Terror en los Urales

Publicado el 02 diciembre 2015 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

TERROR EN LOS URALES
Las montañas siempre han representado lugares de poder sagrado, pero también son lugares llenos de misterio y, en algunos casos, de muerte. Muchos son los montañistas que han perdido la vida escalando en diferentes lugares del mundo. En las montañas de los Urales en Rusia, ocurrió un hecho tan trágico como misterioso: nueve excursionistas universitarios fueron encontrados muertos en extrañas circunstancias. Una historia real, digna de la mejor película de terror, llena de enigmas que aún se ocultan en las montañas.

UNA EXCURSIÓN A LOS URALES
Corría el año 1959. En febrero había buen tiempo para iniciar una excursión a las montañas Urales, la cordillera que divide naturalmente Europa de Asia. En plena Unión Soviética (Rusia) un grupo de diez muchachos universitarios, hombres y mujeres, practicaban el montañismo liderados por el más experimentado de ellos, Igor Dyatlov de 23 años. El plan era escalar la montaña Otorten. Cuando el grupo llegó a su último lugar de aprovisionamiento (una aldea cercana), un miembro del grupo llamado Yury Yudin sufrió un repentina enfermedad que lo obligó a abandonar la expedición. Aquella circunstancia sería la última vez que Yury vería a sus amigos con vida. Lo que ocurrió de aquí en adelante es un completo misterio hasta la actualidad.

DESAPARECIDOS EN EXTRAÑAS CIRCUNSTANCIAS
Pasaron varios días y el grupo de excursión no daba señales de vida. Las familias de los estudiantes dieron aviso a la policía, comenzando así la operación rescate. Un grupo compuesto de policías, soldados del ejército, estudiantes y profesores, partieron en la búsqueda que duró varios días, hasta que el 26 de Febrero de 1959 encontraron el campamento de los estudiantes, el cual claramente no estaba en condiciones normales. Las tiendas estaban totalmente rasgadas desde adentro hacia afuera, parcialmente cubiertas de nieve, no había nadie en las tiendas ni cerca de ellas; habían abandonado todos los alimentos y las mochilas con sus pertenencias, abrigo, ropa y equipamientos de montaña. Esto pintaba para mal y a la vez parecía muy extraño. Las primeras investigaciones apuntaban a que habrían llegado a ese lugar donde montaron el campamento el día 2 de febrero en horas de la tarde. Esta información fue posible gracias a una cámara fotográfica que dejaron abandonada en el lugar y que posteriormente fue revelada, quedando esas fotografías como mudos testigos del enigma.

MACRABRO HALLAZGO
El grupo de rescate encontró un grupo de huellas en línea recta a las tiendas de campaña. Los expertos aseguraron que pertenecían a un grupo de unas ocho o nueve personas que evidenciaban la huida, cubiertos con muy poca ropa, algunos descalzos, otros solo con calcetines y otros solo con una bota puesta. Las huellas, enterradas unos noventa centímetros en la nieve, no mostraban signos de violencia o de algún intruso ingresando al campamento. Las huellas seguían en dirección a una pequeña cuesta que daba a una arboleda, pero tras quinientos metros, las huellas misteriosamente desaparecían sin dejar rastro.

