Tercer año en Dillon.

Publicado el 10 diciembre 2010 por Watanabe
Después de tanta insistencia bloguera en que FNL era una excelente serie que merecía ser vista, el año pasado me decidí finalmente a descubrir por mi mismo a que venía tanto revuelo. Pronto averigüé que, más allá de las historias de adolescentes de instituto de siempre, se encontraban unos personajes de carne y alma, que hacían que las tramas de la serie fluyeran limpias, intensas, y casi siempre arrebatadoras, directas al corazón de quien quiera o pueda disfrutarlas. Al contrario de otros productos "teen" similares, la melancolía de FNL actuaba siempre como un catalizador capaz de deshacerse de casi toda la superficialidad implícita a toda serie de este tipo de género que, unida a la amargura de sus historias, y la exquisita imprecisión de sus imágenes, hacían de su primera temporada toda una desafiante sorpresa, capaz de ser disfrutada al cien por cien a poco que uno pusiera algo de su parte. Yo lo hice, y el resultado de ese primer encuentro, aunque no fue tan arrebatador como esperaba, si me dejó lo suficientemente satisfecho como para querer continuar descubriendo un año más los rincones y las almas de los habitantes de Dillon.
Mi segundo año fue algo desconcertante en los primeros momentos, muy interesante en su zona central, y decididamente confuso e incierto en su última parte. Todo lo que percibí de esa atípica segunda temporada (recortada por la huelga de guionistas) ya lo dejé escrito aquí, y por ello prefiero pasar de largo para llegar cuanto antes a ese tercer asalto que es en realidad el que toca repasar en estos momentos. En este punto, y para que nadie se confunda, quiero decir que Friday Night Lights me parece una muy buena serie. Dicho esto, a partir de aquí, todo lo que diga puede ser utilizado en mi contra, pues lo demás será pura palabrería, elucubraciones contaminadas, impresiones algo imprecisas, y muy posiblemente una percepción de esta tercera temporada puramente imaginada, proveniente de una mente que es (para que quede bien claro) exclusivamente mía y de nadie más…
A partir de aquí Spoilers.

"Esta tercera temporada ha supuesto
toda una cura de humildad para Smash"

Mi tercer año en Dillon no ha sido tan satisfactorio como esperaba. Lo cierto es que tenía la esperanza de que esta tercera temporada fuese la vencida, y la serie acabase arrebatándome el corazón por completo de una vez por todas. Pero vayamos por partes. Primero veamos lo bueno. Smash siempre ha sido uno de mis personajes favoritos. Su mezcla entre arrogancia, determinación, talento y desmesurada autoestima ha sido una de las mejores bazas de FNL. Nadie como él ha ejemplificado mejor lo que es sufrir la presión que ejercen las expectativas al tener un gran don y el deber de explotarlo al máximo, y la que se ejerce uno sobre sí mismo en dicha tarea, especialmente cuando se tiene una edad tan complicada como esa, un fuerte carácter, y tantas ganas de comerse el mundo. Su despedida de la serie después de pasar por su propio purgatorio en forma de lesión, nos regaló una de las mejores escenas de la temporada (si no de la serie), de esas que emocionan por la sencillez, sutileza y contundencia con la que se deja ir al personaje hacia su futuro.

"Los Taylor mirando hacia
un futuro incierto"

Matt Saracen es otro de esos personajes que me han hecho creer que FNL puede llegar a ser una de las más grandes. La relación que se establece entre éste y una inesperada madre ausente con la nada oculta intención de redimirse, es un buen ejemplo de que la serie sabe como pocas dar en el blanco del alma del espectador cuando ésta tiene afinada su puntería. Quizá dicha relación se quede un poco en la superficie al no acabar de profundizar del todo en si misma, pero el trío que acaban formando Matt, su madre, y su abuela, sin duda es uno de los más solventes y emocionales que ha dado esta (una vez más) irregular tercera temporada.
 Y como siempre los Taylor. La pareja formada por el entrenador y su esposa sigue siendo el pilar en el que se sostiene toda la serie, convirtiéndose así en una de las más solidas y fascinantes de toda la parrilla americana. Su pequeño encontronazo en su proyecto familiar, sus dudas en decisiones importantes laborales, y su firme integridad zarandeada por importantes presiones externas, nos han dejado muchas veces con extrañas sensaciones agridulces en nuestras cabezas y más de un nudo en la garganta. Ese precipicio argumental que es ese final de temporada tan desconcertante como lleno de futuro, es un ejemplo más de que la serie puede y tiene el deber de reinventarse una vez más si quiere seguir manteniéndose tan cautivadora, intensa y estimulante como lo ha sido casi siempre.

"Los hermanos Riggins me fascinan y me repelen
según que la trama que les toque protagonizar"

Pero no todo ha sido un camino de rosas en esta temporada. Tim Riggins y sobre todo Lyla Garrity siguen siendo dos personajes que lo mismo te dejan clavado a la butaca (cada vez menos veces) con su relación de idas y venidas, que tan pronto les empujarías por un puente. La indecisión y dispersión del primero, y el estancamiento argumental del segundo han seguido dejando multitud de bostezos en mí allí donde aparecieron. A esto también habría que sumarle el hecho de que el trío que formaron Jason Street, el propio Tim, y su hermano (el impresentable), con toda la trama de la casa que compraron, reformaron, y luego quisieron vender, a penas dejó un par de pinceladas interesantes a las que poder agarrarme con firmeza. Por su parte, la extraña relación pseudoamorosa entre Tyra y Landry, sigue sin convencerme demasiado, y cada vez se me hace más cuesta arriba creer que vaya a llegar a algún lugar interesante. La aparición del misterioso cowboy que la vuelve loca de amor, no es que sea especialmente original, o haya dado mucho de sí, y por ello pocas veces me ha arrancado alguna que otra emoción esporádica.
Por todas estas cuestiones, y algún que otro patinazo argumental sin demasiada importancia, FNL continúa sin dejarme la sensación de ser esa serie sólida, completamente arrebatadora, e imprescindible de la cual todo el mundo habla. Como he dicho al principio sin duda me parece una muy buena serie, pero también demasiado irregular para mí como para considerarla una de las grandes ficciones de nuestros días. Aunque, quien sabe, quizá a la cuarta temporada vaya la vencida, y me enamore perdidamente de ella. En cualquier caso lo sabréis muy pronto, pues pienso contároslo en cuanto la serie vuelva a pasar de nuevo por mis retinas.