Hace ya varios años un joven director desafió sus limitantes económicas y nos ofreció una película con una historia de un cyborg del futuro dispuesto a destruir la flama de la pasión entre dos individuos demasiado calenturientos. Los resultados de tal encuentro fueron la creación del único humano capaz de destruir a las máquinas nacidas de otra flama de la pasión entre un Iphone y el sistema operativo Android: Skynet.
Luego pasaron otra buena cantidad de años y ese joven llamado James Cameron decidió desafiar las posibilidades de que en esos tiempos la secuelas eran pésimas y continuó su relato de una familia donde un el cyborg, era el padre; una psicótica mujer con delirios de persecusión, era la madre; y un adolescente con el talento de robar cajeros automáticos, era el hijo. Pero como nada es perfecto, el tío que de cariño le llamaron T-1000, sufrió un terrible accidente con un burrito en el microondas y decidió vengarse de la familia del cyborg .
James Cameron tuvo razón en dejar ir un proyecto que él mismo considero había llegado a su fin. El que las circunstancias hayan permitido a otros intentar llevar más allá la historia de un cyborg del futuro, no se ha vuelto un privilegio, más bien un error.
Esta es la cuarta versión (contando la adaptación a la televisión) y en vez de mejorar, se degrada en el cine chatarra que tanto abunda y por lo cual algunos están dispuestos a defender.
Debería de existir una advertencia, o de plano un cyborg que destruya todos quienes piensan que es una inversión saludable seguir produciendo contenido respecto a Terminator.
En esta ocasión somos testigos de los eventos que llevaron a John Connor (Jason Clarke) del futuro, enviar a su padre Kyle Reese (Jai Courtney) a salvar a su madre Sarah Connor (Emilia Clarke) y tener una noche romántica que permitiera su creación. Hasta ahí todo iba bien. Dentro de mi cabeza hasta estaba pensando lo exagerada que había sido la crítica. No es hasta después de 15 minutos de coherencia narrativa que la película de forma repentina comienza a sufrir de epilepsia crónica y todo se va al carajo.
Tenemos al T-800 con todo y pectorales, un T-800 (Arnold Schwarzenegger) ya desgastado, Sarah Connor sin traumas llega a salvar el día, luego un T-1000 (Lee Byung-hun) versión Hyundai, y por último un joven policía que se envejece en el actor ganador del Oscar: J.K Simmons. Bueno, la lucha libre tiene más armonía que lo que trataron de hacer.
El libreto de Laeta Kalogridis y Patrick Lussier intenta construir una versión alterna a todo lo que hemos visto antes. La idea no es descabellada, es hasta entendible cuando dos de las secuelas fracasaron en desarrollar sin éxito el futuro de la saga. Es solo que la divergencia que ocurre cuando Kyle regresa al pasado, provoca disparates que sin ser expertos en física temporal, destruye nuestro básico entendimiento de los viajes a través del tiempo.
Es entendible que el director Alan Taylor no se detenga a explicarnos con claridad lo que sucede. Prefiere pisar el acelerador con escenas de acción que satisfacen a la audiencia, en vez de dejarse llevar por el lodo del libreto que seguro ni él pudo comprender. Y no lo culpo.
El problema es que no es suficiente. Se pone la soga al cuello al pretender que las escenas de acción logran justificar la existencia de esta versión alterna. El valor que le da a esta película radica en una pelea a muerte en el hospital, destrucción en el puente Golden Gate, una persecución en un helicóptero supersónico, y en el reciclado del set de la máquina del tiempo. Ahí tienen su Terminator: Genesys.
Están en todo su derecho el sentirse satisfechos quienes piensan que tales escenas de acción son suficientes, para mi solo demuestran lo decadente que se ha vuelto el cine, porque lejos de la adrenalina del momento, no se puede esconder de las deficiencias que hacen chatarra esta película.
Lo triste es que con todo y la confusión de libreto, existían oportunidades de que este filme contribuyera al legado James Cameron.
La posibilidad de desarrollar el romance entre Sarah Connor y Kyle Reese, debió de ser el anclaje que permitiera a la acción tener peso o por lo menos suspenso. A cambio las interacciones del dúo son infantiles, y con una terrible dificultad de expresar sentimientos. Aquel vínculo entre el soldado con traumas de guerra y la víctima del destino, es intercambiado por el héroe que no sabe nada y la dependiente del cyborg que insiste que no es obsoleto.
Es entonces, que al tener tus protagonistas degradados en un romance estilo Crepúsculo, lo que sobresale es un Arnold dispuesto a ser el bufón de la película. Por más que quieran hacerlo pasar como el héroe de acción y nos llenen de escenas heroicas con el cyborg indestructible, en realidad eso es lo que se ha reducido su personaje. Y con ello destruyendo cualquier factor miedo a los Terminators que se supone son armas letales para destruir la humanidad.
Lo más decepcionante es el desperdicio que hacen de la mitología que muchos otros quisieran poder tener. Aquí no se necesitaba crear personajes o una historia interesante, porque ya está puesta sobre una mesa. Lo que necesitaban hacer era desarrollar algún hilo suelto, pero optan por destruir todo y construir de las cenizas, eso no es el error, lo que si se vuelve un error es la ineptitud como lo hacen.
John Connor era el héroe que salvaría a la raza humana. Por él Sarah Connor sacrificaría su propia vida, al grado de arruinar la suya propia. Todo giraba alrededor de este salvador que lograría derrotar a las máquinas. ¿Entonces que se les ocurre hacer? Convertirlo en villano, y de los peores. No conformes, deciden arruinarlo con sus promocionales dejando desprotegida una película que desesperadamente necesita de sorpresas.
El grado de ineptitud se consolida con el desperdicio del actor Matt Smith, en un papel que me imagino no fue el que le vendió su representante. Es entonces evidente que este proyecto no tiene pies ni cabeza.
Nunca se logra tener un objetivo o crear algo de valor que justifique la existencia o tan siquiera el derecho a utilizar Terminator en su título. Es un reciclaje de ideas de dos buenas películas, que por más que quieran destruir su legado, estas se consolidan como verdaderas joyas de género de ciencia ficción.
Creo que llego el tiempo de tomar la cadena y bajar lentamente a Terminator a la piscina de acero derretido, porque es evidente que sus protocolos no le permite auto-destruirse, por más que insista que está viejo y no obsoleto.