Detrás de las imágenes de Tesis se esconde mucho más que el simple trabajo de una ópera prima habilidosa, que sin duda lo es, sino que también se aprecia de principio a fin el resultado de un cineasta en estado puro que tiene claro en todo momento lo que quiere contar y cómo quiere hacerlo. Con un discurso basado en el thriller americano, bastante escaso en España en aquellos años, Alejandro Amenábar construye una historia que nos descubre lo terrible del cine snuff, con elementos de mucha cinefilia y adaptando el mito del voyeur hitchcockiano y powelliano, sobre todo de este último, a los nuevos tiempos.
El joven Amenábar, que por aquel entonces contaba con apenas 24 años, realiza una brillante crítica de la sociedad contemporánea al analizar la hipocresía del espectáculo de la violencia audiovisual: “Al público hay que darle lo que quiere ver”. Desde el comienzo, en la secuencia del tren, nuestro cineasta nos muestra la sociedad desde este punto de vista, morbosa ante la violencia, cuyo personaje cumbre es la propia protagonista, Ángela (Ana Torrent), que pese a expresar que le repugna esta cualidad humana está realizando una tesis doctoral precisamente sobre el tema. El plano más significativo al respecto es aquél donde la protagonista se tapa la cara con las manos para no ver la tortura de una chica por televisión y sin embargo acaba entreabriendo levemente los dedos para observar el espectáculo.
Amenábar consigue con su primera película un ejercicio cinematográfico magnífico aunque no exento de algún que otro defecto en el desarrollo del guión propio de principiante, en ocasiones probablemente cometido únicamente por la razón de crear golpes de efecto (por ejemplo la secuencia de la persecución de Bosco a Ángela por los pasillos de la Facultad de Ciencias de la Información es brillante técnicamente, un momento de auténtico director de cine, pero las espontáneas reacciones de los personajes protagonistas en ese momento no demasiado avanzado de la trama no resultan del todo creíbles; al igual que la forzada historia de amor). Sin embargo son pequeños detalles que no ensombrecen en modo alguno el resultado final.
Las mayores proezas de este film las encontramos sobre todo en la habilidad de Amenábar para mantener engañado al espectador en la casi totalidad de secuencias que la cinta posee, además de su capacidad para jugar con la ambigüedad en los personajes, sobre todo en Bosco (Eduardo Noriega) y Chema (Fele Martínez), donde hasta última hora el espectador no descubre realmente quién de los dos es el asesino. Esta forma de manejar el suspense tiene su referente principal en Hitchcock, en películas como Sospecha (1941), cuya trama se basaba precisamente en descubrir si Cary Grant era un criminal o no.
Otra de las virtudes que posee Tesis son los momentos de terror, los cuales están realizados con mucha maestría ya que Amenábar utiliza lo imprescindible para meternos el miedo en el cuerpo. Pensemos por ejemplo en la secuencia del túnel por el que van avanzando Chema y Ángela. Es un momento de terror clásico portentoso basado en la oscuridad, donde solamente unos pocos destellos lumínicos conseguidos gracias a cerillas consiguen alumbrar entrecortadamente a los personajes. Dichos contrapuntos de luz fotográficamente fueron desarrollados en Los otros (2001) por el magnífico trabajo de Javier Aguirresarobe. Aunque se sustituyeron las cerillas por velas en aquella película, la idea a transmitir era la misma, a saber, la sensación de miedo por la oscuridad. Y qué decir de esos otros momentos donde Chema y Ángela están visionando el vídeo snuff. Únicamente con los gritos de la chica a la que están torturando, absolutamente terroríficos, no es necesario que Amenábar muestre sangre y vísceras. Un sabio uso del sonido y de la imagen, donde se aprecia el trabajo de un cinéfilo que conoce sobradamente las reglas de cada género que aborda.
El hecho de que la película funcione a pedir de boca como fructífero entretenimiento se debe también a otra virtud del niño prodigio del cine español, esto es, a la flamante dirección de actores. Fele Martínez y Eduardo Noriega tienen mucho que agradecerle a Tesis. El primero obtuvo el Goya al actor revelación, mientras que el segundo se erigió como actor fetiche del director al otorgarle el papel protagonista en su siguiente film, Abre los ojos (1997), por el que fue nominado al Goya. Ana Torrent, por otro lado, sirve a Amenábar a dos niveles, como flamante protagonista y como homenaje que el chileno realiza a nuestro mejor cine, ya que todos la recordamos por ser la niña protagonista de la mítica El espíritu de la colmena (1973, Víctor Erice). En cuanto a los secundarios destacar el trabajo de Xabier Elorriaga, quien confiere al papel del misterioso profesor Jorge Castro toda la ambigüedad que el personaje reclama.
El éxito de público y crítica de Tesis permitió que la carrera de Amenábar despegara de forma imparable desde ese mismo momento hasta el día de hoy. Su última cinta hasta la fecha es la monumental Ágora (2009), film de carácter épico con tintes filosóficos rodado en lengua inglesa y con un presupuesto de 50 millones de euros. Teniendo en cuenta que hasta ese momento se había movido en los terrenos del terror, la ciencia ficción, el suspense, el drama e incluso el amor, el cambio total de registro de su última película viene a verificar una vez más la talla de un grandísimo cineasta que es capaz de filmar cualquier cosa. Parece ser que ya tiene entre manos un nuevo proyecto, del que poco o nada se sabe aún. No obstante lo esperaremos con impaciencia.
EDUARDO M. MUÑOZ BARRIONUEVO