Olvido García Valdés
Queridas lectoras, queridos lectores:
Yo escribo fundamentalmente poesía, y mi acercamiento a la figura que nos reúne —en este ensayo biográfico que titulé Teresa de Jesús, y que apareció en España en 2001— fue el fruto de una propuesta de Nuria Amat para la colección “Vidas literarias” de Editorial Omega; era aquel un proyecto de revisión de los clásicos —no solo antiguos, también más recientes, como Juan Rulfo o Alejandra Pizarnik—, a través de la mirada de un escritor o escritora de hoy.
Al preparar el libro, me planteé básicamente tres cosas:
En fin, unas cosas y otras la habían ido convirtiendo en un personaje entre rancio y folclórico, muy difícil de llegar a conocer en sus dimensiones reales, y poco apetecible de leer. Y ésa era la cuestión: ¿cómo recuperar un personaje que se nos había dado tan determinado? ¿Cómo desprender de ella todas las capas que interesadamente le habían ido adhiriendo? Y lo fundamental, ¿cómo leer ahora a una mística cristiana del siglo XVI? ¿Y cómo leerla, por otra parte, desde una posición agnóstica, como es la mía? Un personaje, pues, bien complejo, de familia judeoconversa, que nos plantea muchas preguntas sobre ella misma, sobre su época y sobre la historia de mi país.
En segundo lugar, estaba algo que me interesaba y me interesa mucho: ¿qué es lo místico hoy? ¿Qué ha pasado con lo místico en Occidente después de Nietzsche, diríamos?, ¿y dónde está?, ¿quién sostiene ese discurso (o ese silencio)? Por eso en mi ensayo fui intercalando, en una especie de diario personal, citas de autoras y autores que han escrito desde esta perspectiva o así los leo yo (Wittgenstein, Simone Weil, Clarice Lispector…)
Y, tercero y, claro, primordial: su escritura. ¿Cómo puede Teresa de Jesús ponerse de repente a escribir así? No lo digo por una supuesta falta de formación de la que suele hablarse –ella tenía un bagaje de lecturas muy sólido–; me refiero a que no era nada fácil en su momento y situación, siendo mujer, sin “autoridad” por tanto, escribir de ese modo, construir una obra tan rica, tan inagotable y de la impresionante envergadura de la suya.
Así pues, había que ver quién fue y cómo llega a ser quien fue Teresa de Jesús; analizar algunas decisiones importantes y cómo las toma. La de hacerse monja, por ejemplo; y luego, hacerse “mística”, emprender el camino de mayor exigencia o, más bien, entrega espiritual; asunto este que, en su caso, coincide exactamente con el de hacerse escritora.
Y la pregunta que se nos plantea es si un camino que exige el vacío completo de uno mismo para alcanzar la contemplación, supone vivir fuera del mundo. A juzgar por la vida de muchos de estos personajes, y la de Teresa en particular, bien se ve que no. Ella no sólo está al tanto de lo que ocurre en su tiempo, sino que proyecta y lleva a término sus planes reformadores —de su Orden y de la forma de entender la espiritualidad—, viajando continuamente, con eficacia y espíritu práctico, con una necesaria e intensa relación social, tanto en persona como por carta. Y su escritura recoge estas dos vertientes, la práctica y la ensimismada, sin solución de continuidad.
Por otra parte, cuando uno se sumerge en el proyecto y la obra de Teresa de Jesús, es inevitable preguntarse por su éxito o fracaso, y también por la cualidad de su recepción en el mundo actual. ¿Qué pensaría de la situación de las mujeres hoy, tan difícil todavía? ¿Qué pensaría de una honra que ha ido modificando su referente, pero que conserva gran parte de su sentido en el funcionamiento social? ¿Qué pensaría de la organización, jerarquía, ideología de la Iglesia católica, hoy como ayer? Entre otras, estas fueron causas de profundo sufrimiento para ella, como se percibe en sus escritos. Y si viviera ahora, seguirían siéndolo. Tal como la tradición la ha transmitido —personaje indiscutible del catolicismo, doctora de la Iglesia, fundadora de la rama descalza del Carmelo, todo ello sintetizado en uno de sus nombres, santa Teresa—, su figura nos permite analizar la apropiación que artistas y escritores sufren por parte de un sistema (ámbitos académicos, instituciones culturales, medios de comunicación y, en el caso de los místicos, una ligazón eclesiástico-política nunca claramente deslindada). Un sistema que no puede asimilarlos como lo que son, fuerzas perturbadoras de enorme dinamismo creativo. Y hace reflexionar también sobre lo enigmáticos que resultan éxito y fracaso; y cómo el fracaso late a menudo tras el triunfo, según se miren las cosas.
