Teresa Forcades y la teología que bendice el "matrimonio" homosexual

Por Beatriz

Me gustó el estilo y el tono de la respuesta de Carmen Bellver a Sor Forcades.  Son contados con los dedos de una mano (y creo que sobran dedos) los blogs recomendables de Religion Digital, el de Carmen Bellver es uno de ellos.  Ese portal necesita contar entre sus plumas con algo de ortodoxia para no salir corriendo de ahí al leer tanto disparate, como la última de Tamayo: "El papado, institución fundamentalista por excelencia".  Con amigos así, no necesitamos enemigos.
No se puede hacer teología de las prácticas homosexuales porque la Palabra de Dios es muy clara: las rechaza por ser una aberración contra natura.  Y no se puede hacer teología sin fundamento en la Tradición oral o escrita.  No hay más vuelta que darle.  Pero hay quien se empeña en llamar teología a cualquier disparate.
Una cosa es la práctica homosexual y otra la tendencia homosexual.  Lo repetiremos cuantas veces sea necesario: un homosexual casto tiene tantas posibilidades de entrar en el cielo como un heterosexual casto.
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autor: Carmen Bellver
blog: Diálogo sin Fronteras
Desde este blog se ha defendido en varias ocasiones a sor Teresa Forcades, monja benedictina que está siempre en el ojo de tiro de quienes vigilan la ortodoxia de la doctrina católica. Es una persona inteligente, me consta que además de sus estudios de medicina ha tomado con mucho interés la vertiente humanista en su formación teológica. No me cabe duda que es una mujer contemporánea dispuesta a reivindicar un feminismo teológico. Algunos niegan esa posibilidad. No lo sé. Yo no me muevo en los estudios teológicos. Pero el feminismo es un hecho innegable. Y la amplitud de corrientes por la que se mueven las feministas va más allá de la mera anécdota. No hablo de la ideología de género y sus postulados marxistas llevando la lucha de clases al extremo de la lucha de géneros. Sino del papel de la mujer en la incorporación a la sociedad, más allá de su condición de madre. Si la única función de la mujer y el hombre fuera exclusivamente la procreación. Dios hubiera condenado el celibato. Por tanto el hecho de que haya una igualdad en el acceso de la mujer a la sociedad, es fruto casi de la misma amorosa fraternidad con la que Jesucristo nos pedida que nos relacionáramos hombres y mujeres. Ser célibe y realizar una función social es hoy moneda de cuño legal. Sin tener que pensar que quien no opta por el matrimonio no cumple la voluntad de Dios.
Creo que Dios dispuso que fuéramos hombre y mujer para complementarnos. Por eso nos dio la misma dignidad. Y hay una tradición sociológica en la historia que ha marginado durante siglos a la mujer como un ser poco menos que inferior. En este sentido yo apoyo a Teresa Forcades y todas las teólogas que reivindican el deseo de reciprocidad. Hay mucho campo para estudiar las diferentes posturas de mujeres en la Historia de la Iglesia Católica, que dispone de un buen puñado de santas intrépidas que han influido notablemente en su tiempo. Por otra parte en la historia de la cultura hay también constancia del genio femenino, en otras sociedades que no fueron católicas. Que todo esto sea motivo de debate me parece normal. Y en ese sentido comparto la necesidad de rescatar otras miradas que nos puedan proporcionar una manera de relacionarnos hombres y mujeres desde el concepto de hijos de Dios con igual dignidad.
Lo que ya no entiendo es la teología hecha para justificar el matrimonio homosexual. Si es una reflexión personal puntual, me parece discutible y no tengo nada que decir. Si es una tesis que se presenta con rasgos de innovación y sustentada por la teología, entonces me preocupa más. Porque hay una larga trayectoria en la Iglesia intentando humanizar la sexualidad. Sin que haya opción para las relaciones homosexuales. Hay estudios notables que hablan de ello sin que tengamos que adoptar las tesis hedonistas del momento. La tan manoseada frase de que "Dios nos examinará del amor" ha servido de justificación en muchos casos para admitir cualquier aberración. Y el amor entre personas del mismo sexo desde la vertiente afectiva no está prohibido por la Iglesia. La amistad es una manera de relacionarnos en la que nos podemos amar sin ninguna pulsión sexual. Otra cosa diferente es promocionar el pansexualismo. Tal y como se está realizando en los últimos años. Retorcer la teología para subirse a ese camino, me parece ir demasiado lejos. Por eso no entiendo sus declaraciones en la revista Alandar:
"¿En qué sentido es sacramento el matrimonio? A veces he desarrollado esta idea para argumentar teológicamente la posibilidad del matrimonio homosexual bendecido por la Iglesia, que creo que no es contradictorio con nada de la teología. Soy consciente de que el magisterio actual no va en este sentido, pero la teología, como yo la comprendo en su profundidad no contradice eso".

El deseo sexual es un juego de poder peligroso, tiende a utilizar al otro para la propia satisfacción. Si el goce y el placer son el fin último de cualquier relación, la lujuria se convierte en obsesión y fuente de frustración. Por eso es objeto de estudio de la sexología desde una vertiente psicofísica y no moral. Pero los creyentes recorremos otro camino que nos lleva de la esclavitud del pecado, de cualquier tipo, a la libertad de hijos de Dios. No basamos nuestra felicidad en cinco minutos de goce. Sino en unas relaciones plenas que nos van haciendo crecer y madurar como personas. Siento discrepar en este sentido de Teresa Forcades, cuando postula que no hay ninguna teología que se oponga al matrimonio homosexual. No necesitamos la teología para rechazar algo que no es natural, tenemos la misma Biblia que nos informa bastante bien dónde puede llegar un individuo lascivo para dominar a otro. Y desde luego tenemos también todos los textos del Magisterio de la Iglesia que rechazan las prácticas homosexuales.