bosques de los cerros vecinos. Quizá por esta razón, o quizá por algún cambio climático, las lluvias escasearon y el valle se volvió muy seco. La ciudad dependía mucho del agua, por su gran cantidad de habitantes y por los cultivos. Durante la visita vamos a ver algunos restos de un ingenioso sistema de canalizaciones subterráneas que permitía llenar pozos luego de cada lluvia. Lo cierto es que Teotihuacán no ha sido atacada ni destruida aunque se han encontrado algunas evidencias de un incendio en un sector, que nos hace pensar que puede haber habido algún motín contra la clase dirigente. Seguramente provocado por la escasez de agua y la falta de comida”.

En varios sectores del sitio se han levantado carpas: al pie de la Pirámide de la Luna o frente a la Ciudadela, por ejemplo. Son investigaciones arqueológicas, que campaña tras campaña tratan de aportar pequeños fragmentos de respuesta al gran enigma de aquella brillante pero desconocida civilización. En los recorridos turísticos no es posible hacerse idea de la dimensión original del lugar, puesto que la ciudad original era mucho, mucho más grande. Observamos en la actualidad solamente una décima parte. Era realmente inmensa. Se estima que en sus tiempos de mayor esplendor podría haber reunido a varios cientos de miles de habitantes.

De palacio en palacio

Para visitar con método este lugar tan grande se puede recorrer un sector a partir de la Entrada Uno y el otro desde la Dos o la Tres. La primera lleva a la Ciudadela y el llamado Templo de Quetzalcoatl. Se han descubierto pasadizos y sepulturas en torno a esta explanada. Estamos frente a la pirámide mejor conservada de Teotihuacán. La única donde perduraron algunas de las decoraciones de piedra tallada. Seguramente todas tenían estos adornos hace dos mil años.

Este templo del dios de la Serpiente Emplumada es una pirámide de siete niveles protegida por otra yuxtapuesta. Fue construida hacia el año 150 de nuestra era en honor a este dios venerado en todo el centro del antiguo México. Algunas cabezas de piedra siguen aferradas a las paredes de la pirámide. Se estima que cada una pesa cuatro toneladas. Para muchos turistas que vienen aquí por su cuenta, la meta es subir hasta arriba de la Pirámide del Sol y desgraciadamente muchos no se informaron lo suficiente y se pierden de venir hasta este recinto para admirar esta maravilla.

La visita sigue luego hacia otros lugares no menos sorprendentes, como el Palacio de Quetzalpapalotl. Hay que caminar a lo largo de la Calzada de los Muertos o volver al estacionamiento y seguir en vehículo hasta las Entradas Dos o Tres. Se le conoce también como el Palacio de la Mariposa y está ubicado cerca de la Plaza de la Luna. Su patio central, rodeado por pilares esculpidos, es un salto hacia tiempos en los que los sacerdotes de Teotihuacán deambulaban a la sombra de su galería techada, admirando la finura de las mariposas y las plumas de quetzal esculpidas en la piedra.

Como en el resto del sitio, las suposiciones sobre el uso exacto de esta parte de la ciudad no han podido ser confirmadas. Ni por los arqueólogos en la actualidad ni por los aztecas que encontraron la ciudad vacía. Se supone sin embargo que vivían allí personas importantes. Se deduce por el refinamiento de las decoraciones y de la construcción.

El complejo arqueológico fue rescatado y restaurado por medio de un plan del presidente Porfirio Díaz como parte de las celebraciones del Centenario de la Independencia de México. Las primeras excavaciones se llevaron a cabo en 1917. Cuando se sacó la vegetación de las pirámides se consolidaron las paredes con cemento y el agregado de piedras en las junturas. En aquel palacio se ven los retoques realizados, con piedras sin tanta pátina como las originales.