Las etapas últimas de la vida de Teresa de Jesús, tal como las muestra la documentación, dejan un regusto de profunda tristeza, y a mí siempre me recuerdan el final del Quijote, cuando el personaje vuelve a la realidad y muere. El castillo interior no es el mundo. No se trata sólo de la Inquisición, que no levantó nunca su amenaza; el enemigo es también fraternal (los ataques de la rama calzada del Carmelo en estos años fueron de una crueldad atroz, y basta como ejemplo la prisión y la tortura de Juan de la Cruz en Toledo); o, peor aún, el enemigo puede estar dentro, entre los más próximos —y los próximos son tanto sus familiares, como sus monjas, o una figura tan importante para ella como fue Jerónimo Gracián, aunque en este caso casi prefiera no reconocer su decepción.
¿O es que esa experiencia que ella había intentado alcanzar de amistad con Dios, y que requería la mayor exigencia hacia uno mismo, no era un ideal deseable para un grupo, ni siquiera pequeño, y ése había sido su error, pensar que las demás querían lo mismo que ella, y quizá no era así? Tal vez la mayoría de las mujeres iba a los conventos —¿incluso a los suyos?— sólo por razones prácticas: porque no había hombres a causa de las guerras o porque no había dinero y la honra así lo aconsejaba, y querían, ya que debían pasar la vida recluidas, tener al menos cierta comodidad y consentirse ciertos gustos.
No está claro que un proyecto de la radicalidad del suyo pueda ser asumible por una comunidad en expansión. Organización, objetivos, jerarquía, disciplina, parcelas de poder y lucha por ellas parecen inevitables. El anhelo de autenticidad que lo puso todo en marcha se institucionaliza al expandirse. Tal vez una reforma como la que ella soñó sólo es posible como impulso individual, algo que no puede hacerse colectivo ni durar. Tal vez donde ella había pensado autenticidad y amor aparecían comodidad y poder. Todo parece natural, tal vez razonable, pero —como al cerrar el Quijote— lo razonable del mundo, de la realidad, de la lucha por el poder, de la muerte, deja su regusto, una punzada de pena que nos interpela directamente.
Por otra parte, y desde el punto de vista de la recepción actual de su obra —y la mención del Quijote no es gratuita: a mi modo de ver, su prosa es tan rica como la de Cervantes—; digo que desde el punto de vista de la recepción de su obra, su figura es bien difícil de recuperar, de lograr que se desprenda de todo lo rancio, oportunista y folclórico que se le fue adhiriendo. Y esto se ve muy claro si la comparamos con Juan de la Cruz, perfectamente asimilado —sobre todo a partir del último centenario de su muerte— para la filosofía y la historia del pensamiento y la literatura.
Teresa de Jesús. Construida por ella misma como un cristal de mil facetas, no está casi nunca allí donde se la nombra. Desde cierta perspectiva, la figura que una autobiografía dibuja tiene algo de espejismo. Personaje, narradora y autora coinciden, presentando ante quien lee la aparente coherencia y solidez de un yo real; y, sin embargo, ese yo sabemos que es fruto de una selección —de momentos, de perspectivas, de niveles lingüísticos— dentro del múltiple y denso flujo del yo que vive. Lo que tenemos para buscar a Teresa son sus textos; unos materiales, cristalinos y opacos, sus palabras, para un personaje deslizante y, también, bien sólido; cuánta presencia hay en el espejismo. ¿Quién es Teresa de Jesús?
Olvido García Valdés / Santiago de Pravia, España, 1950. Poeta, ensayista y traductora. Bajo el título Esa polilla que delante de mí revolotea recogió su obra poética desde 1982 hasta 2008. A él le han seguido dos libros: Lo solo del animal (2012) y Confía en la gracia (2020). Entre muchos otros reconocimientos, ha obtenido por el conjunto de su obra el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2022. Es también es autora de Teresa de Jesús. Un ensayo autobiográfico, aparecido por primera vez en 2001 y reeditado para el público mexicano en 2023 por la colección de Periódico de Poesía.