Hace unos meses leí Echidna, una novela corta (GRATIS en Lektu) que se alzó con el V Premio de Novela Corta de Terror e Historias Fantásticas de la Casa de la Cultura «Marta Portal» de Nava (Asturias). El nombre de su autora, Beatriz Alcaná, empezaba a resonar por el mundo del fandom del fantástico. Por supuesto, ahora, ya sabemos que es una de esas autoras emergentes que han venido para quedarse. Lo de Echidna no fue una casualidad, como tampoco lo fue el 2º Premio del Alberto Magno en 2021 con Spolia (que también puedes leer GRATIS) o el reciente galardón obtenido en la XVIII edición del Premio de Novela Corta Encina de Plata con Un círculo completo, que veremos este octubre en librerías publicado por la Editorial Premium. Sin embargo, hoy vamos a hablar de Teseo en llamas (Premio Ciudad de Salamanca 2023 y Kelvin 505), la novela que la situó en la órbita de todos y donde revisita de forma contemporánea —en el Madrid de los años 50— el mito de Fedra, el que cuenta como la princesa cretense cae perdidamente enamorada de su hijastro (Hipólito, hijo de Teseo) y todo desemboca en un trágico final.
Berta viaja a la gran ciudad
Es otoño de 1950. Es un momento histórico complicado, de posguerra, un tiempo de gran tristeza donde el ambiente era duro, frío y gris. Tratando de dejar atrás la pobreza y un destino que solo invita al fracaso y la desidia, Berta, nuestra protagonista, deja a sus padres y viaja a la gran ciudad, a sus diecinueve años, para escapar del ambiente opresivo que la rodea y encontrar una oportunidad. La encuentra en su tío político (Pedro), que la acoge y le da empleo como manceba en la farmacia de su propiedad. Sin embargo, Berta se encontrará con un ambiente familiar un tanto extraño y peculiar que le chocará desde un primer momento. A Pedro (en mi cabeza el actor Álex Angulo), el bueno de su tío, lo acompaña una mujer atormentada que purga noche tras noche sus pecados. También existe un primo misterioso del que nadie quiere hablar. Y, lo peor de todo, un secreto familiar que poco a poco irá saliendo a la luz y pondrá todo lo que Berta creer saber patas arriba.
Terror en lo real
Decía hace no mucho Paco Plaza (Verónica, Hermana muerte) en una entrevista que la realidad es lo que más miedo me da. Teseo en llamas es un buen ejemplo de ello aunque estemos en otra época, porque en esencia es una novela costumbrista, casi realista, a la que unas pinceladas de vudú y santería, de un elemento sobrenatural, redondean. Es un folletín (casi) gótico, donde suspense, romance y misterio se dan la mano para hacernos ver el terror en los actos más cotidianos. En una combustión lenta, pero constantemente abrumadora, cada capítulo —que salta entre la inocente primera persona de Berta o unos diarios en tercera persona del pasado— recrean y nos hacen saborear temor, desdicha y opresión en la convivencia de una casa, de una familia marcada por un episodio funesto que cambiará para siempre el destino de los Egea. Una casa que sobrevive en las sombras del secretismo, con un recuerdo que todo lo call y un terror que permanece, que convive con ellos, y que solo ve la luz cuando Berta saca los oscuros (trapos) secretos a la luz.
Armando el puzle
Siempre me han gustado los puzles narrativos. Novelas en las que como lector puedo ir armando las piezas que parecen no encajar, pero lo acaban haciendo. La mayor parte de la novela narrada por Berta se complementa con algunos capítulos intercalados, relevantes sobre el pasado de Pedro, pero con otros protagonistas y ritmo. Son trocitos de historias, que se consuman en el tramo final, pero que dejan un camino de migajas repletos de información adicional que nos llevan desde lo que parece una novela realista de misterio a otra donde el terror va ganando enteros al resto. Los secretos cambian la atmósfera y prácticamente toda nuestra perspectiva formada. Los descubrimientos revelan nuevas capas de la historia y todo, al final, consigue cobrar una nueva dimensión para el lector, cambiando la novela por completo —y la visión de ella— en retrospectiva tras lo que parece un final precipitado.
Profundizando en Teseo en llamas
Quizás, si ya nos salimos del marco principal de la historia —de ese (casi) thriller de horror gótico que transpiran las páginas de Teseo en llamas— es en sus capas interiores donde reside un gran interés como el de retratar la sociedad española en la España de la posguerra tal como hicieron Carmen Laforet con su Nada o Almudena Grandes en sus Episodios Nacionales. La represión política, la vida que llevan (y aparentan) las clases más altas de la sociedad y el papel relegado de la mujer son algunas de sus claves principales. No sé queda ahí. Los documentos del pasado nos llevan a las atrocidades de la guerra y vivir en carnes el colonialismo, como Joseph Conrad, aunque a mi me recordaba más a El brujo del cuervo de Ngugi wa Thiong'o y la sublevación de un pueblo usando la magia como arma. Pero también, como dice la tapa, de romance prohibido. Berta, nuestra protagonista, toma conciencia de donde vive, pero también, de lo que siente. Un amor prohibido sobre el que girará todo, que será palanca y a la vez motivo, que desatará pasiones pero también secretos encerrados en habitaciones donde nadie puede (ni debe) entrar. Tal como Fedra con Hipólito, como decía al comienzo de esta reseña.
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