Al borde del pequeño bosque se encontraron los dos primeros cuerpos. Correspondientes a Georgy Krivonischenko de 24 años y Yury Doroshenko de 21. Los dos cuerpos descansaban bajo un gran pino, vestían solo ropa interior y no presentaban signos de violencia externa. Se encontraron restos de una fogata y parte de las ramas del pino destrozadas. A unos pocos metros, en un claro, aparecieron los cuerpos de Igor Dyatlov y Zina Kolmogorova, de 23 y 22 años y Rustem Slobodin de 23. Por la posición de los cuerpos parecía que trataron de volver al campamento sin éxito. La autopsia a los cinco jóvenes dio como resultado muerte por hipotermia sin lesiones externas, tan solo uno de ellos presentaba una pequeña fractura en el cráneo, que no era lo suficientemente grave para causar la muerte.
Faltaban cuatro cuerpos por hallar y con su descubrimiento todo daría un dramático giro. Dos meses después los cuatro cuerpos fueron encontrados en un barranco cercano al lugar donde estaban las otras víctimas, pero estos estaban enterrados a cinco metros bajo la nieve. Nicolás Thibeaux de 24 años, Ludmila Dubinina de 21, Alexander Zolotaryov de 37 y Alexander Kolevatov de 25 formaban una macabra imagen cuando fueron descubiertos. Todos ellos presentaban heridas traumáticas, el cráneo de Thibeaux estaba prácticamente machacado por dentro, Dubinina y Zolataryov tenían varias costillas rotas, además a Dubinina le faltaba la lengua. A diferencia de los demás cuerpos, estos estaban mejor vestidos. Después de tres meses de investigación y análisis se dio por concluida la faena, sin llegar a ninguna conclusión definitiva. Sin testigos, sin nadie a quien acusar, sin evidencias de lo ocurrido. La investigación se clasificó bajo secreto de sumario y se prohibió el acceso a la zona durante tres años. Hasta el momento pocos son los documentos desclasificados del caso.

LAS HIPOTESIS
EL FACTOR HUMANO. La primera hipótesis fue acusar a la tribu de los Mansi que habitan en el lugar, pues se pensó que los excursionistas habían profanado un lugar sagrado para dicha tribu. Esto fue descartado debido a que nunca se encontraron huellas de personas extrañas al campamento, no hay evidencia de participación humana externa. Además quedó de manifiesto que muchas de las heridas de los cuerpos eran internas, parecidas a las de un accidente automovilístico, cosa que no puede ser realizada por la fuerza de un ser humano.
LUCES EXTRAÑAS. Varios testigos han dado cuenta del avistamiento de extrañas luces brillantes que habían sido divisadas en el cielo cerca de la zona del campamento entre febrero y marzo de 1959. Otros excursionistas que se encontraban a 50 kilómetros de distancia, declararon haber visto extrañas luces en dirección de la montaña de Otorten (lugar del acontecimiento). La prueba que apunta a las luces como “culpables” es el alto nivel de radiación encontrado en las ropas que portaban los cadáveres, además de las heridas internas, como si los cuerpos hubieran sido lanzados a gran velocidad.

EXPERIMENTO MILITAR. Llama la atención el secretismo militar respecto a este acontecimiento, lo cual alimenta la posibilidad de un experimento militar en las montañas Urales que habría terminado en desastre. Un misil fallido podría explicar en parte las heridas de algunos cuerpos. Incluso se ha especulado con un experimento de tipo mental con algún tipo de radiación a la cual estuvieron expuestos los excursionistas. Sin embargo, nada de esto ha sido encontrado en el Ministerio de Defensa de la ex Unión Soviética, no existe ningún informe que hable de experimento militar en esa zona de los Urales.

AVALANCHA DE NIEVE. Recientemente se ha hablado de una nueva teoría que podría explicar lo acontecido en los Urales. Varios alpinistas profesionales han sugerido que el grupo pudo verse sorprendido durante la noche por una avalancha de “nieve ligera”, que se habría desplazado por el viento o por derretimiento. Los jóvenes se habrían visto sorprendidos por esta avalancha (la cual pudo provocar las lesiones internas) y habrían rajado las carpas por dentro para huir del lugar. Esta hipótesis podría explicar solo en parte lo ocurrido, pero no explica ciertas lesiones, por ejemplo, la lengua que le faltaba a un cuerpo o algunas huellas de pisadas que no habrían sido borradas por la supuesta avalancha.

UN MISTERIO “CONGELADO”
Hay lugares que parecen guardar una misteriosa energía, algunos le llaman lugares “malditos”. La montaña Otorten parece reunir los requisitos para ser catalogada de esa forma. La tribu local de los Mansi manifiesta que este lugar es una puerta entre este mundo y el de los espíritus, un lugar que sus ancestros evitaban. De hecho en la lengua original la montaña era llamada “Montaña de los muertos”. Un lugar donde habitualmente se ven luces de origen desconocido y donde nueve excursionistas rusos perdieron la vida en uno de los incidentes más misteriosos de la historia contemporánea. Un enigma macabro que permanece “congelado” en las solitarias montañas de los Urales.

Por Mario Mir