Aquí lo dejo y ya me direis si os gusta, vale?
Soy Ana, mamá de David desde el 24 de Septiembre de 2008.
Antes de ser madre tenía algunas ideas acerca de lo que estaba bien y lo que estaba mal en lo que a la crianza se refiere y, aunque tenía mis particularidades, mis ideas al respecto eran muy similares a las de la mayoría. Para ser sincera, ni siquiera me había parado a analizar si era lo correcto o no…solo por el hecho de ser lo que hace la mayoría me bastaba.
Pero nació David y puse en duda todo lo aprendido.
Los primeros meses fueron un caos, escuchando a unos y otros y tratando de poner en práctica lo que me decían. Fueron unos meses difíciles…no me sentía bien actuando con David como los demás me decían, pero no sabía por donde tirar ni a quien recurrir. Aunque mi pareja me apoyaba en todo, me sentí muy sola.
La hora de dormir era una tortura. David solo quería estar en brazos y dormir conmigo, pero recibía muchas presiones para que no lo hiciera. Mi instinto me decía que no podía ser malo dormir con mi pequeño, puesto que era lo que los dos deseábamos, pero me daba miedo equivocarme.
Una noche, preocupada porque mi niño no quería dormir solo, me planteé meterlo en la cuna, acompañandolo, a ver si conseguía que se acostumbrara a dormir en su cunita. No recuerdo cuanto duró el experimento, dudo que más de diez minutos, pero a mi me parecieron horas. David lloraba como un desesperado, y mi madre y yo, que lo acompañábamos, llorábamos también. Ese momento marcó un antes y un después. Saqué a David en la cuna, lo abracé muy fuerte y le pedí perdón cientos de veces. A partir de ese momento decidí que mi hijo dormiría conmigo hasta que estuviera preparado para dormir solo.
Entonces, empecé a buscar información al respecto, y llegué al foro de Criar con el corazón. Fue todo un alivio el descubrir que un motón de gente dormía con sus bebés. Tanto es así, que la práctica tenía hasta nombre: colecho.
Leer a las madres del foro me ayudó mucho y me animó a profundizar más en esta manera de criar. Busqué libros, artículos, webs…cualquier cosa que me ayudara a definirme y me diera seguridad en que estaba haciendo lo correcto.
En mi caso, lo que me condujo hasta la crianza respetuosa fue mi instinto. Al principio traté de no escucharlo, dando prioridad a las voces de los demás, pero no era feliz. Poco a poco, fui confiando más en mi y escuchando menos a los demás y me dí cuenta de que estaba encontrando mi camino. Aunque tenía muchos miedos y miles de dudas, cuando dormía con mi hijo, cuando me pasaba el día con el en brazos, cuando calmaba su llanto, era cuando me sentía realizada y feliz.
El problema surgía cuando nos reuníamos con otros padres. Recibía críticas constantes cada vez que contaba que dormía con David o cuando lo cogía en brazos para calmarlo. En pocas palabras me decían que lo estaba malacostumbrando y que por eso David era tan demandante. Y yo me quedaba parada, si saber que decir y tremendamente triste. Cada vez que alguien me cuestionaba, volvía a replantearme desde el principio mi actitud con mi hijo. Me afectaban mucho las críticas y me hacían sentir una mala madre.
Con el paso del tiempo, llegué a la conclusión de que no tenía porqué estar explicando a todo el mundo lo que hacía con mi hijo. Era mi decisión y no necesitaba de la aprobación de nadie. Quería compartir y aprender, no recibir críticas y consejos en los que no creía.
Hace algún tiempo, he conocido a alguna otra mamá de mi misma forma de pensar. El poder hablar relajadamente con alguien que no solo no me juzga, sino que me entiende y apoya, es maravilloso.
Hoy por hoy tengo claro que estoy haciendo lo correcto, puesto que me siento absolutamente feliz y tremendamente orgullosa de la personita tan maravillosa en la que se está convirtiendo David.
Viendo como va el mundo, y los problemas y carencias que tienes quienes lo habitan, no es descabellado pensar que algo falla. Y, bajo mi punto de vista, lo que falla es la manera que tenemos de criar a quienes son el futuro.
Criamos como nos criaron a nosotros, repitiendo punto por punto, lo que la sociedad en la que vivimos nos dice que hagamos. Desde la más tierna infancia se fomenta una malentendida independencia, privando a los bebés de todo aquello para lo que están genéticamente preparados. Se hace todo lo posible para privar a los pequeños del amor, el calor y los brazos que tanto necesitan para desarrollarse de una manera sana, ofreciéndoles en su lugar cochecitos, cunas, quietud, soledad y silencio.
Bajo mi punto de vista, tenemos que dejar de lado la creencia de que nuestros hijos son el enemigo a quien tenemos que doblegar para salir victoriosos. No se trata de domesticar o domar, sino de educar, ofreciendoles con nuestro ejemplo herramientas y valores para enfrentarse al mundo. Tenemos que caminar a su lado, tratándoles como se merecen y siendo conscientes de que el trato que hoy les damos, será el que ellos den en el futuro.
Yo quiero que mi hijo sea empático, por eso me esfuerzo por comprenderlo y ponerme en su piel. Quiero que sea sensible y por eso me muestro sensible a sus sentimientos. Quiero que sea humano y que se conmueva por el sufrimiento ajeno, por eso reacciono con rapidez y le reconforto cuando sufre.
Por eso creo en la crianza respetuosa. Porque para mi hijo soy la persona más importante del mundo y el modelo a seguir, y bajo mi punto de vista, la mejor forma de educar es desde el ejemplo. Trato a mi hijo como me gusta que me traten a mi, y de la manera que quiero que el trate a los demás en el futuro.
No sé si lo estaré haciendo todo lo bien que me gustaría, pero me esfuerzo cada día por aprender un poquito más y convertirme en la madre que mi hijo merece. Solo el tiempo, mostrándome el hombrecito en el que se convertirá el día de mañana, me dará o me quitará la razón. Mientras tanto seguiré haciendo las cosas a mi manera, priorizando la felicidad de mi hijo por encima de todas las cosas.