A unos pasos, el Palacio de los Jaguares es otra supuesta morada de grandes sacerdotes. Las paredes conservaron sus frescos rojos de grandes felinos mientras por debajo del Palacio de Quetzalpapalotl otra sala deslumbra por murales de aves y otros motivos en varios tonos de verdes, rojos y amarillos.

Cuestión de escalones

Saliendo del laberinto de pasillos y salas de aquellos palacios, llegamos a la Plaza de la Luna, al pie de la Pirámide homónima. Ya es tiempo de cumplir con el ritual más esperado de Teotihuacán. Como estamos a más de 2200 metros de altura y los escalones son muy empinados, hay que ir despacio si se quiere llegar hasta arriba. Es ascenso es muy demandante. No se puede subir hasta la plataforma superior de la Pirámide de la Luna, pero se llega lo suficientemente alto como para tener la mejor vista sobre toda la ancha avenida, que se despliega a nuestros pies con las construcciones en cada uno de sus bordes.

Naturalmente, el mayor desafío es subir hasta arriba de la Pirámide del Sol, el punto más alto de Teotihuacán, a más de 70 metros por encima de la Calzada de los Muertos. Desde allí se ven los pueblos de la vecindad, los cerros que rodean las ruinas y por supuesto la Pirámide de la Luna bajo su mejor perfil. Para amenizar tanto la penosa subida como la empinada bajada, contamos la cantidad de escalones: algunos hablan de 245, otros de más de 260. De todos modos, una vez llegado en la cima, la cantidad de escalones poco importa. La asombrosa vista es lo que realmente cuenta.

Por motivos totalmente desconocidos esta maravillosa ciudad fue abandonada entre los años 650 y 750 DC. También se cree que sus pobladores fueron una mezcla de pueblos autóctonos de Mesoamérica, con una fuerte influencia Tolteca, un pueblo con una estructura teocrática y guerrera.

La opinión generalizada especula que el abandono fue debido a desordenes sociales y luchas tribales entre distintas facciones o familias, aunque no se aprecien señales significativas de destrucción por conflictos o guerras, y también posibles causas naturales, entre las que destacaría una pertinaz sequía. Sin embargo las leyendas hablan de una huida masiva de la ciudad por la presencia de unos demonios que comenzaron a dar una muerte progresiva a sus habitantes. Otro de los mayores misterios de los pobladores de Teotihuacán, son los elevadísimos conocimientos matemáticos y astronómicos demostrados en la construcción y alineación de sus grandes avenidas y templos, en una cultura que ha sido considerada por los arqueólogos de primitiva y carente de un elemento tan básico para el desarrollo de la civilización como la escritura.

La influencia de Teotihuacan se refleja sobre todo en las artes y en la arquitectura de Mesoamérica. Es en Teotihuacan donde se desarrolló el estilo talud-tablero en la construcción de las pirámides, que consiste en la colocación alternada de una plataforma o tablero, sobre la cima de una pared con forma de talud inclinado. Esto influenció la arquitectura de muchas regiones de México.

Por supuesto que no es fácil determinar dónde se establecieron personas provenientes de Teotihuacan y en dónde sólo fueron imitadas sus características culturales. Pero hay indicios arqueológicos que indican que los teotihuacanos impusieron sus influencias en la región Maya: En el siglo IV se hicieron cargo del gobierno en Kaminaljuyu, y en Tikal hasta llegaron a fundar una dinastía propia. También en otras regiones mayas hay indicios concretos de que tuvieron ingerencia en los acontecimientos políticos.

Los esfuerzos expansivos fueron sólo parte de un fenómeno mayor, que no se limitaba a las regiones de los Mayas sino que puede verse también en Monte Albán, la capital de los poderosos zapotecas. Los teotihuacanos mantenían intensas relaciones con los zapotecas y es posible incluso que gobernaran en Monte Albán durante un determinado tiempo.

Imágenes: Via Flickr – Pinterest – Tumblr

Fuentes consultadas: LaNación- Wikipèdia- Universe.org


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