Una película de suspense es básicamente una historia de intriga que se caracteriza por tener ritmo rápido, acción, héroes ingeniosos y villanos poderosos e influyentes. Posee un relato que tiene mayor consistencia y argumentación que otros géneros cinematográficos y su característica es que todos los elementos propios de un guión (personaje, antagonista, meta, conflicto, ritmo, etc.) están al servicio de una intriga, es decir al servicio de una acción que se ejecuta con astucia y ocultamente.
Como ésta, podríamos encontrar muchas más definiciones sobre el thriller, este género que parece que nunca pierde el interés del público cinéfilo. Eso sí, todas ellas coincidirían en esta compleja o, como mínimo, elaborada argumentación del guión, todo para mantener al espectador enganchado en la butaca, hacer suya la intriga y sorprenderle con algún que otro giro de la historia, inesperado pero perfectamente milimetrado en los esquemas de autor y director. Tesis sobre un homicidio es una cinta entretenida, hace un uso correcto del elemento “duda” y cuenta con un protagonista, Ricardo Darín, que está soberbio en todo lo que hace. No obstante, el film de Hernán Goldfrid falla en el ritmo, descuida demasiado el resto de protagonistas y acaba dando más importancia a la estética de los planos que al desarrollo de la intriga.
Alfred Hitchcock decía que el suspense es informar al público de que hay una bomba debajo de la mesa. De este modo, el espectador sufre la ignorancia de las víctimas, que no saben que esa bomba va a explotar de un momento a otro. El director británico es uno de los principales exponentes del género y uno de sus máximos referentes. No en vano se lo ha etiquetado muchas veces como el “mago del suspense”, por lo que no es de extrañar que cada thriller que salga en cartelera acabe pasando por el filtro “Hitchcock”.
En el caso de Tesis sobre un homicidio, a una se le pasa por la cabeza la estupenda La sombra de una duda, de 1943. Aunque en ese caso la duda era casi una obviedad, el lenguaje cinematográfico de Hitchcock —muy cuidado en los detalles, en los diálogos y en el papel de los secundarios—, así como las interpretaciones de la inocente Teresa Wright y el magnífico Joseph Cotten, hacían de la película un auténtico placer angustioso e intrigante. En el film de Goldfrid, la duda del espectador y la obsesión del protagonista son la base de todo el relato. Los detalles, precisamente, juegan también un papel importante, sólo que se centran única y exclusivamente en lo que ve y quiere ver el personaje de Darín. De este modo olvida la intriga y el suspense que podría haber conseguido si hubiera retratado mejor a los secundarios, por ejemplo, dando más papel a Alberto Amman -algo que no pasaba, para poner otro ejemplo, en la brillante El secreto de sus ojos de Juan José Campanella-.
Esto no quita el hecho de que Tesis sobre un homicidio es un thrillerdisfrutable, con un muy buen principio, una excelente fotografía y un montaje muy conseguido. Sin embargo, parece que el director se ha concentrado más en captar la expresión de Darín a través de espejos y ventanas que no en conseguir un ritmo estresante y angustioso psicológicamente para su historia, que acaba por hacerse un poco repetitiva a falta de información nueva.
Lo mejor: Darín y la primera media hora de metraje.
Lo peor: que el desarrollo del thriller, lo más importante, no acaba de convencer
Nota: 7
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